el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 29 de enero de 2017

DOS DE DOMINGO

Che, venimos muy bien en cantidad de entradas en el blog. Estamos cerrando Enero con 9 entradas, es decir, al mismo nivel que Diciembre de 2016, que fue el mes de ese año con mayor cantidad de entradas. No sé si podré mantener el ritmo de 9 entradas por mes los 11 meses que nos quedan por delante, pero de ser así, estaríamos arrimando a las 108 entradas a lo largo de 2017, que serían un montón comparadas con las 67 de 2016. Pero por ahora eso es ciencia-ficción, como las paritarias del 18% con las que deliran los gorilas. Vamos a la realidad, que son dos nuevas reseñas.
¿Lo tenías a Junji Ito en la comedia costumbrista? Uno de los grandes mangakas de la actualidad, muy identificado con el género del terror, se tomó un respiro de tanta oscuridad y en 2009 se mandó una historieta autobiográfica en la que nos cuenta cómo cambió su vida cuando se mudó con su actual pareja a una casa grande en la que se vio obligado a convivir con dos gatos, Yon y Mu. Y no, El Diario Gatuno de Junji Ito no se parece mucho a las otras obras del autor, pero tampoco se parece mucho a otras historietas autobiográficas, y eso es lo que la hace fresca, novedosa y sorprendente, más allá de que te interese o no el tema de “historietista forzado por su mujer a convivir con dos gatos”.
Ito está tan pasado de rosca y es un narrador tan formidable, que se las ingenia para contarnos anécdotas cotidianas de una pareja y sus gatos sin renunciar a la intensidad, la tensión, la acción, el delirio y la bizarreada que uno asocia con sus historietas de terror. Cambia la temática, cambia la estética (acá las escenas son más luminosas, no hay tanta presencia de las masas negras) pero se mantiene la esencia, la impronta de un autor que supo evolucionar para distinguirse fácilmente del resto. Si sos fan de las historias más atroces de Junji Ito, dale una posibilidad a El Diario Gatuno. Y si sos fan de las comedias costumbristas, la autobiografía o los gatos, acá tenés la oportunidad perfecta de descubrir a un mangaka sencillamente brillante.
Me vengo a Argentina, a 2016, a sumergirme en Guro, el primer relato extenso de Diego Simone, un autor con el que ya nos cruzamos en varias antologías. Estéticamente, esto es irresistible. Tenemos tipos y minas con antifaces como los que usaban los Green Lanterns en los ´60 y ´70, interactuando con seres deformes con fístulas y pústulas, en un mundo entre putrefacto y surrealista con mucha reminiscencia al Black Hole de Charles Burns, y con una notoria proliferación de pijas y conchas. Creo que antes de empezar a leer el libro lo recorrí página a página no menos de tres veces, para dejarme llevar por el influjo visual de Simone, que me sorprendió totalmente, no sólo porque yo lo asociaba con otras estéticas (recuerdo trabajos suyos más en la línea de Tony Sandoval) sino también por la calidad de los dibujos, la complejidad de los montajes y la originalidad de la propuesta en su conjunto.
La historia en sí, sin embargo, una vez leída me pareció bastante menos original. Se trata de un argumento hiper-remanido (unos pocos elegidos luchan para salvar a la Humanidad de una raza de seres superiores y malignos que la controlan y la quieren llevar a la destrucción total) pero contado de un modo novedoso, con personajes muy atractivos y con una idea para evitar la clásica confrontación entre Malos y Buenos por vía de la violencia que le hubiese gustado imaginar al mismísimo Grant Morrison para The Invisibles.
Si le sacamos el ornamento, Guro es una aventura tradicional, no obvia, pero para nada revolucionaria. El tema es que el ornamento funciona tan bien, está tan bien puesto, suma tanto para posicionar a esta historia en un lugar distinto al de la típica aventura, que para cuando empezás a sospechar de que esto que te está contando Simone ya lo leíste antes (no menos de 50 veces), estás totalmente perdido en esa vorágine, esa belleza crepuscular, transgresora, sexy y revulsiva a la vez, que es el mundo en el que está ambientada la trama. Mundo al que Simone haría muy bien en revisitar en alguna próxima obra, porque la verdad que personajes como Espectra o el Señor Narciso resultan tan fascinantes que te dejan pidiendo a gritos sus respectivos spin-offs.
Gracias por el aguante y retomamos pronto.


