el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 30 de noviembre de 2010

30/ 11: ACERO LIQUIDO


Aaaggghh! Otro trip al carajo y más allá! Qué lindo es no acordarse nada de las historietas que uno leyó hace casi 20 años y descubrirlas ahora, que se reeditan en formatos más copados, como si las leyeras por primera vez. De cuando salía Acero Líquido en Skorpio, lo único que me acordaba era que había un “héroe” re-power con armadura de metal y un bichito medio animalesco que hablaba boludeces. Y que el dibujo de Quique Alcatena era glorioso, pero eso nos lo recuerda Quique en todos sus trabajos, o sea que no es un detalle fácil de olvidar.
Acero Líquido era algo así como el X-Men de la Skorpio. No sólo porque era la serie más popular entre los fans. También había buenos, malos, superpoderes, sub-plots de largo aliento, villanos y secundarios recurrentes y –lo más interesante- era una serie abierta, o sea que ni mi hermano, que laburaba en Skorpio, sabía cuándo podía llegar a terminar. La historia que plantea Eduardo Mazzitelli le saca enorme provecho a todos estos elementos que enumeré, pero principalmente al último, al de la extensión indefinida. La evolución de Hark como personaje es sinuosa, cambia de dirección varias veces, casi no deja variante sin explorar. Y su relación con los personajes secundarios y los antagonistas también se desarrolla intermitentemente: estos aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer cuando la historia lo requiere; caso raro en los seriales episódicos de Skorpio (y de las revistas de Columba), donde casi siempre los villanos, amigos y novias del protagonista eran boleta pocos capítulos después de su debut. Acá Mazzitelli la hace mejor: en vez de matarlos los borra un rato, o los convierte en protagonistas de un extenso sub-plot que va en paralelo con lo que sucede con Hark y su sidekick, Híbrido.
Pero en algún momento la serie llega a su fin, y este no es precipitado, ni abrupto, aunque sí le falta un poquito de peso dramático a las muertes de personajes a los que vimos vencer amenazas hiper-heavies a lo largo de la saga. Varias de estas muertes se producen en el anteúltimo episodio (para el final quedan apenas dos personajes del elenco estable), en pocas páginas, sin hacer demasiado hincapié en que estamos frente al final definitivo de personajes que nos acompañaron durante 260 páginas y que se bancaron masacres, exilios, traiciones, desamores, humillaciones y combates devastadores. El final en sí es redondísimo, pero tantas muertes en tan pocas páginas le restaron impacto al climax del relato.
Y ese es el único “pero”, porque el resto sólo merece una ovación sostenida y de pie. Yo suelo quejarme de que los héroes de Mazzitelli sufren poco, o resuelven de modo muy sencillo y con holgada suficiencia los desafíos que les plantea el guionista, pero acá a Hark lo vemos sufrir y mucho. Gana muchísimas peleas contra atrocidades inenarrables casi sin despeinarse, pero acumula pesares, replanteos jodidos, recuerdos dolorosos e incluso varias veces lo detonan, lo derriten o le dan una murra de aquellas. Lo atormentan las penas de amor, no le encuentra sentido a la vida, no se siente cómodo ni como héroe, ni como villano, ni como freak de la ciencia, ni como fuerza de la naturaleza. Y eso lo hace muy grosso, aunque no son pocos los secundarios que por momentos lo eclipsan, porque si algo le sobra a Acero Líquido son buenos personajes.
Y del dibujo de Alcatena me niego categóricamente a hablar… Y además no puedo, porque la baba que derramo no me permite modular. Digamos simplemente que es maravilloso en el sentido más amplio de la palabra y que es casi increíble que alguien pueda dibujar 14 páginas por mes con esa calidad (y a veces están hechas en simultáneo con otros trabajos para EEUU!).
Si te copan la aventura llevada al extremo, la fantasía totalmente desencadenada y pasada de rosca, las epopeyas sazonadas con grandes diálogos y bloques de texto que mandan sentencias definitivas, o si te mojás con la magia del plumín alcateniano, arriesgá la vida, sumergite de una en este Acero Líquido.

