el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 30 de junio de 2012

30/ 06: HOY NO HAY NADA

Y, todo no se puede… Hoy es mi último día acá en Lima y no tengo tiempo para mucho más que despedirme de los amigos, recorrer algún lugarcito de la ciudad que me quedó pendiente y rumbear para el aeropuerto a tomar el bondi con alas que me va a dejar en mi Buenos Aires querido en las primeras horas de mañana.
Mañana sí, arrancamos Julio (o sea, el mes 31 del blog) con una nueva reseña. No vamos a tener cifras de venta de Junio, porque este mes laburé sólo dos semanas y no son datos muy representativos. En todo caso, a principios de Agosto hacemos un Junio + Julio.
Mil gracias a los amigos peruanos que se acercaron en Lima Comics a saludar y felicitar por el blog, gracias también a todos los lectores que se sumaron en las últimas semanas y sobre todo gracias por bancar el blog en meses como este, en los que me fue imposible postear todos los días. Aún así, con ese paréntesis de tres días, Junio superó a Mayo (por muy poquito) en cantidad de visitas y es –hasta ahora- el mes record. En la segunda mitad del año también habrá un par de pausitas en el ritmo diario del blog, pero prometo que no van a ser muchas ni muy prolongadas.
Gracias de nuevo y mañana seguimos esta maratónica recorrida comiquera rumbo al 31/12/12. Ah! Y mañana retomamos también la continuidad diaria en Soretes Azules, el blog de tributo a Carlos Trillo!

viernes, 29 de junio de 2012

29/ 06: EL DIARIO SENTIMENTAL DE JULIAN PI

A ver… ¿cómo explicar esto? El Diario Sentimental de Julián Pi es una historieta… entre muy buena y excelente. Una gran comedia costumbri sta, un gran slice of life que –como Bastonazos de Ciego- nos invita a seguir a un muchacho soltero y medio loser a lo largo de varias relaciones que entabla con distintas chicas. El autor es el español Lorenzo Gómez, un dibujante sumamente eficiente, con una narrativa ajustadísima, un trazo lindísimo y un manejo soberbio de las tramas mecánicas. Los personajes (no sólo Julián) están perfectamente delineados, las situaciones son absolutamente creíbles, los diálogos dicen cosas que todos dijimos alguna vez y todo el conjunto de la obra transmite hermosas sensaciones.
Aún así, me cuesta creer que El Diario Sentimental de Julián Pi haya ganado todos los premios que ganó y que Lorenzo Gómez haya recibido todos los aplausos que recibió. ¿Por qué? Porque casi no hay diferencias entre esta obra y cualquier álbum de Monsieur Jean, de Dupuy y Berberian. Esto es IGUAL a cualquier tomo de la dupla francesa. Pero IGUAL-IGUAL! No hay ni la más mínima intención por parte de Gómez de despegarse siquiera un milímetro de la fórmula con la que se consagró Monsieur Jean en la segunda mitad de los ´90. ¿Te acordás cuando mucha gente se refería a Mikilo con el mote de “el Hellboy argentino”? Bueno, esto es el Monsieur Jean español. Y aunque es muy bueno, no es mejor que el Monsieur Jean francés.
O sea que sólo puede resultarle atractivo a quienes no conocen la obra de Dupuy y Berberian o aquellos que alguna vez soñaron con el What If… Monsieur Jean fuera español. Los demás podemos disfrutar de una historia copada, bien escrita y bien dibujada, pero no nos podemos sacar de la cabeza el servilismo de Gómez para con los autores franceses. La faz visual se diferencia en sólo tres detalles: hay tramas mecánicas en vez de color, hay muchos menos cuadros por página (generalmente son 6, pero también hay páginas de 3 y 4) y los perros muestran una influencia gráfica mestiza, mitad Dupuy-Berberian, mitad Javier Mariscal. El resto, se conforma con parecerse lo más posible a una historieta de Monsieur Jean.
Ojalá algún día me encuentre con otras obras de Lorenzo Gómez, en las que el autor despliegue su talento (que indudablemente tiene) y desarrolle un universo gráfico y temático propio, por afuera de la gigantesca sombra que Dupuy y Berberian proyectan sobre El Diario Sentimental de Julián P.

jueves, 28 de junio de 2012

28/ 06: SANDRA

Bueno, hoy cortito porque no tengo mucho tiempo.
Sandra es una novela gráfica realizada para el mercado francés por un autor español, el implacable Santiago Arcas. La premisa está tan buena, que estas 46 páginas se podrían convertir en el primer arco de una serie de Vertigo: un brujo vudú fan de las computadoras trata de resucitar a una minita que se murió, Sandra Portuondo, campeona de Lucha Loca, una disciplina marcial caribeña. Por supuesto algo sale mal y en vez de una Sandra, resucitan tres: la campeona de lucha, una Sandra niña de unos ocho años y la Sandra ya muerta, un auténtico cadáver. Por si faltara algo, Sandra recibió en vida una maldición que la condenó al Infierno, o sea que su regreso al mundo de los vivos no pasa desapercibido por sus majestades satánicas, que envían a unos cuantos demonios a buscar a la “prófuga” para que siga cumpliendo con su condena.
A lo largo de la novela habrá persecuciones, peleas con demonios, conjuros, algo de introspección, alguna sutil bajada de línea acerca de las culturas fetichistas/oscurantistas que aún perduran, extrañas alucinaciones místicas, suspenso y hasta unos cuantos chistes. O sea que Sandra podría ser un muy buen arquito argumental de Hellblazer, ponele, ambientado en una locación exótica. El personaje mejor trabajado es el brujo Ibrahim, pero se nota que Arcas le puso onda también a las tres Sandras, para que todas tengan su momento de lucimiento.
A todo esto, ¿Santiago Arcas no era guionista? Sí. En los ´90, y en dupla con el gran dibujante Daniel Acuña (que pasó por DC y ahora creo que está en Marvel), Arcas firmó muy buenas historietas (me acuerdo ahora de Claus & Simon), siempre como guionista. No me preguntes cómo, un día el tipo decidió que también tenía que dibujar y encima le salió demasiado bien: este trabajo nos lo muestra como un dibujante absolutamente sólido, competente y atractivo, más allá de que no sea sumamente original. Su estilo combina a Robert Crumb, Blutch y el Richard Corben más jodón, más under, y también hay algo de dibujantes españoles como Jaime Martín o Germán García. El coctel visual funciona, la narrativa recontra-atrapa y así, por el camino contrario al de Ed Brubaker o Brian Michael Bendis, Arcas se subió a la autopista de los buenos autores integrales.
Sandra es una muy buena novela gráfica, con buenos personajes, buenos conceptos, buen ritmo, buenos dibujos y la rara sensación de haber leído algo fresco, novedoso, que no huele a refrito de nada. No sé si después de esta obra (editada en Francia en 2008) hay otros trabajos de Santiago Arcas como autor integral, pero de acá en más, todo lo que vea con su firma se compra, sin chistar. Inclusive Sandra, que la vi en Buenos Aires pero no me la compré porque no estaba barata. Ahora que la leí, no tengo drama en hacerme vejar para conseguirla.

miércoles, 27 de junio de 2012

27/ 06: PHOENIX WITHOUT ASHES

Esto es tan raro que ni sé quiénes son los autores… A ver: dice Wikipedia que el maestro Harlan Ellison escribió la historia en 1973 como un piloto para una serie de televisión llamada Starlost, que pasó sin pena ni gloria y se canceló luego de 16 episodios. Como los productores metieron demasiada mano en ese piloto, Ellison se calentó y pidió que su nombre no figurara en los créditos. Dos años más tarde, aparece en escena Edward Bryant, quien adapta el guión de Ellison y lo convierte en una novela, llamada Phoenix Without Ashes. El libro se lanzó como el Volumen 1 de una serie, pero todo quedó en esa primera novela. Finalmente en 2011 salió el comic, editado por IDW. En la tapa y adentro del comic figura grandote el nombre de Harlan Ellison, pero en ningún momento nos aclaran quién adaptó al comic el guión del maestro, o en realidad, la novela de Bryant. Hay un dibujante, el chileno Alan Robinson, pero no sabemos quién le entregó el guión para dibujar esta historieta.
Lo cierto es que Phoenix Without Ashes existió primero como una miniserie de cuatro episodios y más tarde como una novela gráfica de 96 páginas. Como en la obra que vimos ayer (y como en tantas obras grossas de Harlan Ellison) la cosa va para el lado de la ciencia-ficción. Incluso, como en 2001 Nights, hay un montón de humanos viajando por el cosmos. Pero de todo eso te enterás en el segundo episodio. Al principio, la historia es una especie de Romeo y Julieta, una de amor entre un chico y una chica a los que su entorno familiar y social les impide estar juntos. Rápidamente el rol protagónico cae en manos de Devon (el joven dispuesto a todo con tal de quedarse con Rachel) y será él quien descubra las sutiles diferencias entre la verdad que predican sus Mayores y la verdad fáctica, la realidad en la que viven todos estos seres humanos.
La cagada es que, una vez que Devon descubre cómo viene la mano en realidad, vos ya sabés todo lo que va a pasar. Es obvio que va a volver a su aldea, va a gritar a los cuatro vientos la verdad que los líderes le ocultaron durante siglos a su gente, y que estos poderosos amigos del oscurantismo lo van a tratar de hacer callar por las malas. Eso es todo 100% predecible. Si queda alguna sorpresa para la segunda mitad de la obra, tendrá que ver con el destino del romance entre Devon y Rachel y el rol que puede llegar a jugar Garth, elegido por sus padres y Mayores como futuro marido de la joven, que es el personaje secundario mejor trabajado. El final… digamos que deja alguna punta colgada, para ser buenos, nomás.
Lo mejor que tiene Phoenix Without Ashes (por lo menos en su versión en historieta) es el equilibrio entre caracterización, acción y bajada de línea. También es muy entretenida la forma en la que se nos presenta el universo en el que transcurre la historia, un contexto que nada se parece al nuestro. Con todos estos hallazgos, queda bastante balanceada la falta de interés que despierta todo ese tramo de la novela en el que vos ya sabés de recontra-antemano todo lo que va a pasar.
El dibujo de Alan Robinson es correcto, sin pifias mayúsculas. Estamos hablando de un Gabriel Rodríguez del Nacional B, con un estilo parecido al del notable dibujante de Locke & Key, pero sin el virtuosismo. Robinson duda un poco a la hora de afianzar su identidad gráfica. A grandes rasgos se parece mucho a Rodríguez, pero en algunos momentos coquetea con Jim Lee (los primeros planos de Rachel, por ejemplo) y en otros se zarpa y dibuja la anatomía más exagerada, con pies y manos grandotes, como Humberto Ramos, o las historietas medio en joda de Roger Langridge. Por suerte no llega a verse feo ni grotesco, aunque tampoco es para aplaudirlo de pie. La narrativa está muy bien resuelta y el color es excelente, obra (como en CabraLesa) de Kote Carvajal, a quien de ahora en más llamaremos el Dave Stewart chileno.
No estamos ante un comic fundamental ni indispensable, pero para pasar un rato, se re-banca, porque ofrece buenos momentos (algunos tensos, otros hasta graciosos), un par de ideas muy originales y personajes muy bien desarrollados. Ah, y las portadas las ilustró un ídolo absoluto de este blog: el inmenso (y sub-valorado) John K. Snyder!