jueves, 26 de enero de 2017

TRES DE TRASNOCHE

Debía desde principios de Diciembre la reseña del Vol.2 de Terra Obscura, y acá está.
No hay mucho para agregar a lo ya dicho cuando comentamos el Vol.1 (02/12/16), pero bueno… Alan Moore y Peter Hogan nos cuentan en más de 130 páginas una historia que daba para ser condensada en… 64 páginas como mucho, y sin embargo se hace llevadera porque la estiran con algo que les sale bárbaro, que es el desarrollo de personajes. Tom Strange, Pantha y Diana se llevan los roles protagónicos y eclipsan bastante al resto del elenco, mientras reciben un trato excelente por parte de los guionistas, que nos logran convencer de que son seres tridimensionales. Los flashbacks al pasado de los personajes están perfectamente intercalados, los diálogos son redonditos… todo muy lindo. No al nivel de las obras fundamentales del Mago de Northampton, pero muy bien.
El dibujo de Yanick Paquette está mejor que en el Vol.1, pero todavía le falta un poco más de impronta personal. Este es un Paquette todavía muy pegado a esa estética tipo Terry Dodson, con las mujeres excesivamente tetonas, complementado con unas tintas de Karl Story que hacen que algunos rostros parezcan dibujados por Kevin Nowlan y otros por Chris Sprouse. Obviamente estamos hablando de influencias que provienen de muy buenos dibujantes, con lo cual está claro que todo se ve muy bien, y además el canadiense no falla en la narrativa ni se tira a chanta con los fondos. Si alguna vez te imaginaste cómo sería la Justice Society escrita por Alan Moore, en Terra Obscura vas a encontrar las respuestas.
Relatos de Guerra del Teniente Koinsky complia dos historietas de 22 páginas escritas y dibujadas por el maestro Hugo Pratt… probablemente en la segunda mitad de los ´70, aunque en la edición española no hay ningún dato al respecto. El título, además, es medio un engaña-pichanga porque Koinsky (protagonista de Los Escorpiones del Desierto) no aparece ni a saludar.
Estas historias se parecen más a las de Ernie Pike, en el sentido de que narran acciones bélicas de la Segunda Guerra Mundial, sin indagar mucho en los personajes que las protagonizan. Sin embargo, el Tano Pratt se las ingenia para meter pinceladas de caracterización y hasta un cierto humor, incluso en el contexto adverso en el que suceden los hechos. La primera historia transcurre en la selva, entre Birmania y Siam, y los protagonistas son un comando aliado que combate con los japoneses. En la segunda, australianos y neozelandeses se enfrentan a los alemanes en el desierto del norte de África.
Los argumentos están tomados de hechos reales, siempre con la guerra como verdadero villano, siempre con los muchachos del Eje haciendo gala de una puntería sólo comparable con la de Pato Bullrich después de una damajuana de tinto. En la primera historia, además, Pratt ensaya un jueguito de “hechos alternativos”, de una realidad que resulta no ser la realidad. Y le sale muy bien. En la segunda historia, mientras tanto, brilla el talento para dibujar vehículos y maquinaria bélica de los asistentes del Tano, que la tenían clarísima. El dibujo del maestro, impecable de punta a punta, en el equilibrio justo entre el realismo aventurero y la síntesis.
Cierro con The Coverman, una novela gráfica de 2016, escrita por Ariel Grichener y dibujada por Sebastián Sala, la dupla con la que nos cruzáramos el 13/02/15. La trama gira en torno al clásico pacto faustiano y además incorpora varios elementos metafísicos y religiosos que ya son un clásico en el comic: ángeles, demonios, purgatorio, infierno, etc. También el tema del rock´n roll, aunque (como la historieta no tiene sonido) no se llega a explotar todo su potencial, y un elemento que sí rinde mucho que es la ambientación tipo road movie que tiene el guión.
Entre eso, la acción y la atención por los climas, Grichener nos mantiene bastante involucrados hasta el final, aunque nos hagan ruido esos diálogos escritos en “imitación del castellano neutro de las películas yankis mal dobladas en Centroamérica”. El dibujo de Sala es dinámico, está apoyado en el claroscuro como principal recurso expresivo, y complementado con una correcta aplicación de grises en el Photoshop. Ni el guión ni el dibujo son recontra-originales, pero –si no lo agarrás convencido de que vas a leer una obra maestra- The Coverman no decepciona en lo más mínimo.
Gracias por el aguante y nos reencontramos ni bien tenga más libros leídos.