lunes, 29 de noviembre de 2010

29/ 11: ESSENTIAL MAN-THING Vol.2


Otro Essential bastante prescindible, que no aporta demasiado.
Arrancamos con la última etapa de Steve Gerber al frente de Man-Thing, una rara combinación de historias intrascendentes y sagas más filosas, de contenido más social, como la del vikingo que lidera una cruzada fascista y reaccionaria en Citrusville, el pueblito que linda con el pantano donde Man-Thing juega de local. Pero la fórmula se agota, la revista se cancela y, sin mezquinar nunca el vuelo literario de su prosa y algunos diálogos notables, Gerber se despide con una hecatombe multi-dimensional tan caótica como innecesaria.
El personaje reaparece en otras revistas, con otros guionistas, y finalmente, en 1979 vuelve a tener serie propia, ahora escrita por Michael Fleischer. Este guionista dura (por suerte) sólo tres números, y son los tres peores números del Essential: un disparate atrás de otro, en un intento tristísimo por clonar la etapa de Len Wein y Berni Wrightson en Swamp Thing. Pero viene un crossover con Dr.Strange que está bueno, y lo escribe Chris Claremont, que escribía también la serie regular del Tordo. Claremont se copa con Man-Thing y se queda hasta el final de esta (breve) segunda serie. Ni bien llega, corrige el rumbo insostenible trazado por Fleischer, e incluso se deshace del único logro de su antecesor: los bloques de texto narrados en segunda persona, un yeite setentoso que a mí particularmente me encanta y que –dicen- lo inventó Archie Goodwin. La fórmula de Claremont es muy parecida a la de Gerber: historias humanas, de gente común, en las que Man-Thing apenas participa, y –de golpe- volantazo y festival de demonios, piratas místicos, vórtices dimensionales y fumanchereadas varias. Por suerte las historias de gente común están buenas. Algunas ni siquiera tienen acción, por eso, para que “pase algo”, tanto Claremont como Gerber abusan de la secuencia repetida hasta el hartazgo de Man-Thing revoleando a la mierda a algún caimán sublevado que lo ataca a él o a alguna minita de esas que siempre se pierden por los pantanos de Florida. Y antes de cerrar el tema guiones, hay que destacar también un Giant-Size (el 5) que trae tres historias cortas, de las cuales una (la que escribe Wein) es excelente.
Pero si leés comics por los dibujos, con este Essential la vas a pasar peor que si vas a un acto kirchnerista disfrazado de Julio Cobos. Muchos, demasiados episodios están dibujados por Jim Mooney, un dibujante anticuado, sin onda, con menos creatividad que un parabrisas, un bodrio. Y si eso te parece choto, agarrate, porque al lado de lo que viene después, Mooney es Brian Bolland. Justo cuando Claremont queda como guionista titular, los dibujos caen en manos de un verdulero irredento, un muerto de frío que no puede publicar ni en el más croto de los fanzines: Don Perlin. Bancado a muerte por Jim Shooter (que en esta época ya era el capo máximo de Marvel) Perlin rara vez laburó en proyectos que no tuvieran como jefe al gigante de Pittsburgh, y es lógico. Sólo un amigo incondicional, un familiar, o alguien de quien Perlin conocía oscuros secretos sexuales podría darle trabajo a un dibujante tan, tan malo. Igual, si te animás a bucear en ciénagas boñiguescas, acá vas a encontrar un numerito hermoso de Gene Colan (el de Dr. Strange!), una joyita de John Buscema y Tom Palmer, un par de John Byrne con muchas pilas aunque entintado medio para atrás, y 30 páginas magníficas (con las que abre el Essential) íntegramente realizadas por el prócer filipino Alfredo Alcalá en un nivel altísimo. Esto último es finoli de verdad.
Y hasta acá llegamos. No recuerdo ninguna otra historia de Man-Thing digna de ser leída y guardada hasta la breve (y fundamental) serie de fines de los ´90 que escribía J.M. DeMatteis, o sea que no me enganchan ni mamado para un eventual tercer Essential. La próxima vez que necesite una dosis de criaturas del pantano, agarro para el lado de Louisiana, me parece…