martes, 26 de junio de 2012

26/ 06: 2001 NIGHTS Vol.3

Sí, ya sé… Este es el tercer tomo de esta increíble serie de Yukinobu Hoshino. Pero como está compuesta de relatos autoconclusivos, no tuve mayor problema para disfrutarlo sin haber leído lo anterior. 2001 Nights es una serie creada por el maestro a mediados de los ´90, que se propone explorar los años finales de la Era Espacial, cuando la Humanidad, ya un poco cansada de recorrer, colonizar y descubrir planetas a lo largo y a lo ancho de la galaxia, empieza a volver (un poco con el caballo cansado) al viejo planeta donde empezó todo el tema de la conquista del espacio, allá por el Siglo XX.
Las historias de Hoshino no tienen personajes recurrentes, pero sí comparten un universo que las engloba a todas. Por un lado están los humanos del “presente” (para nosotros, de 400 años en el futuro), por otro los chicos nacidos en otros planetas a partir de embriones criogenados y transportados en las naves espaciales, y por otro los takionianos, humanos que –como los takiones- no pueden parar de viajar a la velocidad de la luz y, en vez de asentarse en alguno de los nuevos planetas, siguen recorriendo la galaxia a ver qué más pinta. Recién al final cobra importancia la interacción, las profundas diferencias, entre estas tres “generaciones” de humanos. En el resto de las historias, Hoshino le presta más atención a cómo les fue a los colonos terrestres en los distintos mundos que encontraron. En cuáles lograron asentarse mejor, en cuáles se encontraron con un ecosistema hostil, etc. Y lo más interesante, el autor combina esta parte más científica o más descriptiva con historias personales, fuertes, que viven los protagonistas de las distintas historias.
A veces hay peligro (el primer relato del libro encuentra a los humanos en un planeta a punto de ser consumido por un sol fuera de control), a veces hay romance y a veces se impone una bajada de línea ecologista, muy bien filtrada en un contexto de ciencia-ficción. La historia más flojita es la segunda (Colony) que –sin ser chota- se podría haber narrado en otro contexto y de hecho ya se hizo, muchas veces. La mejor es la anteúltima, la más extensa, Odyssey in Green, que nos muestra a un grupo de humanos recorriendo un planeta en busca de vida inteligente. Esta tiene de todo: personajes bien trabajados, emociones, peligros grossos, mensaje ecologista y complejas explicaciones científicas para todo lo que sucede.
Decía al principio que Hoshino ambienta estas historias sobre el final de la Era Espacial, y tal vez por eso estas están impregnadas de un clima crepuscular, melancólico, por momentos demasiado amargo. En general, uno no lee un comic de Hoshino para cagarse de risa, porque el autor arranca siempre para el lado dramático, pero acá la onda tan bajonera le juega un poquito en contra. De todos modos, podés no hacerte mucho cargo del clima (o por ahí es una sensación mía, no de la obra) y engancharte con las historias que –por supuesto- están un poquito estiradas, pero en su mayoría están muy, muy bien escritas.
Y del dibujo, ni hablar. Bah, ya hablé bastante la otra vez que reseñé un manga de este monstruo, allá por los albores del blog, en Febrero de 2010. Supuestamente y para la gilada, en los ´90 Hoshino era un autor anticuado, clavado en un estilo que por ahí funcionaba mejor en los ´70 u ´80, en la era pre-Akira, ponele. Bue, la pindonga. En 2001 Nights, Hoshino la rompe, mal. Siempre fue un as de las tramas mecánicas y ahora, gracias a la tecnología digital, incorpora también unas texturas alucinantes y un tratamiento gráfico para las referencias fotográficas que te deja sin aliento. Su trazo es ahora más sutil, más sofisticado, más finoli. Su puesta en página sigue tan espectacular y ajustada como siempre, sus rostros igual de expresivos, su atención por el detalle en trajes y maquinarias se extiende también a la fauna y la flora de los distintos planetas para crear imágenes repletas de belleza. Para ser un comic de aventuras en el espacio, a 2001 Nights le sobra poesía y eso es todo mérito de este inmenso dibujante al que el tiempo no hace más que mejorar.
Si no te interesa leer a un mangaka jugado a las historias de ciencia-ficción con personajes muy reales y con mucho vuelo lírico, esto lo podés buscar igual para gozar como una bestia con los dibujos de Yukinobu Hoshino, porque realmente la faz gráfica de este manga es apabullante. No te van a alcanzar los ojos para disfrutar de tanto virtuosismo, aunque –repito- no te interesen demasiado los argumentos. Y si sos fan de la ci-fi, ni hablar, esto te va a provocar una fisión cerebral definitiva. Habrá más Hoshino en la segunda mitad del año.

lunes, 25 de junio de 2012

25/ 06: THE COMPLETE ALAN MOORE FUTURE SHOCKS

Hora de retomar los posteos, con un libro gordito y poderoso, que siempre quise tener y que ahora tengo gracias a la gente de Rebellion. Este libro reúne todas las historias cortas que realizó Alan Moore para la 2000 A.D., por afuera de sus tres series (The Ballad of Halo Jones, D.R. & Quinch y Skizz), todo entre fines de los ´70 y principios de los ´80.
Básicamente, las historias cortas del Mago de Northampton para el popular semanario británico son la versión cool, ingeniosa y a veces zarpada de aquellas historias cortas de ciencia-ficción que publicaba DC allá por fines de los ´50 y principios de los ´60 en revistas como Mystery in Space y Strange Adventures. En poquitas páginas y sin personajes recurrentes, Moore planteaba un argumento, lo desarrollaba y lo resolvía, casi siempre partiendo de los tópicos más trillados del género. Con elementos ya familiares para el lector, Moore armaba pequeñas historias que rápidamente se descontrolaban y desembocaban en finales casi siempre sorpresivos, que te descolocan y que –sobre todo- demuestran que incluso los tópicos muy gastados de la ci-fi resisten una vuelta más de tuerca si el que se las da es un autor inteligente, afilado y sin miedo a innovar.
Las historias englobadas bajo el título Tharg´s Future Shocks generalmente se basan en el contacto entre los humanos y distintas razas alienígenas, o entre varias razas no humanas. En todas hay naves espaciales. Las que aparecen con el rótulo de Time Twisters son historietas en las que los viajes en el tiempo o las distorsiones en la corriente temporal cobran invariablemente el protagonismo. Después hay cuatro historias medio inclasificables (aunque dos de ellas tienen viajes en el tiempo y las otras dos están repletas de alienígenas) y finalmente, llega Abelard Snazz, el único personaje importante del libro, el único que reaparece en varias historias cortas, que por supuesto involucran contactos con razas extraterrestres y viajes temporales. Como en todo el resto del libro, lo importante son los argumentos, no los personajes, o sea que el Mago desarrolla a Abelard Snazz sólo lo indispensable. No esperes encontrar en él la profundidad de una Halo Jones o un Swamp Thing, porque no da ni ahí.
Entre tanta mezcolanza, hay algunas historietas bastante pavotas, guiones cuasi-en joda que terminan como chistes predecibles, apenitas graciosos, y algunas obritas maestras, de esas que ningún fan de Alan Moore puede dejar de leer. Las cinco paginitas de The Last Rumble of the Platinum Horde son brillantes. Si te gustan las paradojas temporales, vas a flashear con The Disturbed Digestions of Doctor Dibworthy y sobre todo con su magnífica “secuela”, Doctor Dibworthy´s Dissapointing Day. Hay un gran tributo/ gaste al origen de Superman en Bad Timing, una brillante exploración de las realidades alternativas en The Startling Success of Sideways Scuttleton y entre las historias de Abelard Snazz, una menciona la palabra “RoboCop” años antes de la primera película y otra (The Double Decker Dome) se cae un toquecito al final, pero es demasiado graciosa y original para ser real.
¿Y los dibujantes? Hay un par gloriosos: bastante Dave Gibbons, y una o dos joyitas de Alan Davis. También hay próceres que acá recién empezaban y que llegarían a la cima años más tarde, como Brendan McCarthy, Steve Dillon o Bryan Talbot.; otros que acá pelan grossitudes que nunca los había visto pelar en otros comics, como John Higgins o el español Jesús Redondo; un par de mediocres que zafan con lo justo y dos o tres muertos de hambre, más ineficaces que la seguridad del Arkham Asylum. Y es medio injusto, porque algunos guiones realmente inspirados del Mago caen en manos de los más crotos, mientras que Brendan McCarthy, por ejemplo, se fuma una de las historias menos interesantes del tomo.
Lo cierto es que –pese a algunos altibajos- este es un libro interesantísimo, voluminoso, muy bien editado y con una portada de Henry Flint realmente majestuosa. Un merecido tributo a la época en la que Alan Moore era un obrero del guión, que se ganaba el morfi semana a semana con sus trabajos para un mercado británico que pronto le quedaría chico, pero en el que le daban bastante libertad para divertirse, explorar conceptos limados y afianzar su sociedad creativa con animalitos como Gibbons, Davis o Ian Gibson, con los que después (o al mismo tiempo) colaboraría en sus obras más importantes. Si te gusta el comic británico, si sos fan de la ciencia-ficción con un twist irónico y sarcástico, o si simplemente te cebaste tan mal con Moore que querés tener todo lo que escribió en su vida, con este libro la vas a pasar bárbaro.

jueves, 21 de junio de 2012

21/ 06: ARRANCA LIMA COMICS!