lunes, 23 de enero de 2017

TRASNOCHE DE LUNES

Hace un calor espantoso a las 12 y media de la noche, pero estoy contento porque la Academia otra vez le dio murra a nuestros amarguísimos rivales de siempre. Vamos con las reseñas de dos libros que leí hace poco y me gustaron mucho.
Pablo De Santis me volvió a sorprender con Cobalto, una “serie” en la que recrea la magia de El Hipnotizador… o por lo menos repite el truco que tan bien le salió aquella vez: amagar con que nos va a contar una seguidilla de relatos autonclusivos y, ni bien nos engancha, pegar el volantazo y jugarse a fondo por una novela gráfica, en este caso mucho más breve que El Hipnotizador (apenas 46 páginas) pero no por eso menos contundente. Cobalto es un thriller con elementos fantásticos que te atrapa en tiempo record y te lleva, sin perder un minuto, rumbo a una resolución brillante, categórica, de esas que sólo se le ocurren a los grandes narradores. Todo eso sin mezquinar diálogos memorables y giros argumentales asombrosos.
La comparación con El Hipnotizador es medio inevitable, porque esta vez De Santis también cuenta con la complicidad de Juan Sáenz Valiente al frente de la faz gráfica. Pero acá Juan no busca reproducir las maravillas que nos regaló en su colaboración anterior con Pablo, sino que agarra totalmente para otro lado, se lanza en otra búsqueda, de otro grafismo. Este es un estilo raro de Sáenz Valiente, en el que las figuras se vinculan con los fondos y ambos elementos se vinculan con el color de un modo arriesgado, inesperado, muy original… y que me gusta un poco menos que el estilo más clásico de Juan. Como complemento (porque tratar de vendernos un libro con sólo 46 páginas de historietas es más difícil que convencernos de que Calcaterra, Arribas y Macri nunca pagaron ni recibieron coimas) tenemos tres historias cortas de la dupla, que en su momento aparecieron en Fierro, y donde vemos a Sáenz Valiente incursionar en otros estilos que domina a la perfección. Las tres están buenas, pero creo que La Pluma de las Historias Tristes es la que más me enganchó.
Vamos con otro tomo de la colección MAD´s Original Idiots, esta vez al dedicado a reunir los trabajos del malogrado maestro Wally Wood para los primeros 23 números de la famosa revista de humor satírico de la E.C.. No hace falta que lo diga yo (obviamente) pero Wood era un dibujante prodigioso, una especie de Will Eisner con poderes camaleónicos, capaz de reproducir fácilmente los rasgos distintivos de otros dibujantes. Un talento ideal cuando tenés que parodiar historietas de Superman, Batman, Flash Gordon, Prince Valiant, Pogo, Little Orphan Annie, Terry and the Pirates, los Blackhawks… y películas, y poemas, y afiches publicitarios… Wood no deja títere con cabeza y en cada viñeta pone una cantidad impresionante de detalles, en dibujos de enorme plasticidad, impactante belleza, perfectamente funcionales a la narrativa, y con unos minones infernales (especialidad de un tipo que durante muchos años paró la olla con historietas eróticas).
Como en el tomo anterior, acá tenemos un sólo guionista: el imparable Harvey Kurtzman, un auténtico subversivo, quien pone en juego una amplísima gama de recursos a la hora de satirizar (que es la mejor forma de cuestionar) a un montón de instituciones de la cultura, el entretenimiento, las costumbres y la propia estructura social de los EEUU de los años ´50. Incluso llega a escribir una historieta que satiriza las convenciones de… las historietas satíricas. Y además, ya en aquel entonces, se animaba con historietas que jugaban con la gramática misma del lenguaje del comic (la apabullante “3-Dimensions!”) o que giraban en torno al uso y abuso de las onomatopeyas (“Sound Effects!”). Un genio total. Ah, y en este tomo seguimos sufriendo un poco el color, que quedó realmente muy antiguo, pero no tanto el tema de la sobrecarga de textos en cada viñeta. Hay mucho, pero no tanto como en las historietas que dibujaba Jack Davis. Me queda un tomo más, prometo entrarle pronto.
Y prometo también volver con nuevas reseñas, ni bien tenga algunos libros más en pilón de los leídos.