domingo, 28 de noviembre de 2010

28/ 11: BASTONAZOS DE CIEGO


Noviembre pasó a la historia como el Mes de las Antologías, pero guarda, que la historieta latinoamericana actual también tuvo muchísima presencia… Hoy terminamos (por lo menos por este mes) el repaso por la región con un comic del colombiano Andrezzinho, realmente distinto y delicioso.
Cada página de Bastonazos de Ciego se puede leer en forma independiente (de hecho, así fue como se publicó originalmente en la web), pero puestas una al lado de otra, las páginas forman algo así como una novela, un relato de largo aliento en el que vemos a un personaje anónimo entrar y salir de varias relaciones sentimentales. Sí, hay algo de comedia, hay slice of life y hay un par de momentos medio hot, pero Bastonazos de Ciego es básicamente un comic romántico, o por lo menos un comic que tiene como eje a los sentimientos que generar los vaivenes de las parejas. Hay encuentros, desencuentros, dudas, cuernos, discusiones, pajas, celos, borracheras, lágrimas, mentiras y silencios de toda clase. Andrezzinho escribe buenos diálogos pero su fuerte son claramente los silencios.
Por supuesto, una historieta así no es para cualquiera. Te tiene que emocionar el tema del amor y las parejas, para empezar. Y te tenés que bancar un comic sin acción, sin piñas, ni tiros, ni persecuciones. Un comic cuya principal virtud es meterse en la cabeza de un tipo del que no sabemos ni el nombre para mostrarnos cómo vive las distintas etapas de su relación con distintas minas. Seguramente, como está bien escrito, te va a resultar llevadero y hasta en algunas cosas te vas a sentir identificado (si sos un varón al que le gustan las minas, obvio). Pero hay que ir muy predispuesto para engancharse con una temática que no es la habitual.
Releo lo que escribí y ya estoy en desacuerdo conmigo mismo: la principal virtud de Bastonazos de Ciego es la forma en que Andrezzinho planifica las páginas. Para laburar bien los silencios hay que tener un gran manejo del tempo narrativo y en eso el colombiano es un monstruo devastador. A eso sumale que arma la página con gran imaginación, no se ajusta a ninguna grilla (aunque tiene páginas de 9 y de 12 muy, muy buenas), juega con los bordes de las viñetas y mete los grises con muchísimo criterio para balancear las masas blancas y negras. El resultado es que cada página es una unidad perfecta, un bloque sólido dentro del cual la narrativa fluye con naturalidad y originalidad. El salto de una página a la otra le da a la historia la emoción, el riesgo, el vértigo que el guión (por su caracter intimista e introspectivo) no tiene.
El dibujo de Andrezzinho también resulta una grata sorpresa. El colombiano trabaja en una línea clara clásica, casi naïf. Tiene mucho de Pablo Zweig, de María Alcobre, de la mejor época de Maitena; y es muy loco, porque enseguida me vinieron a la mente tres dibujantes argentinos y sin embargo el “feel” de la obra es recontra-francés. Pero se entiende, no? Estamos hablando de un planteo basado en la síntesis, cute, despojado (los fondos aparecen sólo cuando son imprescindibles) y además con margen para lo impredecible (Andrezzinho se zarpa también cuando dibuja los sueños de los personajes, en un estilo un toque distinto, más perturbador, más Lucas Varela). Muy interesante y muy sorprendente para los que no estamos familiarizados con las tendencias actuales de la historieta colombiana.
O sea que, para hacerla corta, el único impedimento potencial para caer rendido ante Bastonazos de Ciego es que no te cope el tema de las parejas y los sentimientos. Si comprás la temática, el resto te seduce sin el menor esfuerzo (sin siquiera invitarte una birra) porque el dibujo es excelente, la narrativa es magistral y los personajes están muy bien laburados. Ya quiero ver otras obras de Andrezzinho.

sábado, 27 de noviembre de 2010

27/ 11: X-MEN VIGNETTES Vol.2


¿Te acordás cuando los X-Men eran lo más, cuando esperabas como loco la próxima Uncanny, cuando cada tanto salía una miniserie con revelaciones grossas acerca de los personajes más interesantes, cuando leías X-Factor y New Mutants para ver por dónde podía llegar a despuntar la próxima saga que sacudiera al mundo de los mutantes? Yo me acuerdo! A mí me duró cuatro años, de 1985 a 1989. Casualmente a partir del ´86 empecé a juntar también Classic X-Men, que traía reediciones de toda la era post-Giant Size, complementada con breves historias 100% nuevas, pero ambientadas en paralelo a esa gloriosa etapa de fines de los ´70 y principios de los ´80. A veces las escribía el Pope Máximo, el Prócer Mutante, el guionista que llevó este concepto segundón de Stan Lee al primer plano: Chris Claremont. ¿Te acordás cuando Claremont era Número Uno Indiscutido? Bueno, ese Claremont escribía los back-ups de Classic X-Men. No todos: algunos se los dejaba a Jo Duffy (la de Power Man & Iron Fist) y otros a la coordinadora de la mejor época de Uncanny, la genial Ann Nocenti. Los subnormales de Marvel nos cuentan que en este libro hay historias de los tres guionistas, pero no aclaran cuál escribió cada uno.
Pero todo eso palidece y deja de importar cuando abrís el libro y te encontrás con que TODAS esas historietas están dibujadas por John Bolton. Bolton tiene otras dos obras maestras en conjunto con Claremont (Marada the She-Wolf y The Black Dragon) y es obvio que se entienden perfectamente. Con Nocenti también tiene una joya oculta, otra de esas mini-glorias de los ´80 que pasaron desapercibidas entre tanta grossitud: Someplace Strange. Bolton es un clásico, un dibujante realista perfecto, que cuando no se colorea él mismo, trabaja en un registro académico, de engañosa simplicidad, de perfecta comprensión, un maestro de los climas, de las pausas, de los rostros expresivos… y no tanto de la acción, que la dibuja bien, pero se nota que no es lo que más lo emociona.
Y está perfecto que lo hayan elegido para estas historietas, donde la acción está csai siempre, pero rara vez es lo importante. Estas historias indagan en el aspecto más íntimo, más humano de los héroes y villanos de X-Men. Se concentran en los momentos tranquis, en esas pausas que hasta los héroes más grossos se toman entre epopeya y epopeya. A veces (en las historias menos copadas) los guionistas se limitan a mostrarnos prólogos o epílogos de las historietas que ya conocíamos, pero casi siempre hay algo más. Fieles al estilo de Claremont, casi todas las historias se juegan a meterse a fondo en las mentes de los personajes. Las más interesantes son las que nos muestran a un sólo personaje, en una aventura breve, de baja intensidad, pero que sirve para definir mejor su personalidad o su relación con otros héroes o villanos.
Así descubrimos cómo y con quién debutó sexualmente Colossus, qué volvió muy hijo de puta a Magneto, qué gesto noble tuvo Black Tom Cassidy con su primo Banshee, cómo Corsair se unió a los Starjammers, cómo Lilandra descubrió la existencia de Charles Xavier, cómo Mastermind sedujo y corrompió a Jean Grey y varios detalles jugosos más. A nivel guión, los episodios de Storm son los menos interesantes, pero irónicamente son los que Bolton dibuja con más pilas, o sea que a nadie le importa el guión. Además enganchan poco con la “historia grande” de los X-Men, al igual que las aventuras solistas de Nightcrawler y de Wolverine, y a diferencia de las de Jean, que son episodios bastante importantes de la inolvidable saga de Phoenix. Pero muchas de estas historietas son joyitas en sí mismas, más allá de si aportan mucho o poco a la mitología mutante. Un placer reencontrarse con ellas tantos años después y un recuerdo muy feliz de cuando uno creía que el X-Cebamiento le iba a durar forever. Por suerte una legión de guionistas impresentables (y la decadencia del propio Claremont) se esforzaron por arrancarnos de las garras de aquel adictivo vicio ochentoso.
¿Qué clase de blog comiquero tarda 330 días para hablar de los X-Men? Esto es poco serio…