El año pasado estuvo buenísimo y este no veo por qué no puede estar mejor!
Lo cierto es que mañana arranca Lima Comics, el evento que motivó mi viaje a Perú, y la expectativa es enorme. La convención pasó de dos días a tres (22 al 24) y de hacerse en un centro muy cheto y bastante exclusivo, a un parque público, con entrada libre y gratuita! El escenario elegido es el Parque Cáceres, un lugar hermoso en el corazón de San Isidro, al que los organizadores le pusieron toldos, luz, sonido, seguridad y todo lo que hace falta para desarrollar un evento en serio.
En cuanto a los invitados, ya llegaron de Chile el maestro Alberto Montt y Nelson Daniel (autor de la portada del libro que comentamos ayer y del comic que escriben a cuatro manos Stephen King y su hijo, Joe Hill). De Argentina llegaron el escultor Martín Canale, el ídolo Ariel Olivetti y el cada día más grosso Ariel López V., que estuvo participando de un excelente festival de animación (también acá, en Lima) y se suma ahora al elenco del evento comiquero. Esta vez, una de las actividades más destacadas de Lima Comics va a ser el Jedi Fest, una especie de “convención dentro de la convención” dedicada a Star Wars. Por eso llegaron a Lima tres o cuatro coleccionistas de EEUU y Canadá, tipos MUY grossos especializados en merchandising de la saga, los que escriben libros sobre el tema, o tienen sitios web… los gurúes del cebamiento, bah.
Todos estos invitados van a dar charlas (yo también, el viernes a primera hora de la tarde) y además va a haber espacio en la programación para presentar bastantes lanzamientos de editoriales peruanas, desde la edición local de Hellboy o The Walking Dead hasta fanzines y proyectos más alternativos. Y por supuesto, un sector de stands, donde voy a trabajar yo los tres días. Si estás en Lima, no dejes de pasar a saludar, a putear, a comprar los libros del blog, o cualquiera de los otros libros que traje para vender. En paralelo, en otro barrio, y obviamente en un lugar idóneo, con paredes y techo como Dios manda, hay una muestra muy ambiciosa que se inaugura hoy, con esculturas de Martín Canale y páginas e ilustraciones de Ariel Olivetti. Eso pinta excesivamente grosso.
¿Cuál es el lado negativo de todo esto? Los horarios. El evento arranca tipo 9 AM y sigue hasta la noche. O sea que de acá al lunes, no voy a tener tiempo para leer comics y postear. Se impone, entonces, la primera pausa del año en el ritmo diario del blog y el lunes vuelvo con más reseñas. Durante el finde pienso seguir hablando de comics, pero en privado, con los amigos que vienen a participar del evento o con los fans y colegas peruanos que se acerquen al stand a boludear. Será hasta el lunes!

miércoles, 20 de junio de 2012

20/ 06: CABRALESA

Esta es mi tercera vez en Lima y la primera vez que, en vez de hospedarme en un hotel, estoy en la casa de un miembro (en realidad, un sacerdote) de la religión de las viñetas. O sea que, además de disfrutar de las merecidas vacaciones, tengo acceso a una impactante colección de comics, con mucho material que nunca había visto y que de acá a fin de mes voy a aprovechar para leer. De los libros que traje yo me queda sin leer uno solo y mientras tanto, encuentro otras cosas que me llaman la atención.
Con Cabralesa, lamentablemente, me ensarté. La portada de Nelson Daniel (a quien voy a conocer personalmente este finde) es excelente. El resto, más o menos. Se trata de una historieta creada para la web por la guionista Daniela González y el dibujante Diego Zúñiga, ambos chilenos, que alcanzó una notable repercusión a medida que fue serializada, como para luego convertirse en un libro my bien editado.
La serie consiste en planchas autoconclusivas. Cada página narra una breve historia protagonizada por una o varias de las cuatro “heroínas” de Cabralesa: Fran, la diseñadora gráfica con problemas para conseguir trabajo y un novio medio ganso, un eterno adolescente más conectado a la Playstation que a su novia; Noelia, sobre-exigida en un trabajo donde la explotan y enroscada mal con un pibe que sólo la tiene en cuenta para echarse un polvito de vez en cuando; Berni, la única que tiene un trabajo importante y bien pago, y que acaba de blanquear su condición homosexual; y finalmente Bárbara, la hermana menor de Noelia, todavía en edad de cursar la secundaria, pero ahora dedicada 100% a trabajar para alimentar a su bebito, fruto de una relación ocasional con un chabón que no se hace cargo de nada.
Daniela González ambienta estas historias en Santiago de Chile, en el presente, o sea que los diálogos están repletos del slang de los jóvenes chilenos, ese que tan feo suena fuera de su país de origen. Hay que fumarse esa forma espantosa de hablar, y tratar de –aún así- disfrutar de estas secuencias, que van armando las vidas de estas cuatro chicas. Lo más interesante es el desarrollo de las cuatro protagonistas, que interactúan bastante poco entre sí. La autora prefieres seguirlas por separado y focalizarse no tanto en la relación entre ellas, sino en las relaciones que cada una entabla con sus respectivos personajes secundarios. Las historias suenan auténticas y felizmente no se quedan en trivialidades, sino que se animan a meterse con temas un poco más jugados como el embarazo no deseado, la homosexualidad, las precarias condiciones laborales a las que se somete a los jóvenes en mercados como el chileno, donde el capitalismo salvaje reina incuestionado desde hace décadas.
González afronta estos desafíos con altura, sin predicar, aunque resuelve las tramas de modos generalmente predecibles. Obviamente, la carta del triunfo de la guionista es la identificación entre las Cabralesas y los lectores (o lectoras), que se ven reflejados en los problemas, las frustraciones, las alegrías y los sueños de estas cuatro chicas de papel y tinta (o ceros y unos, si la consumieron en digital). Si falla la identificación, o si el lector no se encariña con ninguna de estas cuatro minitas, la historieta se cae a pedazos. Y fijate que dije “se encariña” y no “se calienta”: González no postula a sus chicas como sex symbols, no está enfatizada la sensualidad, aunque –claramente- las cuatro están de buenas para arriba. Hay escenitas de cama, pero muy, muy light, sin la más mínima intención de parar pijas ni humedecer conchas.
El principal bajón de la serie (además de que está escrita en chileno) es el dibujante. Comparado con la portada de Nelson Daniel, el dibujo del interior, de Diego Zúñiga, da vergüenza ajena. Los personajes se ven estáticos, crudos, el estilo quiere parecerse al mainstream yanki y no lo logra… la verdad, es muy limitado. Lo que mejor hace Zúñiga es, cada tanto, deformar las facciones de las chicas al estilo de los mangas shojo y convertirlas en pura emoción, casi en íconos de sus estados de ánimo. No lo ayuda la cantidad de viñetas que tiene que meter en cada página, pero sí lo ayudan (y mucho) los colores de Kóte Carvajal, capaces de agregarle muchísima onda a un dibujo en el que la onda escasea como la esperanza entre los hinchas de San Lorenzo. El letrista es Alfredo Rodríguez, el lector de este blog que me convenció para leer Locke & Key (infinitamente agradecido, maestro), y cuyo libro, Siento y Miento, reseñamos por acá el año pasado.
Si sos mujer y compartís alguno de los problemas o las personalidades de alguna de la Cabras, mi consejo es que leas esta historieta online. Para comprarse el libro hay que estar muuuy fanatizado con la serie y además bancarse los dibujos de un pibe que, en sus mejores viñetas, cumple con lo justo.

martes, 19 de junio de 2012

19/ 06: MAKOKI: FUGA EN LA MODELO

Alguna vez, la historieta fue realmente contracultural y revolucionaria. Incluso en Europa, donde siempre se priorizó una onda más tranqui, más doméstica, más presentable. A fines de los ´70, y en paralelo a la transición democrática, explotó en España el underground más sacado, más extremo del que se tenga memoria. Con la revista El Víbora como nave insignia y la línea chunga como propuesta estética, un grupo de creadores pasados de rosca, talentosos e iconoclastas pusieron de moda un comic en el que gobernaba el descontrol. Historietas violentas, sórdidas, en las que los héroes (así, sin comillas) mentían, robaban y mataban para conseguir guita que gastaban en alcohol y drogas duras, para luego darse a la fuga en lisérgicas peripecias, con la pasma siempre pisándoles los talones. Entre esta fauna de gatillo fácil, estirpe barriobajera y venas picoteadas por la heroína se destacó claramente Makoki, un personaje que en su primera aparición se escapaba de un neuropsiquiátrico.
Fuga en la Modelo incluye, en realidad, dos sagas. En la primera, a Makoki ni se lo nombra. Los protagonistas son el Tío Emo, Cuco y el Niñato, más conocidos como “la Basca” (la barra de amigos). A lo largo de estas 44 páginas, el trío funcionará como una versión aún más lumpen de los Freak Brothers de Gilbert Shelton y se verán envueltos en mil y un sucesos violentos (aunque narrados en clave humorística) hasta llegar a Madrid con varios kilos de hachís comprados a dos mangos en un pueblito cerca de Melilla, en la región controlada por “los moros”. La gracia de esta trepidante aventura está en los diálogos, en la construcción de los personajes y sobre todo en el desarrollo, en la acumulación de peripecias una más zarpada que la otra, hasta llegar a un desenlace totalmente abrupto, escrito a lo bestia y sin final feliz para casi ninguno de los involucrados.
En la segunda aventura del tomo, Fuga en la Modelo, el protagonista es el Tío Emo, que arma un plan para escaparse (junto a otros presos) de la cárcel de Barcelona donde lo tienen encerrado. Makoki y su amigo Morgan reaparecen (en su primera aparición en El Víbora) para ayudar a los presos en su fuga, pero también lo hacen los “villanos” de las primeras aventuras de Makoki: el delirante Doctor Otto y el Robesto, el violento gigante porteño (amante de los tangos), ahora transformado en una especie de cyborg de enorme poder destructivo. La crueldad de Emo (lejos, el más jodido y peligroso miembro de la Basca) está exacerbada en estas 17 páginas y por suerte contrasta un poquito con la “cartoon violence” de las secuencias protagonizadas por Makoki y Morgan. De todos modos, de este cóctel explosivo sólo puede salir un final truculento, con muchísima muerte y destrucción, y –de nuevo- es un final apresurado, abrupto, que resuelve casi todo en poquísimas viñetas.
Leídas hoy, estas historietas exhiben claramente las torpezas y las limitaciones de la dupla autoral. Pero puestas en el contexto de 1980-81, uno entiende perfectamente por qué Miguel Gallardo y Juan Mediavilla se convirtieron en dos de los autores emblemáticos de El Víbora y por qué Makoki y la Basca se ganaron un lugar de privilegio en la cultura popular española. Gallardo y Mediavilla trabajaban juntos el guión, el lápiz y la tinta. Por lo menos en esta primera etapa, cuesta bastante discernir cuándo dibuja uno y cuándo el otro. Yo sospecho que en la aventura de la Basca, hay muchísimo dibujo de Mediavilla (el más salvaje de la dupla, luego adicto a la heroína, como el Niñato), que era el que dibujaba más rápido y se cebaba más metiendo tramitas y cross-hatchings enfermizos. La segunda historia parece tener más dibujos de Gallardo, el que se sentía más cómodo en las páginas con muchas viñetas y manejaba una línea más cercana a la de Elzie Segar. Pero también hay muchísimo cross-hatching, probablemente agregado por Mediavilla. El conjunto de ambos autores es esta mezcla adictiva entre Segar, Benito Jaccovitti y –obviamente- Shelton y Robert Crumb. La acción está caricaturizada, los fondos oscilan entre el laburo minucioso y demencial y la desaparición absoluta, y el rotulado de los –muchísimos- globos y bloques de texto resalta la sensación de cosa extraña, visceral, muchas veces improvisada. Con estas historietas (y algunas anteriores), Gallardo y Mediavilla sentaron las bases de lo que se conoció como “línea chunga”, una estética marginal, sucia, desprolija, pensada mucho más para impactar que para agradar al lector, con un pulso a veces tembloroso (efecto de las drogas) que revelaba la improbable utilización de bocetos o incluso la realización de buena parte de la historieta directamente en tinta, sin dibujarla primero a lápiz. O sea, la antítesis perfecta de la línea clara, que justo en esos años vivía su asombrosa renovación.
Todo era posible en el extraño mundo de Makoki y la Basca y si bien la distancia temporal nos permite ver un montón de cosas que están hechas así nomás, sin pensarlas o laburarlas lo suficiente, estas historietas conservan intactas su pasta de clásicos, siguen transmitiendo esa señal que te dice “Atenti, flaco, que acá está pasando algo nuevo, algo que no pasó nunca y que andá a saber si alguna vez vuelve a pasar”. Si decodificás el slang español de los ´80, esto además de ser estéticamente adictivo, te va a hacer reir mucho. Pero claro, hay que abstraerse del pequeño detalle de que nos estamos riendo de historias en las que “los buenos” son malvivientes, drogadictos y asesinos, y en las que muere bocha de gente. Hoy, no sé si alguien se animaría a publicar historietas así.