jueves, 19 de enero de 2017

UNA LARGA Y DOS CORTAS

¿Qué hacés, Batman, tanto tiempo…? Volví a leer algo de Batman, en este caso un TPB que reúne tres arcos argumentales originalmente aparecidos en la revista Legends of the Dark Knight, uno del ´95, uno del ´96 y uno del ´97.
Para respetar el orden en el que salieron en la revista, el TPB arranca con Werewolf, un arco escrito por James Robinson, sumamente estirado. Son 75 páginas dedicadas a una trama que se podría haber desarrollado tranquilamente en 48 y que ni siquiera es muy interesante. Por ahí hay climas logrados, algún diálogo, pero en general está MUY por debajo de Blades, aquella memorable participación de Robinson en LOTDK. El dibujo es de John Watkiss, artista al que uno habitualmente asocia con el aburrimiento, y los más flojitos de estómago, a la náusea. Acá se nota la intención de Watkiss de dibujar y narrar bien, pero no lo logra. Intuyo que el dibujo se vería mejor en blanco y negro, pero no lo puedo afirmar categóricamente.
El segundo arco tiene un equipazo: guión de Warren Ellis, dibujos de John McCrea. Pero es de 1996, acá Ellis todavía no había explotado ni en StormWatch ni en Transmetropolitan y la saguita, si bien tiene un par de ideas buenas, no entra ni en pedo a un Top Ten de obras del inglés, ni de arcos de LOTDK. Lo mejor es el final, las últimas tres páginas, donde Ellis pone arriba de la mesa el dilema ético que subyace en toda la historia. El dibujo de McCrea es adusto, intenso y está siempre agazapado, a la espera del momento justo para impactar.
Y el tercer y último arco está a cargo de una dupla que ya jugaba de memoria: Alan Grant y Quique Alcatena, creo que en su primera visita conjunta a Gotham. El guión de la Bruja no es gran cosa: lo salvan algunos diálogos exquisitos de Alfred (¿quién si no?) y el buen aprovechamiento del hecho de que esta aventura transcurre durante el primer mes de Bruce Wayne como Batman, cuando todavía estaba muy verde. El resto, muy de manual, muy predecible. El dibujo de Alcatena, glorioso como siempre, con el atractivo extra de verlo dibujar lo que rara vez dibuja en sus historietas de corte más fantástico: callejones, tugurios, cloacas y una versión todavía muy primitiva de la Batcave. Todo esto con un ritmo y una puesta en página que no tienen nada que ver con los de sus trabajos para Italia. Como era de esperar, la magia de Quique le levanta el puntaje general al libro, que dentro de todo, aprueba dignamente.
Me voy a Inglaterra, donde en 1989 a algún transtornado se le ocurre editar como un álbum de tapa dura, a todo culo y en formato pequeño (24.5 x 16.5) dos historietas muy cortas del maestro francés Serge Clerc. Sam Bronx and the Robots y Murder in Megaville son relatos breves, en el mismo mundo y con los mismos personajes, y tuve que buscar páginas de las historietas en francés para convencerme de que Clerc las dibujó así, de a dos viñetas por página, porque pareciera un remontaje bizarro de una historieta planteada de modo más tradicional. Pero no, la bizarreada se la mandó Clerc, que decidió narrar historias en 32 y 18 viñetas, respectivamente, en las que la puesta en página está supeditada a la elección del formato (una viñeta arriba y otra abajo) y donde el dibujo se luce muchísimo. Pasan muy poquitas cosas, el desarrollo argumental es mínimo… pero ves esa línea, esos trazos, esas masas de negro, esas tramas mecánicas, esos fondos, esas líneas cinéticas… y nada te importa una chota. Es Clerc dibujando con todas las pilas y eso recontra-alcanza y recontra-sobra.
Y termino con la edición argentina de Del Otro Lado, del español Linhart, alq ue alguna vez nos cruzamos en alguna antología. Los tres episodios de Del Otro Lado son formidables: es una serie que narra las no-aventuras de Pablo Picasso, John Lennon, Albert Einstein, Lenin y Elvis Presley en una especie de limbo, un purgatorio extraño y sombrío. Linhart no sólo descolla en la gráfica, sino que tira muchísimas ideas y reflexiones geniales. Pero la serie llegó sólo hasta el tercer episodio (lejos el mejor) y el resto del tomo se completa con historias cortas, sin personajes recurrentes. Acá hay climas que remiten a Franz Kafka (también homenajes explícitos), conceptos dignos de Sigmund Freud y algunos achacos medio alevosos a Charles Burns. El nivel de los guiones, en estas historias autocionclusivas es muy desparejo. Algunas, de hecho, parecen estar hechas sin guión, así, al voleo. Pero bueno, de última siempre garpa el dibujo, que es inquietante, sugestivo y se apoya en una destreza técnica poco frecuente.
No me queda un choto sin leer, así que vuelvo cuando se me acumulen algunas lecturas. Será hasta entonces…