viernes, 26 de noviembre de 2010

26/ 11: SONOMAN Vol.1


Reencontrarse con Sónoman después de chotocientos mil años sin leerlo es un trip mágico. Y loco, porque uno tenía recuerdos muy vívidos de esas historietas. O no, por ahí me mezclo los recuerdos con los textos SOBRE Sónoman que leí hace mucho menos tiempo, y en todo caso eso habla muy bien de los textos.
Este libro, magníficamente editado, incluye tres aventuras largas y una cortita, una especie de presentación. Esta intro está realizada en 1993, cuando Oswal llevaba muuuchos años sin dibujar a Sónoman, y tiene un planteo gráfico mucho más moderno que el resto del libro. Se nota que ahí Oswal ya era mucho más que un buen historietista. Pero son poquitas páginas.
La pulenta es la primera aventura extensa, una remake de 1983 de la tercera aventura de Sónoman, cuya primera versión es de 1967. Yo ni había nacido, así que jamás vi esa primera versión. Pero la del ´83 es demoledora, así, de una. Acá un Oswal ya maduro y muy, muy canchero, se ciñe a una grilla muy ajustada, de 16 viñetas por página, para meter mucho en poco espacio: caracterización, humor, revelaciones impactantes acerca de Sónoman y sus poderes, y además la acción, que cuando estalla rompe el esquema de 16 cuadros y nos regala imágenes hermosas y de altísimo impacto visual. En apenas 19 páginas Oswal pone más contenido que el que hoy solemos ver en 64 páginas y todo está dibujado como los dioses, en ese estilo de síntesis, con manchas perfectas, con pinceladas sutiles y un dominio molecular de la narrativa, de los climas, de las expresiones faciales… Esas 19 páginas garpan todo el libro.
Las otras dos historias largas son la cuarta y la décima, y datan de 1967 y 1968, respectivamente. Y están buenas sobre todo para ver cómo dibujaba Oswal en aquel entonces y cómo mejora con el correr de las páginas. Entre el ´67 y el ´68, la gimnasia de dibujar a Sónoman todas las semanas da resultado, y para la última saga del libro (contra Dómina), ya se ve asomar al Oswal imparable, al maestro de los maestros, a ese que le voló el cráneo a Meglia, a Capristo, a Taborda, a Dani the O, a Lucas, a Mosquito, a Dupleich y tantos otros destacadísimos discípulos. Lo más flojo, entonces, es la aventura del ´67, porque el dibujo todavía está apenitas “duro”, más pegado a los clásicos yankis tipo Alex Raymond, y porque la propia temática de la saga, la exploración de nuevos poderes para el héroe y una lucha menor contra el Hombre Museo, no tiene ni a palos el peso dramático de los otros arcos argumentales. Para los hinchas de Racing, ese episodio tiene un bonus especial: Sónoman rescata al legendario equipo de José!
El resto, es muy, muy notable, al nivel de lo mejorcito que produjo en materia de superhéroes la Silver Age yanki. Sónoman no escapa para nada a ese proceso. Si bien la narrativa no se parece en nada a la norteamericana (porque al publicar dos o tres páginas semanales, hay MUCHOS más cuadros por página que en cualquier comic-book), las similitudes sobran: Sónoman explica los poderes que usa, como los Legionarios del Siglo XXX, y los activa moviendo los deditos como Spider-Man y el Dr. Strange. Oswal mecha data científica sobre flora, fauna, astronomía y física en medio de las aventuras, como los guionistas sesentosos de DC. Y salvo por la última saga –que es más “heavy”- las otras están bastantes conscientes de lo alucinante y lo bizarro que nos están narrando, y tienen unos cuantos toques de humor, al estilo los Metal Men, Metamorpho o los team-ups de Batman de Bob Haney.
Hasta hace un tiempito, de Sónoman se hablaba mucho y se lo leía poco. Ahora está la posibilidad de descubrirlo en serio, de meterse, de indagar y de averiguar uno mismo cómo y por qué esta historieta que salía en Anteojito hace 1000 años, un día se convirtió en uno de esos clásicos imposibles de olvidar. Ojalá pronto se editen nuevos tomos!