lunes, 18 de junio de 2012

18/ 06: JEREMY BROOD

“Es sólo un momento” dice el tema de Vicentico. Y esa frase resume mi crítica sobre Jeremy Brood, una historieta realizada por Jan Strnad (el de Sword of the Atom, ¿te acordás?) y el maestro Richard Corben para la revista Epic, allá por 1982-83.
La historia aporta poco, casi nada, pero tiene un momento magistral, una secuencia de esas que se te graban para siempre en la mente y en la que volvés a pensar cada vez que armás tu antología personal de momentos alucinantes del Noveno Arte. Me refiero a la secuencia de cuatro páginas en las que Brood observa cómo los seguidores de Holobar están a punto de sacrificar a Brynne en un altar. Ahí está todo: el clima, la tensión, el montaje, la puesta en escena, el erotismo, la bizarreada. No sé si Strnad le entregó a Corben un guión detallado, con indicaciones minuciosas para cada viñeta o si el gigante de Kansas trabajó simplemente sobre un plot. Lo cierto es que en esas cuatro páginas los autores conjugan sus respectivos talentos y crean una escena impecable, a prueba de balas, majestuosa aún hoy, 30 años después.
El resto es más de lo mismo. El héroe taciturno que cae a un planeta oscurantista y atrasado a salvar a los pobres nativos. Jeremy Brood es el clásico milico yanki, recio, recto y altruista. Lo vemos mostrar algo de humanidad sólo en la primera secuencia, cuando los nervios le juegan una mala pasada y se retira de un entrevero sexual con su co-piloto/ amante (que está buenísima) sin haber logrado la tan ansiada erección (sí, este es un futuro alternativo en el que no existe el viagra). Durante el resto de la novela, Brood asume el rol del líder, del mesías, del Guacho Pistola como si toda su vida se hubiese preparado para eso. No la va a tener excesivamente fácil, ni le va a salir todo gratis, pero su actitud es la del tipo que sabe que la tiene clara. Sobre el final, Strnad pega un volantazo para bajar a Brood del pedestal y está bueno, pero llega un toquecito tarde: cinco viñetas antes del final del libro.
El truco de Jeremy Brood es que arranca como una historia de ciencia-ficción y rápidamente decanta hacia una historia de fantasía épica, no tan distinta de Den (aunque acá el protagonista no muestra la chota). ¿A qué se debe la panquequeada? Yo sospecho que fue Corben el que lo convenció a Strnad de amagar con una cosa y después hacer otra, simplemente porque en 1982 Corben era Gardel en Europa y en Europa no había revistas de fantasía épica y sí de ciencia-ficción. Arrancar la serie con dos cosmonautas en una nave era un magnífico engaña-pichanga para conseguir editor en el Viejo Continente. Por otro lado, el truco del tipo de otra cultura que cae entre “los primitivos”, los salva de un peligro grosso y decide quedarse y formar pareja con una minita local, Strnad lo acababa de hacer en Sword of the Atom, así que seguramente le re-cerró lo de trasladar la saga a un contexto que ya se sabía muy de memoria.
Lo cierto es que leída hoy, Jeremy Brood se salva sólo por la secuencia del altar de sacrificios y por el dibujo de Corben, que está espectacular. Una vez que superás el bajón de esas tipografías amargas y uniformes (presentes en todas las obras de Corben editadas por él mismo en el sello Fantagor), te esperan 64 páginas con un despliegue visual alucinante. La doble página del combate contra los bichos voladores, la escena en la que Brood encuentra al cadáver de su amiga, lo que le pasa al personaje por la mente cuando se tiene que empomar a la virgen para evitar que la maten… todo está obscenamente bien dibujado por este genio de la anatomía, el color y la iluminación. Como siempre, hay momentos en los que Corben camina por la angosta cornisa que da al grotesco, con caras o cuerpos muy exagerados. Eso explica (en parte) su preferencia por los relatos fantásticos, llenos de criaturas extrañas que no tienen por qué verse ni moverse como las que vemos normalmente en el mundo real. Ahí se puede ir al carajo sin que nadie le pase factura, porque son razas que sólo existen en su (infinita) imaginación.
Me imagino que debe ser jodido conseguir hoy en día esta novela gráfica (yo la encontré de pedo en una comiquería acá, en Lima) pero la historia salió serializada en las revistas Epic y 1984. Y seguro hay un recopilatorio español de los ´80. El tema es si vale la pena o no rastrearla, y la respuesta es “según qué tan fanático de Corben seas”. Si no estás totalmente adicto a los dibujos del ídolo, seguí de largo y concentrá tus esfuerzos en conseguir material con guiones más interesantes. El de Jeremy Brood no es exactamente una abominación, pero no alcanza ni a palos para poner a esta historieta entre las obras más importantes de Corben, o del comic para adultos de principios de los ´80, o de la revista Epic. Si querés un comic de Strnad y Corben que te devaste el bocho aún hoy, no te puedo recomendar uno, sino dos: Mutant World y New Tales of the Arabian Nights. Al lado de esas dos, Jeremy Brood pasa muy desapercibida.

domingo, 17 de junio de 2012

17/ 06: SASHA DESPIERTA

Desde que Sasha Despierta empezó a salir en la Fierro, muchísimas veces me preguntaron “¿Está buena?” y yo siempre respondí “ni idea”. Desde el primer momento en que Carlos Trillo y Lucas Varela me contaron de qué iba la historia, me quedó clarísimo que era una historieta imposible de leer “en fetas”. Y en Fierro –caprichosa e inexplicablemente- se publicó en fetas, con lo cual no la leí. Me sentía un traidor inmundo por hacerle zapping a las páginas de Carlos y Lucas, pero me mantuve en mi postura de no leerla hasta que no estuviera completa. Para cuando terminó de salir en Fierro (muy poquito antes de la muerte de Trillo), ya estaba confirmado que Doedytores la iba a recopilar en libro, con lo cual opté por seguir esperando y leerla recién cuando saliera el tomito. Ahora sí, salió el tomito, la edición me gustó mucho y finalmente pude leer Sasha Despierta como corresponde. Me quedó una deuda, la de comentar la historia con Trillo, discutirle un par de cosas (más que nada para hinchar las bolas) en nuestras eternas reuniones de alfajores y Coca Zero, y bueno… hoy lo puedo discutir, a lo sumo, con Varela. Y por escrito, porque está viviendo en Francia.
Lo que menos me cerró es el recurso de que el villano sea el hermano de la protagonista. Un hijo de puta vinculado al poder, sádico y lujurioso al punto del incesto. No tiene nada de malo, excepto porque Trillo ya nos mostró eso mismo en otras dos historietas casi contemporáneas: Sick Bird y Angustias. En las dos el malo es el hermano de la protagonista y ambos villanos funcionan de un modo muy parecido al que exhibe acá Marcelo Vidal.
El resto está todo muy, muy bueno. Es cierto: casi no hay acción y la escena más tensa, más peligrosa, la que más daba para el dramatismo, la violencia y el estallido (en las páginas 72 y 73 de la novela) está resuelta de un modo atípico, anticlimático, como si Trillo y Varela se esforzaran por des-enfatizar el power de lo que está sucediendo. Esa escena requería –me parece- un tratamiento menos sofisticado y más pochoclero. El verdadero vértigo, la verdadera emoción, las sensaciones más intensas que propone la saga se dan en la mente de la protagonista, Miranda Vidal, cuando esta descubre que tiene una segunda personalidad, que aflora cuando Miranda cree estar dormida. El núcleo más fuerte de la trama es ese: Miranda, que intenta averiguar quién carajo es Sasha, por qué surgió dentro suyo esa segunda identidad y por qué Sasha hace lo que hace (y Miranda no hace lo que no hace). Es todo un periplo hacia atrás, un back-track en busca del quiebre mental de Miranda que provocó la aparición de Sasha. Y después viene la venganza contra el responsable (que resulta ser, además, artífice de unas cuantas crueldades más) y el reestablecmiento del status quo.
Investigar en la psiquis de un personaje es algo normal, pero pocas veces esto fue llevado tan a fondo como en Sasha Despierta. Trillo dedica largas secuencias a diálogos muy profundos de Miranda con su psiquiatra y con la gente que conoce a Sasha, principalmente el chino Rodríguez. Por medio de cartas, Sasha y Miranda dialogan entre sí, en intercambios memorables. O sea que se habla, se habla y se sigue hablando mucho más que en otros comics de Trillo. Hay que escribir muy bien estas secuencias para no abusar de la paciencia del lector y el ídolo sale bien parado del duro desafío, porque conoce a fondo a Miranda y le sobran los trucos para mostrarla como un personaje real, creíble, capaz de lograr rápidamente la empatía del lector. Sasha, en cambio, difícilmente logre la identificación del lector, pero su rol es más activo, más decisivo que el de su alter ego. Al lado de Sasha, Miranda es cagona, pecho frio, resignada… casi como el Señor López antes de abrir las puertitas. El contrapunto entre ambas es complejo, por momentos áspero y siempre delicioso y está perfectamente complementado con un muy buen elenco de personajes secundarios.
Por el lado del dibujo, Lucas Varela está prendido fuego. De las chetas calles de Belgrano a la Villa 31, dibuja una Buenos Aires tan real como la de Solano López. Sus personajes, mucho más sobrios y realistas que en El Síndrome Guastavino, se deforman sólo cuando las emociones los superan y ahí cobran rasgos mucho más expresionistas. Los enfoques son variadísimos, a tal punto que las largas secuencias de diálogos nunca se hacen densas ni aburridas. Hay unas texturas magníficas y todo está perfectamente engamado en una paleta que va de naranjas tenues a sepias intensos con muchísima sobriedad. El hecho de que Miranda sea dibujante le permite a Varela experimentar con otros estilos, cuando nos muestra lo que dibuja la chica de la doble personalidad. Si creías que en Guastavino habíamos visto los climas más sórdidos y perversos de la carrera de Varela, acá te vas a sorprender. Esto es más heavy, más oscuro y –lo más tremendo- se ve y se siente mucho más real.
La obra final de esta dupla perfecta no es para cualquiera. Hay que tener estómago para bancarse imágenes y situaciones muy escabrosas y hay que tener ganas de meterse muy, muy adentro de la mente de una minita hecha muy, muy mierda. Si te la bancás, te espera un thriller psicológico de gran calidad y gran intensidad, una historieta adulta en el sentido más amplio de la palabra, que no se queda en el sexo-droga-y-rockanrol sino que se juega a fondo con unos temas realmente urticantes a los que más de un autor les haría asco. Trillo y Varela, amigo viñetófilo. Vos sabés que no se puede pedir mucho más.