lunes, 16 de enero de 2017

MAS LECTURAS DE VERANO

Por fin terminé ese libro del que estuve entrando y saliendo durante varios días. Era el integral de El Granjero de Jesú, la mega-
edición de Maten al Mensajero que trae TODO, absolutamente todo el material creado por Angel Mosquito para esta serie autobiográfica que arrancó allá por 2006 y terminó (creemos que definitivamente) a principios de 2016. Este es un libro de 270 páginas, con muchísimo para leer y que recomiendo leer de a poco, en muchas sentadas breves, aprovechando el hecho de que cada historia está resuelta en una sóla página.
El Granjero de Jesú, además de haber sido una historieta emblemática en aquel augue de las autobiografías del 2006-2009, es una verdadera cátedra de cómo hacer entretenida la gastadísima consigna de “un historietista nos cuenta su vida cotidiana en forma de historietas”. En parte porque muy rara vez Mosquito nos cuenta historias que tienen que ver con su labor como historietista. En las páginas de El Granjero… lo vemos laburar más frecuentemente de albañil, de amo de casa, de padre, de carpintero, de chofer, de asador, de estudiante, y sí, también de granjero. Las refacciones de su casa (ubicada en un área cuasi-rural del Gran Buenos Aires), los trámites de todos los días, los problemas con el auto, alguna borrachera, algún viaje de vez en cuando, las batallas contra los insectos y los partidos de la Selección le dan al autor temas de sobra para que estas anécdotas cotidianas tengan siempre un espacio para la comicidad (a veces más bestial, a veces más sofisticada) y sobre todo para la complicidad entre Mosquito y sus lectores, que es lo que hace que la serie funcione.
En la segunda etapa (la que arranca en 2013) los guiones bajan un cambio en materia de guarangadas, sordidez y virulencia, mientras vemos un nivel de dibujo mucho más logrado, ya sin las tramas mecánicas (que Mosquito siempre manejó con jerarquía), pero con una plasticidad, una expresividad y una capacidad de síntesis muy superior a la de la primera etapa. Por supuesto también ayuda el hecho de que haya menos cuadros por página y el reemplazo del rotulado manual por las tipografías. Las “aventuras” de la segunda etapa compensan el menor despliegue territorial (rara vez lo vemos a Mosquito salir de su casa y casi nunca de su barrio) con una apuesta muy notable en materia de imaginación: por esa casa empiezan a desfilar (como si fuera la pampa desierta de Inodoro Pereyra) animales que hablan, noteros de canales de TV y personajes de Karate Kid, Brigada A y Star Wars. O sea que hay un margen para el delirio, aunque el humor siga siendo básicamente prosaico, frontal, muchas veces hasta cruel. Si te interesa el fenómeno de la historieta autobiográfica, sin dudas tenés que visitar al Granjero de Jesú.
Y también me clavé el tomo de la colección MAD´s Original Idiots dedicado al maestro Jack Davis (fallecido en 2016), que reúne todo el material realizado por el prócer para los primeros 23 números de MAD, cuando la clásica revista salía en formato comic-book a todo color. Ya había leído varias de estas historietas (todas escritas por otro monstruo sagrado, Harvey Kurtzman), pero me encontré también con varias que no conocía y que me parecieron brillantes. Tienen un problema y es que son de los años ´50, cuando en los comics se metía una cantidad de texto por viñeta que hoy nos resulta inexpugnable. Y encima Davis sobrecargaba el dibujo con detalles y efectos de iluminación a lo bestia, con lo cual el libro te tira una sobredosis de información que puede resultar difícil de asimilar.
Pero vale mucho la pena. Las ideas de Kurtzman son loquísimas y van mucho más allá de la sátira a los típicos relatos de terror, de cowboys o de chicas enamoradizas. Hay críticas muy ácidas a la sociedad de consumo yanki, a Hollywood, al (por entonces incipiente) fenómeno de la televisión y a la propia historieta. Y mientras Kurtzman te invita a reflexionar, Davis te invita a maravillarte con ese dibujo hiper-plástico, en el que las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los personajes compiten con los textos a ver quién te hace cagar más de risa. Davis parece un Will Eisner drogado con éxtasis, más intenso y más feliz. Y sufre el mismo problema que todos los clásicos de la E.C.: un color que hoy se ve chato, mediocre, y guiones que muy rara vez dejan margen para que el dibujante “se ponga los largos” y narre desde la imagen. Incluso contra esos obstáculos, la genialidad del trazo de Davis explota, sorprende y emociona por su potencia expresiva, su comicidad y su capacidad de adaptarse a los distintos géneros a los que visita en estas historias de no más de siete páginas, que tienen MUY bien ganado el status de clásicos. En cualquier momento le entro a los otros dos tomos de esta colección, un hermoso invento de DC de fines de 2015.
Ni bien tenga más libros leídos, nos reencontramos por acá. Ah, y gracias a todos los que –además de seguirme por acá- se suscriben al canal de YouTube de Comiqueando para ver los videos.

jueves, 12 de enero de 2017

CAGADO DE CALOR

Ufff… Está calentito el tema, y no me refiero a los manteros, ni a los mapuches, ni a los jubilados ni a ninguno de esos grupos de poder concentrado a los que nuestro maravilloso gobierno ataca con tanto coraje y tanta valentía, para impartir verdadera justicia de una vez por todas. Hablo de la temperatura, que está heavy y me complica el placer de sentarme a escribir sobre historietas. Pero bueno, ahí vamos…
Empecé a llenar el bache que tenía en Fantastic Four de Jonathan Hickman. Yo había hecho la boludez cósmica de pasar del Vol.4 (reseñado el 29 de Enero de 2014) al Vol.5 (lo vimos el 08/02/14), sin pasar por FF, la serie que durante un año reemplazó a Fantastic Four y después se convirtió en una serie paralela a la que inició el Universo Marvel. Tarde pero seguro, entonces, arranqué con el Vol.1 de FF, donde Hickman explora mínimamente las consecuencias de la muerte de Johnny Storm, para enseguida centrarse en lo que a él más le interesa: el hiper-kilombo multidimensional con los Reed Richards de varias tierras alternativas.
Lo mejor que tienen estos cinco episodios son la notoria escacez de machaca (páginas y páginas pobladas de héroes y villanos sin que vuele un sólo cachetazo), el gran trabajo en la construcción de personajes (con Reed, Sue y Valeria a la cabeza) y esa sensación de sembradío a largo plazo, de cultivo de puntitas argumentales que (ya lo sé porque leí lo que viene después) en algún momento van a florecer y a convertirse en tramas importantísimas. Y lo más flojo es lo lento que avanza la trama principal, brutalmente descomprimida por un Hickman al que le interesa mucho más darle espesor a los misterios y a los climas que resolver los conflictos. En cuanto al dibujo, tenemos tres episodios a cargo de Steve Epting y dos a cargo de Barry Kitson, los dos muy bien, muy generosos a la hora de darles vida a guiones muy complejos, que uno imagina arduos de dibujar. El colorista Paul Mounts se acopla muy bien a los dos estilos y enriquece mucho la experiencia de lectura. Más cerca de fin de año, o ya en el 2018, prometo retomar FF.
Me voy a Uruguay, donde los hermanos Andrés y Leonardo Silva nos proponen reencontrarnos con José Gervasio Artigas, la figura más reconocida de la historia del país hermano, ahora convertido en Prócer Zombie, protagonista de una historieta de humor y aventuras al estilo de The Goon, de Eric Powell. La historieta se apoya en dos ejes, que lamentablemente nunca se terminan de amalgamar. Por un lado, el contrapunto entre una historia oficial en la que Artigas es un héroe, un tipo valiente, recto y probo, fuera de todo cuestionamiento… y un Artigas real, que no es ni tan valiente, ni tan recto ni tan probo. Un giro entretenido, que agrega una cuota de comicidad muy fina, para nada grotesca, pero que no se sostiene a lo largo de las 55 páginas que dura la obra.
Por el otro lado, está la idea de que el prócer del Siglo XIX interactúe con indigentes, prostitutas, borrachos, barrabravas y demás malvivientes en las calles de la Montevideo del 2015, que no se parecen en nada a las que él conoció. Esa es la parte más interesante de Prócer Zombie, que se empieza a difuminar a medida que los Silva Bros. abusan del recurso y traen a la vida a más y más figuras históricas del Siglo XIX. Esto reencauza la trama hacia el combate grosso entre dos facciones de personajes históricos resucitados (caracterizados sin medias tintas, como “los buenos” y “los malos”)… y ahí es donde Prócer Zombie perdió totalmente mi interés. Seguí leyendo hasta el final, pero en piloto automático, y porque me gustó mucho el dibujo, aunque en las últimas páginas se luzca poco y nada a causa de la gran acumulación de viñetas. El uso del color también me pareció muy original, muy ingenioso. Me encantaría leer a los Silva Bros. en otra historieta, quizás en equipo con alguno de los muy buenos guionistas que tiene hoy Uruguay.
Y sigo enfrascado en la lectura de un libro de infinitas páginas, que espero terminar pronto para reseñarlo en este espacio. Nos reencontramos en unos días.


