el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 1 de abril de 2011

01/ 04: SWEET TOOTH Vol.2


Ah, qué lindo! Este comic sigue por la buena senda y encima con ventas decentes, como para no temer una repentina cancelación o un cierre abrupto o anticlimático.
Jeff Lemire sabe lo que hace. Así como en el tomo anterior nos sorprendió con muchísimas escenas de acción, esta vez el protagonista, el chico-ciervo llamado Gus, casi ni se mueve. El duro Sr. Jepperd, que amagaba para co-protagonista o incluso para villano, cobra definitivamente un rol tan central como el de Gus. El sí se mueve a lo largo de este arco, y no sólo de un lugar a otro. También para atrás en el tiempo, ya que lo vemos protagonizar un montón de flashbacks que nos explican con crudeza y elocuencia quién carajo es y por qué hace lo que hace. En pocas páginas, Jepperd pasa de ser un misterio insondable a ser un personaje perfectamente construído, del cual sabemos muchísimo y del cual queremos saber mucho, mucho más.
¿Qué hace Gus, que no se mueve? Habla, pero sobre todo escucha. En cautiverio, se encuentra con otros chicos como él e incluso con adultos y todos aportan algunos datos de los que nos faltaban para entender este mundo bizarro y post-apocalíptico que nos plantea Lemire. Acá van y vienen postas y conjeturas sobre la peste que aniquiló a casi toda la Humanidad, el colapso de la civilización, la aparición de los chicos con rasgos animales y de los campos de reclusión donde los tienen prisioneros. Falta explicar bastante, pero Lemire ya se aseguró de que nuestro compromiso con su historia sea incondicional y a largo plazo, con lo cual no hay apuro. Con lo que sabemos hasta ahora, vamos bien.
El único misterio que en vez de empezar a aclararse se oscurece todavía más es el del propio Gus. ¿Qué es? ¿De dónde salió? ¿Cómo es que nació antes de la pandemia? ¿Y cómo puede ser que no tenga ombligo? Lemire sigue acumulando preguntas acerca de nuestro protagonista, que es el encargado de aportar la dosis de ternura freak a un comic donde la sangre, la violencia, la crueldad y los crímenes de lesa humanidad están a la orden del día. Esta vez, con Gus y Jepperd separados, el contrapunto entre ellos se desactiva y eso deja a Sweet Tooth sin esa cuota -pequeña pero bien lograda- de humor, que resulta casi indispensable entre tantas escenas truculentas, desgarradoras y más tristes que el futuro de Miguel del Sel en la política.
Por el lado del dibujo, la evolución de Lemire es notable. A su estilo crudo, adusto, parco, tipo Angel Mosquito, ahora suma una nueva elegancia. Rara, pero elegancia al fin, un poquito emparentada con los comics más expresionistas de Dave McKean. Y el fuerte sigue siendo la narrativa. El último episodio, que nos cuenta la historia de Jepperd prisionero en el campo de concentración clandestino donde nace su hijo, es una cátedra, un catálogo de recursos de montaje de secuencias, de armado de la página, de ritmo, de climas… No efácil encontrar comics de hoy con la intensidad y la calidad de lo que está haciendo Lemire en Sweet Tooth.
Y como en la reseña del tomo anterior, hay que hablar maravillas de José Villarrubia (al que tuve la suerte de conocer hace poquito, en la convención de Lima), un monstruo de la ilustración que trata de trabajar de colorista y termina trabajando de poeta del photoshop. Lemire es un dibujante de claroscuros, sin medias tintas, y por ende no tan fácil de colorear. Pero Villarrubia le pone todos los chiches imaginables para que Sweet Tooth pase de atractivo a irresistible. El español entiende los climas, las sensaciones, las texturas, todo lo que el canadiense quiere meterle al dibujo y no puede porque labura en blanco y negro. De la amalgama entre ambos sale una verdadera fiesta para los ojos del lector.
De a poquito se corre la bola, y cada vez somos más los que vibramos con Sweet Tooth. El hecho de que cada mes alguien dibuje, alguien edite y muchos compren un comic de este nivel es un lujo, un excelente motivo para ser optimistas en cuanto al futuro del Noveno Arte. Por supuesto, ya tengo encargado el Vol.3.

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