sábado, 16 de junio de 2012

16/ 06: TRANSMETROPOLITAN Vol.8

El octavo TPB de Transmetropolitan no se diferencia en nada de sus antecesores. Darick Robertson dibuja en un muy buen nivel, siempre al filo del grotesco, con gran despliegue y lucimiento en algunos episodios y con trucos bastante ingeniosos para dibujar menos en otros episodios. Warren Ellis, por su parte, despliega primero una saguita en tres partes bastante impactante, en la que pasa algo bastante jodido, y después dedica tres episodios a contar –con un ritmo más pausado que el de costumbre- las consecuencias de eso grosso que pasó en la trilogía que abre el tomo.
Acá finalmente se empieza a resolver el subplot de la enfermedad de Spider Jerusalem, mientras que el otro subplot, el de la guerra sin cuartel entre el periodista kamikaze y el Presidente de los EEUU, avanza bastante poco. No quiero explicar de qué va la historia de tres episodios, porque la idea de Ellis es sorprendernos. De hecho, no había ni el más mínimo indicio en los tomos anteriores de que podía pasar algo así en el mundo en el que está ambientada esta historia. Pero mirá qué turro lo que nos cuenta Ellis en los tres episodios que funcionan como epílogos:
En el primero, Spider se entera (junto con los lectores) cuál es su enfermedad y qué posibilidades tiene de curarse. En el segundo, Spider y sus sucias asistentes consiguen un nuevo bunker y el ídolo vuelve a confrontar con el Presidente Callahan, en una conferencia de prensa. En el tercero, nos enteramos de más consecuencias jodidas de lo que pasó al principio del tomo, mientras Spider y el Presidente empiezan a orquestar sus próximas movidas. Fin. 66 páginas para eso. Y algunos chistes, y varios diálogos ingeniosos. ¿No será poco?
Nos acercamos al final, y en vez de acelerar, Ellis ralentiza el relato. ¿Qué onda? ¿Querrá sorprendernos con un abrupto cambio de ritmo? ¿O estará estirando asquerosamente un puñado muy acotado de ideas? Porque esta vez no hay radiografía social, no hay runfla política, no hay nada, eh? Solo eso que te conté recién y un subtexto (particularmente atractivo si vivís en Argentina) acerca de la guerra entre el gobierno y los medios de comunicación y cómo unos y otros tratan de comprarse, co-optarse o en última instancia, eliminarse el uno al otro. ¿Quién la tiene más larga? ¿El periodista talibán de la verdad, o un hijo de puta al que votó mucha gente pero no tiene reparos en cagarse en nadie? ¿Y cuánto está dispuesto a enchastrarse el supuesto héroe para desenmascarar al villano? Ya nos enteraremos en los dos tomos que faltan. Por ahora, no tengo mucho más para decir sobre este tomo en particular. Ah, sí. No más Vertigo hasta Julio, a ver si diversificamos un poquito.

viernes, 15 de junio de 2012

15/ 06: LA NOCHE DEL MOCAMBO

Ah, Serge Clerc! Que bruta bestia! Hoy muy poco recordado, Clerc fue uno de los dibujantes emblemáticos de la gloriosa Métal Hurlant y uno de los abanderados de la línea clara post-moderna, también conocida como “estilo atómico”. Pero claro, en 1987, cuando se fue al descenso la revista en la que publicaba desde los 18 años, Clerc prácticamente abandonó la historieta, para dedicarse a sus otras pasiones: la ilustración y el rock. Después, eventualmente, volvió a dibujar historietas, pero nunca volvió a ocupar ese rol protagónico que tuvo en la era de oro de los Humanoides Asociados. A esa era de oro pertenece La Noche del Mocambo, que no es sino un recopilatorio de historias cortas protagonizadas por Phil Perfect y su amigo Sam Bronx. Son historias publicadas originalmente en Métal Hurlant, aunque a Sam Bronx lo creó para un álbum de la editorial Magic Strip y la primera aparición de Phil Perfect fue en una historia corta para la revista Rock & Folk.
Hilvanadas por una secuencia creada para esta edición en la que Sam Bronx habla sobre su amigo mientras escabia en una barra, las aventuras de Phil Perfect son apenas un poco más que un ejercicio formal. A Clerc no le interesan demasiado las historias que cuenta. Las encara con displiscencia, como quien sabe narrar de taquito y ya lo hace como para zafar, por costumbre, como una rutina más. Lo que le interesa más al autor –sospecho yo- son los climas, la atmósfera que elige plasmar en sus historias. Hay una sola (probablemente la mejor) en la que Clerc deconstruye el género de las novelas de espías. Se mete a fondo en sus convenciones y las trastoca al poner como protagonista a Perfect, que la va de Guacho Misterio, pero es un pobre borrachín con menos luces que la lancha del contrabandista. Ese contraste garpa muchísimo y hace de Nido de Espías en Alpha-Plage una verdadera joya de apenas 13 páginas.
Perdón… retiro el “apenas”. Nido de Espías… es la historieta más larga del tomo. ¿Qué hace Clerc en las restantes? Se divierte. La consigna es ver cómo Phil y Sam se ponen en pedo, se convencen de que van a romper la noche o ganarse a las minitas que les gustan y terminan siempre envueltos en alguna peripecia menor, cuando no en un bochorno lamentable. La idea del Guacho Winner rebajado a loser patético por los excesos de alcohol y canchereadas (Clerc no te lo muestra, pero es bastante obvio que Sam y Phil le dan duro a la merca) parece ser lo que al autor más le divierte explorar. Por ende, el escaso espesor de las tramas está ampliamente compensado con un excelente trabajo de construcción de personajes, y diálogos rimbombantes y delirantes que explotan cuando Phil y Sam están ya bastante ebrios, o cuando se topan con algún personaje aún más estrambótico que ellos.
Y si no te alcanza con una afilada y acertada comedia costumbrista de pseudo-piratas pasados de rosca , Clerc te juega la carta del triunfo, te tira la fatality devastadora, que es –huelga decirlo- su dibujo. A mitad de camino entre Yves Chaland y Daniel Torres, con la expresividad zarpada del primero y la elegancia inmaculada del segundo, Clerc dibuja un mundo en el que cualquiera querría vivir. Como todos los cultores del Estilo Atómico, se juega por una estética cincuentosa en la ropa, los autos, los edificios y la decoración de los departamentos y dibuja todo demasiado bien. En su forma de narrar hay menos acción y violencia que en Chaland, pero mucha más que en Ted Benoit, por ejemplo. Y sólo en los enfoques (no en la narrativa ni en el dibujo en sí) se le nota el gusto por Jacques Loustal. Recién en las últimas dos historietas, Clerc acata el reglamento de la línea clara que exige el imperio de los colores planos, sin brillos ni volúmenes. En las primeras historias mete (como metía Chaland) hermosos y sutiles brillos en cachetes, gafas y cabellos engominados.
Si querés descubrir a un autor injustamente olvidado, que supo hacer delirar a los adolescentes ochentosos con sus historias sofisticadas e irónicas de perdedores con ínfulas de grossos, La Noche del Mocambo te va a hacer muy feliz. Y si simplemente te cebás con los dibujantes finos, audaces, provocativos y zarpados que supieron revolucionar la línea clara y sacudirle la herrumbre a los viejos clones de Hergé, seguramente ya tenés a serge Clerc en tu altar de los ídolos máximos, de los difíciles de igualar. Es más, ni siquiera necesitás que te nombre a todos los dibujantes que vinieron después de Clerc y lo afanaron a mano armada. A seguir buscando sus libros, que no son fáciles de conseguir pero tampoco fáciles de olvidar.

jueves, 14 de junio de 2012

14/ 06: ESSENTIAL RAWHIDE KID Vol.1

Ufff... otra vez al 59! Nah, no es para tanto. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con los buenos comics de superhéroes de Stan Lee y Jack Kirby, pero bueno, es un poquito anterior. Los episodios recopilados en este Essential arrancan en 1960 y llegan hasta el ´63, o sea que anteceden a la producción propiamente de Marvel.
Varias cosas: A Stan Lee le cuesta encontrar el formato ideal para las historias del Rawhide Kid. Al principio mete en cada número tres historias cortitas, de 6 páginas. Después prueba con historias de 18, o con una de 13 y una de 6, y al final hay varios números con tres historias cortas. Casualmente las peores son las más largas, y entre las cortas hay algunas casi dignas.
Así como los argumentos hoy parecen trillados, obvios y muy anticuados, los guiones propiamente dichos tienen algo para rescatar: los bloques de texto, en los que la prosa de Lee está casi siempre muy inspirada. Por momentos parece un comic de Robin Wood traducido al inglés. Y también hay que destacar la construcción del personaje quien, pese a estar prisionero de infinitos clichés (perpetuados a lo largo de infinitas historias) mantiene su atractivo y –hasta cierto punto- cierta credibilidad, ciertos rasgos que lo elevan por sobre el estereotipo del “cowboy bueno acusado por un crimen que no cometió y obligado a vivir como un forajido eternamente prófugo y sin un minuto de paz”.
Algunas de las mejores ideas de Lee están en la cuarta historia de cada número, siempre de 6 páginas y con dibujantes rotativos: ahí hay una sóla de Kirby, una magnífica de Gene Colan y varias muy buenas de Don Heck, en una nueva demostración de que el punto débil de este dibujante eran los superhéroes, nomás. Entre estas historias breves sin personajes fijos hay algunas muy, muy decorosas, reivindicables aún hoy.
Entre las del Rawhide Kid cuesta encontrar... cinco historias presentables. Las mejores son –paradójicamente- las dos en las que el Kid se enamora de alguna chica. Digo “paradójicamente” porque en este milenio los guionistas que retomaron al personaje lo re-escribieron para hacerlo gay (y bue, tanto manotear la pistola, ya no le alcanzaba con la Colt...). El resto se parece demasiado entre sí (hay un par de historias prácticamente clonadas, con mínimas variantes) y demasiado a otra infinidad de westerns del montón. Por suerte, en estos mismos años en Francia aparecía el Teniente Blueberry...
El dibujo de Kirby está buenísimo, entintado con elegancia por Dick Ayers, que lo hace menos granguiñolesco, menos cabeza. Acá hay machaca, pero no está ni por casualidad tan enfatizada como en los comics de superhéroes que dibujaba el Rey. Olvidate del festival de las líneas cinéticas, las onomatopeyas zarpadas y demás. Kirby mezquina fondos a lo bestia (cuando los dibuja, están muy bien) y sorprende con muy buenos caballos, algo siempre difícil de dibujar. La narrativa se va soltando con el correr de los episodios y para el final ya se ve al Kirby insumergible que uno asocia con la Marvel de los ´60.
Poco antes del final del libro, el Rey cuelga las Colt y llega nada menos que el maestro Jack Davis. En su primer número, Davis la rompe, por supuesto sin llegar a los niveles de lo que hacía en la E.C.. Después se tira un poquito más a chanta y por momentos parece Carlos Vogt apurado, sin ganas. Igual está bueno el cambio de estilo, porque Davis le trae a la serie una estilización muy interesante, a la que Stan Lee acompaña virando los guiones un toquecito más hacia la comedia.
Esto sólo tiene sentido como investigación arqueológica. Para ver qué hacía Marvel en sus revistas de cowboys de principios de los ´60, hasta que estas se extinguieron para dejarle más espacio a los superhéroes. Si el Essential tuviese 200 páginas en vez de más de 500, seguramente se disfrutaría más. Y aún así, en esta dosis tan excesiva, algo se pudo rescatar. El tema es que, además de Rawhide Kid, Marvel tenía otros dos títulos de western, que creo que no los escribía Stan Lee. Esos sí, que los lea Magoya. Yo llego hasta acá y si retomo, será con las historias del Kid realizadas en la década pasada bajo el “Efecto Brokeback Mountain”.