jueves, 25 de noviembre de 2010

25/ 11: THE SYSTEM


Esta vez no me toca una antología, pero sí una historieta experimental, que se propone innovar no sólo en lo formal, sino también en el contenido. Releer The System más de 10 años después de la primera lectura (en comic-books, allá por el ´97, creo) tiene una ventaja alucinante: leerla de un tirón, sin esperar un mes entre un episodio y otro. Esto es TAN novela, que haberla partido en tres capítulos es prácticamente un crimen. No tengo dudas de que Peter Kuper (autor de esta maravilla) la pensó para se leída de un tirón y el TPB nos brinda esa inigualable oportunidad. Pero también hay una desventaja: desde que me topé por primera vez con The System hasta hoy, leí muchísimos textos sobre esta obra; tantos que no se me ocurre cómo hablar de ella sin repetir ideas, conceptos y elogios que las decenas de exégetas que me preceden ya le dedicaron a esta gloria del Noveno Arte. Como siempre, trataremos de pilotearla…
De la experimentación formal de Kuper ya se habló mucho: el uso de stencils para crear las imágenes, el salto mortal de llevar adelante una narración de 84 páginas (!) sin recurrir a los textos, los apabullantes logros a la hora de crear perfectas transiciones entre secuencia y secuencia, las habituales proezas del prócer a la hora de planificar cada página, su personalísimo y fascinante manejo del color (no lo intenten en sus casas, chicos; a lo sumo van a parecer clones chotos de Peter Kuper)… De todo eso ya se escribió un montón, y está bien, porque eso es parte importante de lo que hace que The System sea una obra maestra.
Otro punto importante es el ritmo, ese vértigo que Kuper controla de forma molecular y que nos lleva sin pausa, sin un segundo para respirar, de una historia a la otra. Porque esa es la innovación más zarpada de The System: no cuenta una historia, sino varias. La gran ciudad es el tapiz en el que Kuper teje varias historias paralelas, que se entrecruzan permanentemente. Si es difícil contar una historia sin palabras, imaginate contar muchas! Pero acá se entiende todo, los personajes, las distintas tramas, las conexiones entre unas otras. Veamos:
Tenemos por un lado al Detective McGuffin, que investiga las truculentas muertes de las strippers de un cabarulo, obra de un misterioso asesino serial. Por otro lado a Merkel, el yuppie cheto de corbata y celular, que se entera que la mega-corporación donde trabaja se está por fusionar con otra mega-corporación y le vende la data a un magnate de las finanzas. Sin saber que un terrorista jodido llegó a la ciudad contratado para poner una bomba y hacer que vuele a la mierda al edificio de una de las dos mega-corporaciones! En el medio está la historia de un proceso electoral bastante turbio, con candidatos dispuestos a todo para ganar la presidencia de la nación. Y la historia de Yusuf Stewart, joven de raza negra, de novio con una chica blanca, que muere cuando una pandilla lo enfrenta y termina por degollarlo a plena luz del día. Y la del homosexual que visita a diario a su pareja, que convalece en el hospital. Y la de la red de narcotráfico, controlada por un policía corrupto. Y un montón de historias más de gente común, de testigos, de sobrevivientes (una stripper, por ejemplo, a la que McGuffin salva de morir a manos del asesino serial), de idiotas comunes y corrientes (el conductor del subte que lo maneja en pedo!), de delincuentes menores (el skater rubio que le hackea la cuenta a Merkel), de ejemplares variopintos de esa fauna urbana, compleja y desaforada. Kuper se las ingenia para que incluso la vida cotidiana, la rutina gris y sin sobresaltos de esa gente que viaja en subte y patea el asfalto, nos resulte cautivante.
The System se tiene que usar para dar clase en las escuelas, no tengo dudas. Kuper demostró acá que es uno de los genios indiscutidos de la narrativa en imágenes. Sus historias atrapan y cierran donde tienen que cerrar. Su New York late, suena, vibra, tira onda. Y su despligue visual te deja babeando, te abre la cabeza hacia nuevas formas de pensar este medio. Gro-ssí-si-mo.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