domingo, 8 de enero de 2017

TARDE DE JOVENES A LA DERIVA

Voy medio lento con las lecturas porque estoy luchando contra un libro muy largo, y además estoy leyendo un texto sobre historieta que me tiene totalmente hipnotizado. Cuando lo termine, seguro lo voy a comentar en este espacio.
Arranco en 2001, en la pequeña editorial AiT/PlanetLar, donde Brian Wood, después del moderado suceso de Channel Zero (ver reseña del 26/12/12), da un paso importante en su carrera como “guionista que no dibuja”: después de una olvidable temporada en Marvel, vuelve a crear una historia totalmente original, esta vez junto al ignoto dibujante Brett Weldele, y de nuevo en la temática de “jóvenes a la deriva” que tanto resultado le había dado. Couscous Express es una novela gráfica de 70-75 páginas, no mucho más, que arranca para el lado de la comedia costumbrista, amaga con virar para el lado de la denuncia social y termina como una historia de gangsters que se recontra-cagan a tiros, mezclada con romance. Y con comida árabe.
Como siempre, Wood la descose con la construcción de los personajes. Incluso el villano, que casi no habla, está perfectamente definido. Enseguida te das cuenta de que es un hijo de mil putas irredimible, más malo que el gobierno que le saca los medicamentos a tus abuelos si cobran más de $ 8500 de jubilación. La historia avanza a un ritmo ni pachorro ni frenético, y deja espacio para que se luzca el verdadero amor de Wood: la ciudad de New York. El dibujo de Weldele adolesce de una cierta falta de fondos, o del uso de fotos para reemplazarlos, pero tiene una frescura, una síntesis y una fuerza expresiva muy notables, con momentos en los que me hizo acordar a genios como Guy Davis, Chris Bachalo o Ted McKeever. Couscous Express no fue un hitazo ni mucho menos, así que capaz que lo encontrás en oferta y lo pagás menos de lo que vale una porción de humus en cualquier restó árabe de Buenos Aires.
Me voy a Japón, donde me espera otro de los grandes especialistas en contar historias de “jóvenes a la deriva”. El glorioso Inio Asano reunió en el tomo llamado El Fin del Mundo y Antes del Amanecer diez relatos cortos protagonizados por chicos y chicas con problemas y sentimientos muy reales. Uno de ellos le sobró de What a Wonderful World!, aquella colección de historias cortas editadas en dos tomos que vimos allá por Febrero de 2010. Y otro (el más largo) es un remixado de tres episodios de una serie que empezó pensada para durar varios tomos, pero –veletazo mediante- quedó ahí y se convirtió en un unitario extra-large.
Asano es (lejos) el que mejor hace el truco de resolver los fondos con fotos retocadas, el que los hace ver más lindos, mejor integrados a su grafismo, Por supuesto que Tezuka, Ishinomori y todos los senseis que les enseñaron a los mangakas más jóvenes a buscar la síntesis y omitir detalles se retuercen en sus tumbas cada vez que sale un libro de Asano, como Yrigoyen y Alfonsín cada vez que abren la boca Ernesto Sanz o Gerardo Morales. Pero Asano no es un mangaka común, sino un virtuoso pasado de rosca, que en pocos años logró desarrollar su propio universo visual y hasta su propia narrativa, su propia gramática de este lenguaje al que llamamos historieta.
Las historias del tomo transmiten ilusión, angustia, sueños incumplidos, nostalgia, a veces ironía, a veces desazón. Pongo por encima del resto el tramo de Domingo, 6:30 de la Tarde protagonizado por el papá de los hermanos Esono (un personaje complejísimo, clásica víctima del capitalismo salvaje que considera a los seres humanos engranajes de una maquinaria) y Tokio, la historia del joven mangaka que vuelve a su pueblo rural para reencontrarse con sus compañeros de la escuela primaria. Pero si te gusta el estilo anti-épico de Asano, ese superpoder (que comparte con Adrian Tomine) de ponerle fin a los relatos donde vos menos te lo imaginás, ese tono intimista que se esfuerza por no caer en la sensiblería, estoy seguro de que todas las historias te van a llegar. Y si no, no importa: disfrutá del dibujo, que es majestuoso.
¿Ya dije que es muy injusto que en Argentina haya tres editoriales que publican manga y ninguna ofrezca este tipo de tomos, con varias historias autoconclusivas de algún autor grosso? Bueno, si ya lo dije lo repito, total el público se renueva, como dice la nonagenaria fascista sicaria de Magnetto. Hasta acá llegamos por hoy y nos reencontramos ni bien tenga más libros leídos.