miércoles, 13 de junio de 2012

13/ 06: EL PREVIEWS DE AGOSTO

Hora de repasar un poquito el Previews a ver qué es lo que más me ceba de todo lo que las editoriales yankis anuncian para Agosto y los meses subsiguientes.
Marvel saca el TPB de Nemesis, la saguita de Mark Millar y Steve McNiven que parece estar buena. Son 112 páginas por u$ 14.99. No me tiro de cabeza, pero puede andar.
Acá sí me tiro de cabeza, mal: sale en softcover el primer recopilatorio de Journey Into Mystery de Kieron Gillen, con dibujos de Doug Braithwaite. Parece estar muy enganchado con Fear Itself, pero ya consulté a mis gurúes de confianza y todos dicen que no hace falta fumarse ese bochorno para disfrutar de esta joya. 136 páginas por u$ 15.99 es un buen precio. Adentro!
También aparece el segundo TPB de Journey Into Mystery, pero me fijé en otros sitios y a) lo anuncian para Octubre y b) el precio no es u$ 19.99 (que es el que aparece en el Previews), sino u$ 15.99. Tampoco me cierra la cantidad de páginas: el Previews anuncia 112, pero supuestamente recopila seis comic-books. Ahí alguien bebió de más, me parece.
DC recopila en un Showcase de 648 páginas (!) todo Amethyst, Princess of Gemworld, un clásico menor de los ´80 (un Ferro-Deportivo Español). En su momento leí poco, y me interesó como para timbearle u$ 20 a la colección completa.
Vertigo saca un librazo: el tercer TPB de American Vampire tiene seis números de la ongoing y una miniserie de 5 episodios, todo junto! 288 páginas a sólo u$ 17! Gol de Messi a los brazucas! Y encima a Scott Snyder lo acompañan tres ídolos absolutos: Rafael Albuquerque, Sean Murphy y Danijel Zezelj! ¿Qué más se puede pedir?
BOOM! vuelve a la carga con otro recopilatorio de historietas clásicas de Hellraiser, de la época en que las publicaba Epic/Marvel. Hay autores interesantes (Bernie Wrightson, Kyle Baker, Sam Kieth, Dwayne McDuffie, Colleen Doran) y seguro unos cuantos verduleros irredentos, como para llenar 192 páginas. Puede andar, todavía no me decido a desembolsar los u$ 20 que vale el broli.
Acá entro de una: Digital Manga edita en softcover Barbara, que no es el clásico de Barreiro y Zanotto, sino una saga de Osamu Tezuka que yo ni sabía que existía y que parece ser de los ´70 (mi época favorita del Manga no Kamisama). Es un masacote de 444 páginas, irresistible por sólo u$ 19.95.
Fantagraphics escuchó mis plegarias y reedita en tapa blanda Is That All There Is?, el recopilatorio de historias cortas del maestro holandés Joost Swarte. Ahora es más garpable: 144 páginas (en formato grande) a u$ 25.
Humanoids se zarpa con un mega-broli de 272 páginas que trae todo Crusades, la epopeya medieval de Alex Nikolavitch, Izu y el genio chino Zhang Xiaoyu (autor de El Vuelo). Lástima que sale en hardco a u$ 35. Si sale en softco, me lo re-compro.
Y se viene también Underwater Welder, la nueva novela gráfica de Jeff Lemire, editada por Top Shelf. También sale en hardcover, pero a muy buen precio: u$ 19.95 por un broli de 224 páginas. Acá ni da para ratonear, me lo pido de una.
Bueno, duro golpe para mi economía. Pero sale mucho material interesante y sobre todo, muchos libros bien pulentosos, con muchas páginas y mucho para leer. Así vale la pena comer arroz y fideos, o volverse en bondi de madrugada desde la Concha de la Lora...

martes, 12 de junio de 2012

12/ 06: MORTADELO Y FILEMON: LOS ESPANTAJOMANES


Y bueno, en el combo de cinco álbumes, seguro me tenía que fumar alguno choto. Esta es una historieta de 1990 en la que la firma de Francisco Ibáñez aparece casi página por medio. Sin embargo, los especialistas afirman que no está escrita ni dibujada por el maestro, sino por un equipo de autores “fantasmas” que trabajaban por ese entonces en la editorial Bruguera. ¿Cuáles son las pistas que ofrece Los Espantajomanes para ser calificada de apócrifa?
En principio la calidad del dibujo, que es bastante inferior a lo que veníamos viendo hasta ahora. Especialmente a partir de la página 16, donde se ve un deterioro importante del dibujo, se hace menos plástico, menos expresivo, aunque sin renunciar a la sobrecarga de detalles y gags visuales chiquititos tan típicos de Ibáñez.
El guión es bastante flojito: están de moda los superhéroes, y entonces la T.I.A. le encarga al Profesor Bacterio una fórmula que convierta a sus ineptos agentes en superhombres con poderes uno más disparatado que el otro, desde respirar bajo el agua hasta “ser yeta” y provocar desgracias a quienes los rodean (como si Mortadelo y Filemón no hicieran eso siempre, en todas las aventuras en las que no tienen poderes). Como siempre, la trama central funciona de “hilo conductor” muy light entre mini-historias con principio, desarrollo y catastrófico final. Acá, al sinsentido habitual se le suma uno más: Todos lo experimentos con estos nuevos poderes se hacen en el cuartel general de la T.I.A., en lugar de optar por locaciones más difíciles de destruir.
Como en los guiones de Ibáñez de esta época, Los Espantajomanes no duda en recurrir un par de veces a la escatología, con chistes de pis, laxantes y supositorios. Lo más triste es que son de los pocos chistes realmente ingeniosos. El resto es muy predecible: ves venir el remate cuando los autores todavía están por el set-up. Y por supuesto, las casualidades son muchísimas y extremadamente forzadas, cosa que no se le puede criticar a una historieta con intenciones claramente humorísticas, pero que en las historias de Ibáñez están un poquito más cuidadas.
Finalmente, el otro dato buchón es la aparición en varias escenas de la Señorita Irma, la minita linda de la T.I.A., incorporada por el “Bruguera Equip” en la época en la que Ibáñez no tenía ningún control sobre la serie, y definitivamente desaparecida cuando el autor recuperó las riendas de la misma. Dicen los que saben que ese axioma nunca falla: Si aparece Irma, el autor no es Ibáñez.
No hay mucho más para decir: a esta altura, los chistes de superhéroes son algo tan trillado que tenés que ser muy gracioso e ingenioso para pelar gags que no suenen viejos o remanidos. Está comprobado que Mortadelo y Filemón no necesitan caer en las obviedades para arrancarnos carcajadas, pero esta vez, se zambullen de lleno en la obviedad. Y como encima el dibujo es de la B (Nacional, pero mirando la tabla del descenso), no dudo en anotar a Los Espantajomanes en la columna de los tomos absolutamente prescindibles de esta longeva y generalmente magnífica serie. Me auto-deseo más suerte para la próxima.

lunes, 11 de junio de 2012

11/ 06: DC COMICS PRESENTS SUPERMAN: SECRET IDENTITY Vol.2


Ah, bueno... Esto empezó bien y terminó espectacular.
La idea es muy loca, es como que Kurt Busiek hace una de más: un mundo 100% real, idéntico al nuestro, en el que Superman es un famoso personaje de ficción. De pronto aparece un pibe con los mismos superpoderes del héroe y decide adoptar la identidad de Superman y convertirse –efectivamente- en un superhéroe del mundo real. Hasta ahí, todo bien. ¿Dónde se zarpa Busiek? Cuando nos cuenta que este pibe que recibe los poderes de Superman también se llama Clark Kent. ¿Hacía falta? ¿No se puede pensar en un Superman que no sea Clark Kent ni siquiera sacándolo del DCU para ponerlo en nuestro universo? Eso me pareció too much.
El resto es Busiek respondiendo la pregunta que más de uno se habrá hecho alguna vez: ¿Cómo funcionaría Superman en el mundo real? Y ahí, los hallazgos del guionista son innumerables. Posta, esta es una de las mejores –si no la mejor- versiones alternativas del mito del Hombre de Acero. ¿Cuántos tipos y minas habrán escrito historias de Superman de 1938 para acá, entre comics, películas, series y dibujos animados? ¿100? ¿150? No puede haber UNO que no envidie a Kurt Busiek por haber escrito la escena de la página 34 de este TPB para pobres. No sólo está magníficamente escrita, es una escena central, quintaesencial, crucial para cualquier ficción ambientada en el mundo real y que involucre a un personaje con habilidades extraordinarias. Cátedra absoluta.
Y hay muchísimas secuencias más de un nivel altísimo. El desafío es enorme: acá no existen los supervillanos y Superman –básicamente- no tiene contra quién pelear. Entonces la saga deriva en algo rarísimo: historias de superhéroes donde no irrumpen conflictos que deben resolverse por la vía de la violencia, algo que de antemano suena tan bizarro como definir una partida de ajedrez pateando penales. Y sin embargo, el maestro Busiek demuestra que se puede. El resultado es un comic sumamente introspectivo, con mucho slice of life y hasta con cierto vuelo poético. Con poquísima acción, claro, porque acá tienen más chapa la reflexión, la contemplación y sobre todo los vínculos. Pocas veces se escribió un Superman tan humano, capaz de entablar relaciones tan creíbles con sus semejantes.
Por abajo de todos esos espléndidos diálogos y bloques de texto, pasa una topadora: el dibujo del increíble canadiense Stuart Immonen. Acá el ídolo despliega un trabajo monumental, con la técnica del lápiz escaneado, reventado en el photoshop y con las masas negras aplicadas en forma digital, en un layer aparte. Cuando reseñé el Vol.1, dije “El lápiz a la vista y los aciertos de Immonen a la hora de potenciar los climas con el color se combinan de un modo tan perfecto, que en algunas viñetas parece sobrevolar la magia del genial Gene Colan”. Bueno, a eso le canto “quiero retruco”. El color es mucho más importante en este segundo tramo, mucho más expresivo, mucho más decisivo a la hora de establecer los climas, y la magia del inolvidable Gene Colan se siente mucho más, está mucho más palpable en esos lápices frescos, dinámicos, llenos de emoción. Si te copa la estética realista, esto es visualmente perfecto, de verdad.
No quiero contar mucho más para no spoilear. Solamente recomendarte que si nunca habías leído Superman: Secret Identity no desaproveches la oportunidad de tenerla completa (y sin avisos!) en estos dos hermosos TPBs para pobres. Te vas a encontrar con una historieta realmente brillante, emotiva, fuerte, y sobre todo muy distinta a lo que te imaginás. Sumale los dibujazos de Immonen y te queda una obra prácticamente imprescindible, para recordar y recomendar toda la vida.