24/ 11: HUMANILLO


Esta puede ser historieta argentina o latinoamericana, como más te guste. Yo la mando como latinoamericana, porque si bien el autor nació y vive actualmente en Argentina, y el libro está editado acá, casi todas las historietas están realizadas por Jorge Quien (que así dice llamarse el autor) durante los muchos años que vivió en la hermana república de Chile. De hecho, muchas de las historietas que componen esta antología (sí, otra antología!) fueron realizadas para revistas y libros del país trasandino.
Otras no nacieron por encargo de ninguna publicación, sino que Quien las realizó para hinchar las bolas, por amor al arte, para exorcizar andá a saber qué demonios. Y eso es lo mejor que tiene esta recorrida por las historietas de Jorge Quien: la sensación de juego, de experimentación, de vale todo, de vamos a ver qué onda esto. Quien es artista visual y su aproximación a la historieta es necesariamente distinta a la de la mayoría de los autores, que se ganan la vida escribiendo y dibujando comics. Quien, en cambio, viene a divertirse un rato, a probar cosas raras que este lenguaje le permite probar y los otros que maneja, por ahí no.
Estamos frente a un gran dibujante. Un tipo que arma muy bien cada viñeta, que dibuja en varios registros, que domina una gama muy amplia de técnicas (aguadas, crosshatching, claroscuro, etc.) y que además le da a todo un toque muy personal. El problema no menor es que se nota demasiado que Quien trabaja casi siempre sin guión y si leés hace un tiempo este blog, ya sabés que acá nos gustan las historietas CON guión. Y que por bueno que sea el dibujo, si no hay guión la historieta tiene menos chances de ganarse mi aplauso que Quilmes de quedarse en primera.
No es intolerancia, para nada, porque leo historietas sin guión, no las descarto a priori. Y si están bien dibujadas, lo digo, y si tiene buenas secuencias también. Pero habiendo taaaantas artes en las que se puede lucir la gente sin nada para contar, ¿por qué hacer historieta? Digo, si te copa la imagen, transmitir cosas locas con tu dibujo y demás, ¿no te da para pintar cuadros, o dibujar sin viñetas ni diálogos? Algunas de las historietas de Quien tienen –seamos justos- sanas intenciones narrativas. A veces prosperan, otras no. Y también tiene ideas que no cuentan nada, pero que funcionan al presentarlas en secuencia de imágenes (como Sinónimos). Pero muchas historietas se quedan en el vuelo poético, en proponerle al lector simplemente sentir, no entender ni engancharse con un relato.
No digo que esté mal, porque –repito- hay muy buenas ideas y excelentes dibujos. Pero para mi gusto, eso no alcanza para que una historieta esté buena. Así como aplaudo el dibujo, la sensibilidad, las intenciones, la búsqueda de Quien, también me lo imagino en historietas con guionista y digo “la puta madre, qué talento desaprovechado”. A Quien le sobran los recursos para convertirse en un historietista genuino. Ojalá los ponga en práctica. Tiene una gran ventaja sobre el resto de los artistas que vienen de las artes visuales, y es que no parece considerar a la historieta como un campo menor, ni como un escalón a subir para llegar a lo que realmente le interesa. Por el contrario, se lo ve cómodo, suelto, compenetrado. Le falta convencerse de que puede vivir de su trabajo como historietista y empezar a pensar (que imaginación le sobra) cómo transformar esa enorme creatividad y esa solvencia gráfica en historias más fuertes, más redondas, más atractivas para los que leemos comics por los guiones.

martes, 23 de noviembre de 2010

23/ 11: BATMAN: STRANGE APPARITIONS


En 1977, cuando Batman estaba en uno de los peores momentos de su carrera a nivel creativo, el legendario coordinador Julius Schwartz hace uno de sus clásicos pases mágicos y de la noche a la mañana la revista Detective Comics se convierte en escenario de algunas de las historietas más notables de la década, no sólo en lo que respecta a Batman, sino al género superheroico en general.
De las filas de la mucho más próspera Marvel, llega un ídolo setentoso: el guionista Steve Englehart. Era un pase promisorio pero efímero: Englehart aclaraba desde el vamos que su intención era irse a vivir a España y abandonar su carrera en los comics un año después de pasar a DC. Y en un año hizo mucho más que otros en cinco o diez. No hace falta ser un genio para deducir que Englehart se propuso “marvelizar” al Señor de la Noche. De pronto aparecen conflictos psicológicos (Batman se empieza a cuestionar por qué hace lo que hace, las consecuencias, los costos que paga, cómo se desdibuja la personalidad de Bruce Wayne al convertirla en “la máscara bajo la que se oculta Batman de día”, etc.), aparece un villano de base “real” (Rupert Thorne, capo de la corrupción política enquistada en lo más alto de la municipalidad de Gotham), cobra importancia la continuidad (se mencionan hechos de números anteriores y hasta sucesos que Batman vive en las páginas de World´s Finest y Justice League of America!) y aparecen dos sub-plots fuertes, gancheros.
Uno es el romance entre Bruce y Silver St.Cloud, una hermosa chica que descubre su identidad secreta y luego lo abandona. Acá vemos a una mina que realmente le mueve el piso a un Bruce que llega a plantearse si le interesa más ir a pelear con el Penguin que quedarse en casa garchando con Silver. Wow! Y el otro sub-plot tiene que ver con Hugo Strange, que también descubre la verdadera identidad de Batman y se lleva el secreto a la tumba, cuando Thorne lo manda a boletear. Pero el fantasma de Strange volverá varias veces a atormentar al autor intelectual de este asesinato que Batman y la cana jamás resuelven.
Y como en los comics de Marvel de los ´70, estos atractivos desarrollos se ven interrumpidos por las reglamentarias peleas contra el villano de turno, que son apenas entretenidas. Los dos numeritos con el Joker son sin duda los más atractivos, pero la aventura contra el Penguin es del montón y la de Deadshot es apenas una excusa para traer de vuelta (con chapa) a un personaje justamente olvidado. Los dos primeros números de Englehart presentan al Dr. Phosphorus (en una saguita vibrante, pero no muy trascendente) y lo distinto, lo impactante, es la historia contra Hugo Strange en la que este desenmascara a Batman y se propone vender su secreto más jodido. Con menos desarrollo de sub-plots y más power en el conflicto contra el villano, los dos números que cierran este libro, escritos por Len Wein, son una magnífica carta de presentación para Clayface III y sientan las bases de aquella inolvidable cátedra de Alan Moore en el Annual 11.
Los dos primeros números están dibujados por Walt Simonson en crack, apurado, casi desprolijo, pero con una narrativa potente y osada. Y después Englehart forma equipo con un Marshall Rogers inspirado, que acá dibuja con pasión, talento y originalidad de altísimo vuelo. Nunca más veríamos a Rogers dibujar al nivel que pela acá (y en sus numeritos de Mister Miracle, también de esta época). Rogers se complementa perfecto con las tintas del gran Terry Austin (que mete unas tramas mecánicas alucinantes), experimenta con la puesta en página, se juega en secuencias ajustadísimas, splash pages grandilocuentes y memorables… y además pela efectos que los otros artistas no se animaban a pelar, porque él mismo coloreaba las historietas! Entonces, sabía que no iba a venir cualquier verdulero a estropeárselas! Muy grosso.
Por ahí, leído hoy, esto no le cambia la vida a nadie. Pero hace más de 30 años, cuando los comics de Batman eran bochornosamente pedorros y reiterativos, lo de Englehart y Rogers en Detective fue un oasis, una etapa breve pero muy influyente, que demostró que había otro enfoque posible para los héroes clásicos de DC que habían quedado anquilosados, desfasados y relegados después de aquellos efímeros coqueteos con la madurez y la relevancia de principios de los ´70.