jueves, 5 de enero de 2017

LECTURAS VERANIEGAS

Bueno, acá estoy de nuevo. Vamos con algunas lecturas veraniegas…
Un muy lejano 2 de Mayo de 2010, acé en blog nos reíamos un buen rato con Los Superhéroes Injustamente Desconocidos, un álbum en el que el maestro francés Manu Larcenet nos presentaba a superhéroes absurdos, patéticos, condenados al fracaso antes de empezar. En este álbum de 2003, Larcenet descarga toda su mala leche sobre un único héroe: La Leyenda de Robin de los Bosques nos propone reencontrarnos con el mítico Robin Hood, pero viejito, chicato, con Alzheimer y transplantado al mundo moderno. Son siete historietas breves, de seis páginas cada una, en las que Larcenet plantea, desarrolla y remata una idea, siempre en clave de parodia, de sátira muy aguda.
El pequeño Juan, el padre Tuck, el sheriff de Nothingham y Lady Marian también tienen sus roles en este Sherwood otoñal, donde te podés cruzar también con turistas, un árbol que habla o un Tarzan también octogenario al que los animales le gustan demasiado. Además de humor y mala leche (los episodios con Tarzan y el padre Tuck son particularmente malignos), Larcenet nos garantiza un dibujo de gran calidad, esta vez a todo color, con reminiscencias de maestros del humor “mugriento” como Reiser o Vuillemin, pero con composiciones y timing mucho más próximos a la corriente en la que militó siempre Larcenet, que es la de Trondheim y Sfar. La traducción al castellano es MUY graciosa, así que evidentemente Norma contrató a gente que sabe hacerlo muy bien.
Otro flashback, esta vez al 14/02/16, cuando me tocaba reseñar el libro de La Duendes dedicado al maestro Alfredo Grondona White, prócer inolvidable para los que alguna vez leímos Hum®, SuperHum® o SexHum®. Si repasás ese texto, vas a ver que el libro tenía más problemas que la AFA. Pero por suerte, en 2016 salió una nueva edición, corregida y aumentada, en tamaño grande, sin errores, con la misma escacez de ideas en el diseño gráfico, pero con más material. Y como además Grondona White falleció en 2015, la nueva edición incluye homenajes que otros autores le hacen al maestro. La versión de 2012 estaba agotada hacía rato, así que olvidate de que existe: ahora el único libro que circula por ahí con chistes, historietas, tiras y dibujos de Grondona White (más textos, entrevistas y bocetos) es este. Y está muy bien. Si sos fan de este exquisito exponente del humor y la historieta argentinos, o si nunca lo habías oído nombrar, buscalo y maravillate con su talento.
Para terminar, un clásico de 1988 que DC tardó nada más que 26 años en recopilar en libro: Cinder and Ashe, una historieta escrita por Gerry Conway y dibujada por el ilustre José Luis García López, claramente apuntada al público adulto. Este es un Conway raro, más oscuro y a la vez más libre, que nos invita a adentrarnos en una trama muy violenta, con una conspiración jodida (por momentos me hizo acordar a XIII, el clásico de Jean Van Hamme) y personajes muy duros, muy sórdidos y sobre todo muy bien elaborados. Lo único que no me cerró del guión es que el recurso de ir mechando flashbacks al pasado de los personajes (principalmente ambientados en la Guerra de Vietnam) se extiende hasta casi la última página. Para que eso te salga bien, la resonancia entre escenas del pasado y el presente tiene que ser perfecta, a nivel Alan Moore. Si no, parece un recurso de guionista desesperado al que se le acaban las páginas y le quedan un montón de cosas por contar.
El dibujo de García López (como siempre) es majestuoso. El ídolo te hace sentir que dibujar así es lo más normal del mundo, porque sus personajes tienen esa fluidez, esa plasticidad… son actores que actúan bien, no modelos que posan para la foto. El cuidado en la ropa, las armas, los escenarios, las expresiones faciales… un trabajo realmente magistral del argentino nacido en España y radicado en EEUU. Y además muy loco, porque dibuja una escena de sexo muy impactante, que es algo que nunca le había visto dibujar. El color de Joe Orlando (sobrio, sin estridencias) podría no estar sin que la historieta se resienta en lo más mínimo. La estrella de Cinder and Ashe es, sin dudas, el dibujo y la narrativa de un García López inspiradísimo, que se banca páginas de 9 ó 10 viñetas, cuadros recontra-cargados de texto, varias escenas narradas en paralelo… un montón de desafíos sorteados con la jerarquía de un grande entre los grandes. Una lástima que Conway y García López no hayan producido más aventuras con estos personajes.
Hasta acá llegamos por hoy. Gracias y hasta pronto.