domingo, 10 de junio de 2012

10/ 06: CARLITOS

Justo que hablábamos de superhéroes argentinos...
Carlitos no es exactamente una de superhéroes argentinos, pero toca el tema. En realidad, se zambulle en el tema. Se trata del típico comic de “superhéroes en el mundo real”, pero sin superpoderes, más para el lado de Kick Ass o Doméstico. Como en esas sagas, acá tenemos a un protagonista que es fan de los comics de superhéroes y un día decide ponerse él también una máscara y una capa y salir a las calles a defender la Justicia. Hasta ahí, las similitudes con esos personajes previos.
El resto del planteo del guionista Sebastián Rizzo es bastante innovador: Carlitos no es un pibe atlético, sino un cincuentón gordo y casi calvo. Además de estar un poco chapita (condición sin equa non para salir enmascarado a la calle), Carlitos está en las últimas. Es un loser completo, un paria de la sociedad, un descastado sin un mango, sin amor, sin esperanza. Un tipo que ya perdió todo lo que podía perder, menos la fantasía. Y como la fantasía de Carlitos está dominada por los superhéroes yankis, no se le ocurre otro camino hacia la redención que operar en un barrio porteño con los códigos de Batman y los otros justicieros urbanos.
La obsesión de Carlitos con Batman llega a tal punto que nuestro “héroe” se mete en una convención freak-comiquera (en este caso Animate) para presenciar una charla de Adam West y, en un descuido, afanarle al veterano actor yanki la capa y la capucha originales de la serie de los ´60! O sea que, cuando sale a patrullar las calles, Carlitos lo hace con la verdadera capucha del Batman con el que se cebó en sus años mozos. Esto es –obviamente- un gesto extremo por parte de Rizzo y sirve para subrayar la principal diferencia entre Carlitos y otros “tipos normales que un día adoptan una identidad heroica en el mundo real”: su exacerbado patetismo.
Rizzo, sin ensañarse, sin perderle el cariño, no deja pasar una oportunidad de pintarnos a su protagonista como un pobre tipo, un completo infeliz al borde del abismo. La mejor decisión que toma el guionista (y que también aleja a esta obra de Kick Ass o Doméstico) es no meternos nunca en la cabeza de Carlitos, no mostrarnos nunca cómo piensa, cómo percibe lo que le sucede, no dejarlo narrar en primera persona, no habilitarle ni un mísero bloque de texto. Carlitos es sus acciones y sus acciones son las que llevan adelante la trama.
Y está bien. Sin ser una joya, la historia es coherente y tiene un ritmo propio, que alterna bien entre momentos más intensos y momentos más tranquis. Los diálogos son buenos, suenan creíbles, y lo único choto es un giro argumental que se da cinco o seis páginas antes del final. No te lo voy a contar, pero es algo que influye mucho en el desenlace de la trama y –lamentablemente- está apoyado en una casualidad demasiado brutal, que rompe el verosímil. El resto es raro, ensimismado, pero también sólido y coherente.
El trabajo del dibujante Sergio Monjes es muy, muy bueno, muy por encima de lo que le vimos hace unos años en aquel one-shot de Bizancio escrito por el enorme (y desaprovechadísimo) Mauro Mantella. Monjes es una mezcla de Nacho Noé con los buenos dibujantes oscuros del mainstream yanki onda Sean Phillips, con un gran manejo del claroscuro y de las expresiones faciales. Vistas de lejos, esas páginas de Monjes con gente triste que deambula por una ciudad gris, transmiten una sensación parecida a las mejores historietas de Horacio Altuna. Miradas de cerca no, no tienen mucho que ver, excepto en algo del clima de desesperanza. La narrativa está bien pensada y bien ejecutada, con buenas secuencias mudas en las que el dibujo de Monjes se carga la historia al hombro y se la re-banca. Sin ser super-original, el dibujante demuestra una solvencia muy notable en todos los rubros.
Me imagino que al Capitán Meganno (cuya foto aparecía ilustrando el post de ayer) le deben haber pasado varias de las cosas que le pasan acá a Carlitos. Pero bueno, macho, bancatelá. O jodete por boludo. Cuanto más realistas nos ponemos, más inviable es el concepto del justiciero enmascarado, y más todavía en Argentina. Rizzo y Monjes (no sé si voluntariamente o no) también dan testimonio de eso con esta historieta que –repito- no es una genialidad ni marca “un antes y un después” de nada, pero acumula unos cuantos hallazgos interesantes.

sábado, 9 de junio de 2012

09/ 06: ¿SUPERHEROES ARGENTINOS? ¿EN SERIO?

Casi todas las semanas, o semana por medio, me llega por mail algún cuestionario de chicos o chicas que estudian algo vinculado a la historieta en alguna universidad: periodismo, edición, marketing, historia del arte, diseño gráfico... lo que sea. Y yo, en la medida de mis posibilidades, respondo todas las preguntas y los oriento para que puedan presentar trabajos interesantes, que les sirvan tanto para sacarse una buena nota como para enriquecerse desde la adquisición de conocimientos. Esta semana respondí dos cuestionarios y uno tenía que ver con los superhéroes argentinos.
Primera pregunta: ¿Cuáles son para vos las principales razones por la que son más reconocidos los superhéroes americanos que los nacionales?
Mi respuesta: Porque son los originales. Los superhéroes son yankis y punto. Hacer superhéroes argentinos es como hacer samurais nigerianos, no tienen nada que ver. Quedó demostrado que los superhéroes no son un género transplantable fuera de EEUU, como sí se logró hacer con el western.
Y ya está. Todo lo demás que contesté, fue al pedo. Con esa respuesta le armé (en realidad, le desarmé) el laburo al flaco que me escribió. ¿Me fui muy al carajo? No sé, ahora que tengo un ratito, lo puedo reflexionar acá, “en voz alta”. Lo del western está bastante claro, no? Digo, todos entendemos que los cowboys sólo pueden existir en los EEUU, y a la vez todos aceptamos que se han hecho magníficas películas e historietas de cowboys fuera de los EEUU. Incluso en Argentina, cuando se publicaban muchas historietas de gauchos (esas de Enrique Rapela, Walter Ciocca, Carlos Roume y tantos otros autores de los que hoy no se acuerda ni el loro), estas seguían bastante de cerca el modelo de las historietas clásicas de cowboys y funcionaban bien, no parecían samurais nigerianos. O sea que, de alguna manera, el género se pudo transplantar a otras culturas e incluso a otras locaciones.
Con los superhéroes pasó todo lo contrario. En el único país donde aparecieron guionistas capaces de escribir bien a los superhéroes yankis fue en Inglaterra. Y siempre que se trató de crear superhéroes locales (no sólo en Argentina, también en Europa, Africa o el resto de Latinoamérica) o bien salieron engendros infumables, o bien salieron historietas dignas, pero de muy escasa repercusión.
Por supuesto, esta última afirmación depende mucho de la definición de “superhéroe” con la que trabajemos. Porque si convenimos en que un superhéroe es un justiciero con superpoderes, tenemos que aceptar que antes de Superman y todos sus clones nosotros tuvimos a Patoruzú, y ahí se nos va todo a la mierda. O sea que se hace imperativo hilar un poquito más fino. Así, en una de esas coincidimos en que Patoruzú no es un superhéroe (por miles de motivos) y entonces, para pensar en superhéroes argentinos ya tendríamos que irnos a Misterix, Super Hijitus, Sónoman, y hasta ahí nomás, porque cuanto más nos venimos hacia el presente, más se vuelven a desdibujar las fronteras de qué es un superhéroe y qué no. No es tan fácil, está claro.
Por otro lado, acá tuvimos superhéroes yankis made in Argentina. Esas copias burdas tipo El Vengador o Supervolador no se esforzaban por adaptar el género a nuestra idiosincracia. Por el contrario, el esfuerzo consistía en convencer a los lectores incautos de que en realidad estaban leyendo a Batman o a Superman!
Seguro que el que mejor la hizo fue Oswal: no sé si alguna vez León Hamilton III mostró el DNI argentino, pero las aventuras de Sónoman estaban claramente ambientadas en Argentina y aún así funcionaban. ¿Por qué? Yo creo que porque, al estar pensadas para una revista infantil, dejaban de lado lo que nos distingue a los argentinos de los yankis: el cinismo, la viveza criolla, la incredulidad. Sin ser boludas, las aventuras de Sónoman son ingenuas. Y ahí está la clave. Cuando los superhéroes yankis dejaron de ser ingenuos, fue más difícil clonarlos, repetir o transplantar sus fórmulas. Los puristas dirán “es que dejaron de ser superhéroes”. Lo cierto es que para cuando en Argentina aparecieron guionistas que entendieron el género, qué es, qué potencial tiene, por qué funciona en EEUU, ya no había una fórmula original clara, obvia, fácil de copiar. Ni la fórmula clásica de DC de los ´40, ni la de Julius Schwartz ni la de Stan Lee se podían aplicar en los ´90, ni a héroes argentos ni a héroes yankis escritos acá. O sí, pero como decía antes, renunciando o bien a la calidad o bien al éxito. ¿Y la fórmula de Chris Claremont? ¿Ya estaba vencida en los ´90? Me parece que no. De hecho, en España la utilizaron Carlos Pacheco y Rafa Marín para Iberia Inc., y tan mal no les fue. Acá, no hubo nadie que lo intentara.
El fenómeno de los superhéroes es bastante cíclico y ahora parece que están de vuelta en la cresta de la ola. ¿Surgirá de entre estas hordas de nuevos fans del género una camada de guionistas que intente con éxito y criterio transplantar el concepto de los superhéroes a Europa, Africa o Latinoamérica? Y lo más importante: ¿Hace falta? La dejo picando...