lunes, 22 de noviembre de 2010

22/ 11: RUPAY


Vuelvo a concentrarme en el comic latinoamericano reciente y esta vez me toca estremecerme con Rupay: Historias Gráficas de la Violencia en el Perú 1980-1984. Ufff… esto es verdaderamente jodido! Menos mal que vengo leyendo mucho Scalped, si no, no sé si me lo aguantaba hasta el final.
Rupay se inscribe en el género de la historieta documental, ese espacio en el que brilla con luz propia el impresionante Joe Sacco, pero que encontró su correlato en Latinoamérica con este trabajo de Jesús Cossio (guión y lápices), Luis Rossel (guión y tintas) y Alfredo Villar (guión). Las historias de la sangrienta lucha armada entre Sendero Luminoso y las fuerzas militares peruanas son muchas y muy cruentas. Este trabajo de Cossio y su equipo no sólo nos narra varias de ellas con tremendo realismo: también discute con la versión oficial de los hechos, agrega datos que esta oculta, subraya inconsistencias, expone complicidades e impunidades de quienes tenían que investigar y juzgar estos hechos aberrantes. Más que un mero relato, más que un texto histórico, Rupay es en sí mismo un documento, porque los autores aportan datos fehacientes que dan testimonio de hechos que la historia oficial parece ignorar y se esfuerza por olvidar.
A diferencia de los comics de Joe Sacco, en los que los bloques de texto básicamente cuentan la historia y el dibujo nos ilustra algún aspecto de lo que narran los textos, en Rupay los dibujos de Cossio se cargan al hombro buena parte de la responsabilidad a la hora de llevar a buen puerto la narración. Abundan, por supuesto, los bloques de texto, y casi siempre son estos los que aportan los datos más relevantes para la comprensión de lo que sucede (algo sumamente útil para los que, como yo, ignorábamos la magnitud del conflicto). Pero hay extensas y memorables secuencias en las que es el dibujo el que cuenta, expone y desnuda los trágicos hechos de Rupay. Y Cossio se las ingenia para que sus imágenes nos transmitan sensaciones que las palabras jamás nos podrían transmitir.
Son casi todas sensaciones espantosas. Rupay no da tregua, ni en la última viñeta. De principio a fin presenciamos matanzas, crímenes, traiciones, violaciones, fusilamientos, asesinatos de bebés, torturas y el in crescendo brutal de un enfrentamiento ideológico en el que todos pierden, especialmente los postergados, los humildes pobladores de las regiones serranas. Al atraso cultural y a las carencias sanitarias, educacionales y hasta alimentarias, estos campesinos deberán sumar también los horrores de una guerra sucia, en la que muchísimos inocentes pagarán con sus vidas el sólo hecho de estar ahí, en medio de un conflicto entre un movimiento revolucionario de extrema izquierda y un gobierno supuestamente democrático que no tiene reparos en allanarle el terreno a los militares para desatar una contraofensiva escabrosa y letal.
Gracias a este desgarrador trabajo, y a su estilo puntilloso, detallista, de gran rigor documental, Jesús Cossio se ganó el mote de “el Joe Sacco peruano”. Pero en sus trabajos para distintos fanzines (incluído El Cerdo Volador, creado por el propio Jesús), descubrimos a un Cossio distinto, mucho más expresionista, volcado a una experimentación radical, a veces muy fumada, otras veces con gran lirismo, con un amplio registro gráfico y con comics realizados con distintos materiales, distintas técnicas y sin la menor intención de documentar masacres y genocidios. Incluso muchas veces no se le nota ni siquiera la intención de contar una historia. El Cossio under tiende a la no-historia, al sinsentido surreal, al delirio en estado puro. Lo cual te puede dejar con gusto a poco, si no fuera por lo bien que dibuja.
Jesús Cossio es otro autor de nuestro continente al que conviene prestarle muchísima atención. Espero ansioso su próximo trabajo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