lunes, 2 de enero de 2017

OCTAVA TEMPORADA

Y bueno, arrancamos la octava temporada de este blog que empezó allá por el binario 01/01/10. A riesgo de aburrirlos a ustedes, porque a mí, la verdad que este formato de varias reseñas cortas cada dos o tres días me resulta muy cómodo y muy divertido.
Ajustes económicos mediante, en 2016 compré bastantes menos libros que en 2015, pero para un año más seguro va a alcanzar el canuto que tengo armado, sumado a lo que se vaya publicando a lo largo de este año y me resulte accesible o irresistible. El año anterior lo terminamos con 67 entradas, y me parece una cifra sumamente superable este año, principalmente porque el mes que tuvo más posts fue Diciembre.
Para 2017 se vienen muchos viajes (ya iremos manijeando los distintos eventos en los que voy a estar como invitado o como expositor), varias pelis interesantes (creo que arrancamos con la de Valérian) y sobre todo muchas lecturas. Vamos con las primeras reseñas, de libros que me devoré durante las últimas horas del extraño e inclasificable 2016.
En Mayo, en Montevideo Comics, regalaban este libro con un montón de historietas de José Rivera, un dibujante uruguayo de los ´50 y ´60 del que nunca había oído hablar. El tipo era una BESTIA como ilustrador (lo cual queda clarísimo con ese fragmento de un dibujo que aparece en una de las solapas del libro, con los gauchos a caballo) y como historietista… va mutando. El libro arranca con una tira llamada Patricio York, de 1957, que es la nada misma. Guiones horrendos, un dibujo adocenado, muy estático, un clon mediocre de José Luis Salinas. Y mejora mucho cuando llega Ismael, otra tira de aventuras de temática gauchesca que Rivera dibuja entre 1959 y 1960. Los guiones siguen siendo más bien ilegibles, pero por lo menos la tipografía no te daña los ojos. Y el dibujo de Rivera está mucho mejor: gana en plasticidad, en dramatismo, en virtuosismo a la hora de retratar la anatomía de hombres, mujeres y caballos, y hasta muestra un cierto riesgo en los efectos de iluminación y en la planificación de las secuencias mudas, que tienen bastante peso en la trama.
Para el final, lo vemos a Rivera al frente de una historieta infantil, con muchas menos viñetas por página y poco texto. Una gran oportunidad para descollar con el dibujo… que el maestro desperdicia, porque en las planchas de Paloma y Pequitas sólo queda la plasticidad de Ismael. Las demás virtudes, brillan por su ausencia. Y por supuesto, los guiones son infumables. Estamos frente a un libro que se distingue por ofrecer material raro, sólo para arqueólogos de la historieta latinoamericana, y está muy bueno que se editen cosas asi, para seguir descubriendo trabajos de los viejos maestros, hoy bastante olvidados.
Rompo mi regla de leer comic de origen anglófono en inglés, por culpa de la edición nacional de Amuleto: El Guardián de la Piedra, el primer tomo de la mega-epopeya de Kazu Kibuishi (japonés radicado en EEUU, fundador de la antología Flight) que la está rompiendo entre los pibes de medio planeta. La verdad que la traducción es floja. Donde hay margen para trastabillar, trastabilla. No está mal redactada, ni dice animaladas, pero entra en esas clásicas frases que se nota que están mal traducidas del inglés.
La historieta está muy bien. Tiene ritmo, sube la apuesta varias veces, tiene giros impredecibles (dentro de un planteo general bastante clásico), los personajes son interesantes… Se recomienda “para chicos de 7 a 12 años” pero me parece que es medio heavy para menores de 9 ó 10. Y para grandes… te tiene que gustar mucho el tema de los universos fantásticos para engancharte a full, pero el ritmo es ganchero, atrapante.
El dibujo de Kibuishi es sintético, dinámico, cero virtuoso, como un dibujo animado de los de ahora. Como en las historietas que aportaba en Flight, Kibuishi se mata dibujando fondos y paisajes y te destruye con la paleta de colores y la forma de aplicarlos. Visualmente, Amuleto no se parece a otras historietas de aventuras, y eso es un gran punto a favor. Si querés cebar con un comic a un pibe o piba fan de Harry Potter y ese tipo de literatura, este Amuleto seguro te va a ayudar a lograr tu cometido.
Tengo leído un librito más, pero me lo guardo para la próxima. ¡Feliz año para todos y los invito a seguir recorriendo el maravilloso universo del Noveno Arte!