viernes, 8 de junio de 2012

08/ 06: DMZ Vol.9


No sé si será fruto de la abstinencia (la tenía abandonada desde Noviembre) pero la verdad es que en mi regreso a la DMZ la encontré mucho mejor que la última vez que la había visitado. Cuando reseñé el Vol.8, me acuerdo que pedía la cabeza de Matty Roth, el protagonista. Estaba hasta las pelotas de verlo veletear y bastante indignado por los últimos giros que le había pegado el guionista Brian Wood.
Y mirá qué loco: este tomo, que me volvió a cebar casi como al principio, es el tomo en el que menos aparecen los personajes secundarios. Excepto el papá de Matty, que copa la parada en en el último episodio, todo el resto desaparece del mapa y Matty se queda solo como loco malo, a bancarse a lo guapo el peso de la trama y –sobre todo- las consecuencias de las cosas funestas que pasaron en el tomo anterior. Lo más loco es que ese personaje al que yo tanto puteaba se la banca más que dignamente y logra reencauzar –él solito- tanto su rumbo como el de esta serie dura, compleja y atractiva como pocas.
Este tramo de DMZ conserva un hilito de su impronta política, un leve aroma de su temática social y algunos chispazos de sus coqueteos con el género bélico. Esta vez, está todo tan para el orto que Wood apela a contar la historia de DMZ como si fuera un comic del post-holocausto. Matty vaga por la cuidad semi-desierta como el Mark de Robin Wood y Ricardo Villagrán, como el Sr. Jepperd de Jeff Lemire. Lo amenazan los propios sobrevivientes, lo atormentan los fantasmas, lo agobia la atmósfera de desesperanza, abandono y destrucción. Por momentos parece que no hay salida, que ahora sí, el bajón gana por goleada y terminamos todos pegándonos un corchazo. Por ahí necesitaba eso: tocar fondo, tanto él, como la ciudad con la que se encariñó, como la causa con la que se comprometió, para empezar el repunte, para encontrar la nueva vuelta de tuerca que le permita (a él y a DMZ) encarar la recta final con mejores perspectivas.
Lo cierto es que el último episodio del tomo es tan importante y está tan bien escrito, que hace que los cuatro anteriores parezcan chamuyo, excusas baratas para estirar. No lo son, para nada. Pero esa escena final (larga, tensa, definitiva) entre Matty y su padre se morfa el tomo y proyecta una sombra gigantesca sobre todas las peripecias previas. Una vez más, cambia el status quo de Matty y de la serie. Y está bien. No es un volantazo caprichoso, no es un manotazo de ahogado. Es una evolución lógica, coherente, necesaria para preparar el terreno para el final, y Wood la arma perfecto para que cualquiera que no se cope con este nuevo status quo pueda decir “podría haber sido mil veces peor”.
El tomo arranca con el número 50 de la serie y dicho acontecimiento se festejó con una antología, en la que Wood aportó varias historias cortas y convocó a distintos dibujantes, además del titular, Riccardo Burchielli, al que en ese número lo dejaron publicar en blanco y negro, cosa que lo mejora mucho. La mejor de las historias cortas es esa, la que dibuja Burchielli en blanco y negro. Y el otro dibujante que la descose (aunque con un guión menor) es Fábio Moon, que hace magia en apenas cuatro páginas. Todo el resto del libro lo dibuja Burchielli en el estilo de siempre, coloreado por el eficiente Jeromy Cox. Y está muy bien. Ya sabemos qué le podemos pedir al tano y qué no.
DMZ retomó la senda que la llevó a ser una de las series más crudas, jodidas y desgarradoras de la historia del comic. Aún con todas sus limitaciones, aún transitando el camino del dolor y la auto-compasión, Matty Roth volvió a convertirse en un protagonista viable para esta anti-epopeya de verdad, memoria, justicia, solidaridad y dignidad en la que los buenos tienen todas las de perder. Incluso está presente el fantasma de la derrota más heavy, que es la de empezar a parecerse demasiado a los malos. En Octubre, cuando me toque viajar a New York, me va a costar no imaginármela devastada y bajo sitio como nos la muestran Wood y Burchielli. Así de real, así de fuerte, se vive la lectura de este comic.

jueves, 7 de junio de 2012

07/ 06: LOS REYES ELFOS: GLIRENN, REINA DE LOS ELFOS NEGROS


Sigo encontrando material relacionado con Los Reyes Elfos, del prócer valenciano Víctor Santos, y no puedo evitar comprarlo, ni mucho menos leerlo. Este es un arquito menor protagonizado por Glirenn, la reina de los elfos negros, que tuvo bastante protagonismo (y un escarceo romántico con Ehren, el personaje central de la saga) en el tomo conocido como La Emperatriz de Hielo (lo vimos por acá en Julio de 2010, página 28 del segundo libro del blog).
Ahora a Santos se le ocurre darle el spotlight a Glirenn y de paso contarnos cómo ascendió al trono y cómo surgió el linaje de los elfos negros. Es una historia lineal, sencilla, sin mayores vueltas de tuerca, hasta el final donde sí, se revela algo muy heavy, que no te ves venir. Básicamente, Santos nos cuenta que Glirenn asesina a su propia madre y, para afianzarse en el trono, debe eliminar también a sus tres hermanas, que se lo van a intentar disputar. Y el núcleo de la saga es ese: tres combates fraticidas entre Glirenn y cada una de sus hermanas, todos con victorias para la actual reina de los elfos negros. Como es una historia del pasado, vos ya sabés que Glirenn no va a morir, o sea que –por lógica- las que van a morir son las hermanas. Y así, con la escasa emoción de ya saber el resultado de cada pelea, transcurren las primeras 44 páginas del tomo.
Hay buenos diálogos, en los que Santos redondea la personalidad (atrevida, ambiciosa, intrépida) de la protagonista, y el resto son paginitas de relleno entre una escena de machaca y la siguiente. Las tres hermanas de Glirenn son muy distintas entre sí y hay que vencerlas de modos distintos, y eso es todo lo que impide que el trámite se haga predecible o aburrido. Encima estas primeras 44 páginas están dibujadas por Vicente Cifuentes, un dibujante correcto, pero con poca onda. Muy jugado al pin-up, a mostrar que dibuja bien los cuerpos esculturales de estas minas aguerridas y sexies. Los combates están buenos sólo cuando los enfoca de cerca. En los planos más alejados, las figuras se ven toscas, les falta trabajo, definición.
Este era un comic para que te lo colorearan en Top Cow, ponele, con todos los chiches, y que quedara una cosa bien estridente, un clásico comic noventoso del sub-género Tetas y Espadas, una onda Ascension/ Magdalena/ Lady Death y demás bostas que uno se esforzó muchos años para olvidar. Pero no. Es un comic realizado para una editorial chica de España y no hay coloristas de Top Cow. No hay color, tampoco. Cifuentes recurre entonces a meter grises mediante aguadas, con resultados generalmente buenos, aunque con algunas pifias, o momentos en los que el criterio para meter las aguadas resulta... dudoso. Por ahí porque uno, acostumbrado al claroscuro a todo o nada de Santos, ya viene medio mal predispuesto a ver grisados y aguadas en Los Reyes Elfos.
Lo cierto es que Cifuentes (hoy un entintador bastante requerido en EEUU) no es un dibujante que me parezca interesante o que me logre emocionar. Tampoco un verdulero excecrable, aclaro por las dudas. Y lo grosso es que la historia no se termina en la página 44. Hay más: un epílogo de 10 páginas en el que Nyerr, la confidente de Glirenn, tendrá que terminar el trabajo sucio de su patrona y eliminar a... alguien más (no te puedo cagar la sorpresa). En estas 10 páginas, llega la justicia. Santos se arremanga para dibujarlas él solito, en su estilo más moderno, y desata un vendaval de masas negras, tramas mecánicas, narrativa mignolesca, machaca y talento que levantan el puntaje de este libro más de lo que te podés imaginar. La última viñeta de la página 9 (esa que parece dibujada por Fernando Calvi en los ´90) alcanza por sí sola para levantarte cualquier cosa, y para provocarte pesadillas jodidas y duraderas como el gobierno de Carlos Menem.
En fin, esto es sólo para los muy enfermos de Víctor Santos, o para el que se cebó mal con la saga de Los Reyes Elfos y quiere todo, sea lo que sea. Si no entrás en esas categorías, limitate a babear con la majestuosa portada del valenciano y, si ves el libro en algún lado y te lo dejan hojear, no dejes de mirar con atención lo que hace el ídolo en las últimas 10 páginas del tomo, que es mortal. Si te gusta la historieta, este Santos le da baile al de Neymar y –donde te descuidás- al de Pelé.

miércoles, 6 de junio de 2012

06/ 06: ALOHA


Volvemos a cruzar el charquito para encontrar-
nos con una de las revelaciones de la historie-
ta uruguaya reciente, la muy joven autora cono-
cida como Maco, y esta que es –creo- su ópera prima.
Aloha es una historieta rara, en el sentido de que no se propone un fin netamente narrativo. Hay algo así como una historia, pero no está enfatizada. Es más bien una sucesión de cosas limadas que le pasan a la protagonista y que, de seguir alguna lógica, tiene más que ver con la de los sueños que con la de una historia con principio, desarrollo y fin, causas, consecuencias y demás.
Y si la historieta no va para el lado de contar una historia, ¿para dónde corno va? La idea de Maco es utilizar a Aloha para explorar nuevas formas de desarrollar la acción en una página de historieta. En casi todas las páginas del libro, Maco propone al lector un juego novedoso, distinto, que consiste en ver a los personajes (la chica protagonista y distintos bichitos o criaturas que la acompañan) desplazarse por los decorados de un modo siempre original, que nos invita a deshacernos del tradicional sistema de lectura del comic (de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha), para seguir a Aloha a veces para un lado, a veces para el otro, a veces en espiral, a veces en zig-zag, muchas veces de abajo hacia arriba, y así.
Maco juega con lo más sagrado: la gramática de la historieta. Pedirte que no leas de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha es como escribir una novela sin sujetos ni predicados. Por ahí se puede hacer bien, pero tenés que ser un monstruo, un genio tocado con la varita mágica. Y aunque no me creas, esto a Maco le sale muy, muy bien. La atención del lector no se pierde entre estas páginas/ laberinto, el juego funciona, te atrapa, te incluye. Y funciona, creo yo, porque Maco apuesta a un dibujo sencillo, de línea clara tradicional, una onda Hergé con algún que otro cross-hatching más arriesgado. Hay páginas recontra-cargadas de detalles chiquititos y preciosistas y otras muy minimalistas, en las que Aloha recorre la nada, la historieta pelada, despojada, sin fondos, apenas con los marquitos de las viñetas (con los que Maco también se anima a jugar).
Y por supuesto, hay escenas más clásicas: las siete páginas de interacción con la Muerte (acertadamente ubicadas en el medio del libro) tienen la dinámica de una obra de teatro, o de una historieta de Copi. Ahí no hay que esforzarse por seguir el relato, es bien lineal, aunque no por eso menos atractivo.
No hay mucho más para decir. Si querés descubrir a una autora nueva, que propone unos juegos narrativos nunca antes vistos, que se zarpa con unas páginas de 16 viñetas en las que nos invita a seguir varios desarrollos de varias situaciones a la vez en distintos sentidos de lectura, acá vas a encontrar una historieta muy, muy interesante, arriesgada en la concepción y sólida en la ejecución. Y tierna, con cierta onda poética, con la extraña habilidad de reconfortar al lector, de transmitirle la sensación de “está todo bien” . No hay muchas historietas como Aloha y que exista algo así es –sin dudas- una excelente noticia. Espero ansioso otras obras de Maco, a ver para dónde agarra.