21/ 11: SMALL GODS Vol.1


Pasamos de una antología editada en Córdoba a una historieta dibujada en Córdoba pero publicada por Image. Small Gods reunió al ignoto guionista yanki Jason Rand con el grossísimo dibujante cordobés Juan Ferreyra y el resultado fue una serie que no tuvo mayor éxito, pero que no está nada mal (por lo menos este primer arco) y donde se ve perfectamente la transición de Ferreyra, desde aquel promisorio artista que impactara en el under argento con Elvisman a ese dibujante sólido y con estilo 100% propio que viéramos en Rex Mundi.
Este tomo de Small Gods se lee como una peli de Hollywood: un cana con poderes psíquicos, un procedimiento policial que se complica a raíz del uso de estos poderes, interrogatorios, aprietes, tramoyas legales, un dilema moral fuerte y bien desarrollado y un triángulo pasional entre el “héroe” y dos minitas. Rand maneja perfecto la tensión, mete escenas heavies en las dosis y en los momentos justos, y acumula dramatismo a medida que nos acercamos al final. A la hora de resolver la trama, echa mano a un recurso válido, poco previsible, pero que soluciona todo con excesiva facilidad. No está mal, no va en contra del verosímil que se estableció a lo largo de toda la saga, pero hace que el dilema que aquejaba a Owen Young se disuelva fácil, rápido y gratis. Por ahí en tomos posteriores algo de esto se reactiva y algunas de las cagadas que se manda “el bueno” en este arco vuelva para atormentarlo. Pero en esta historia en particular, Rand le cobra baratísimo a su personaje protagónico.
La clásica estructura de relato policial contemporáneo acá tiene un ingrediente extra bien presentado y bien piloteado: los poderes psíquicos. Hoy ya vimos por televisión 143.566 series de ambientación urbana con gente con poderes paranormales, pero para 2004 esto era bastante original. Y además está el truquito de que Owen no es el único psíquico, sino que abundan los telépatas, telekinéticos y demás variantes de poderes mentales tipo Charles Xavier. Los personajes están bien armados, los diálogos suenan bien y no hay mayores problemas a nivel guión. No se entiende muy bien por qué no hay otras obras más conocidas o más exitosas de Jason Rand, porque acá peló como para ser tenido en cuenta.
Juan Ferreyra, en cambio, aprovechó mejor su paso por esta serie y logró llamar la atención como para ser convocado a trabajar en proyectos cada vez más importantes dentro de la industria norteamericana, hasta que pegó el volantazo y se puso a trabajar para Francia. No esperes verlo al mismo nivel que en Rex Mundi, porque todavía faltaba un trecho. Este es un Ferreyra un poquito más crudo, con algunas fallas menores en la anatomía (en los planos más complicados, no en los fáciles) y con tres personajes femeninos que tienen prácticamente la misma cara. Pero el salto respecto de su etapa under es notable, con grandes logros en la expresividad de los personajes, una narrativa sólida con enfoques variados y atractivos, y un gran trabajo en los grises. Acá Ferreyra ya está bien posicionado entre los dibujantes de estilo realista, cerca del mejor Steve Epting, con algunas caras dignas de Gary Frank, pero con una impronta personal.
La historia complementaria, escrita por Rand y dibujada por Mahmud Asrar, no es gráficamente interesante y tiene tanto, pero tanto texto que no me logré enganchar. Pero el balance da positivo. Small Gods arranca con un arco muy ganchero, con onda peli de Hollywood, bien orquestado y muy bien dibujado. Andá a saber por qué no le fue bien…

sábado, 20 de noviembre de 2010

20/ 11: EBRIO


Noviembre se convirtió sin querer en el Mes de las Antologías, y bueno, acá estamos con una muy reciente, editada por los cordobeses de Llanto de Mudo y con los borrachos como tema englobador de las ocho historietas que la componen.
Arranca con una historia simple, emotiva y muy linda, a cargo de Luciano Saracino (un guionista que viene creciendo a pasos agigantados) y el dibujante español (o en realidad, del País Vasco) Infame & Co. Va un elogio cósmico: esta historieta está tan buena que se podría meter tranquilamente en La Tetería del Oso Malayo, de David Rubín. ¿Me zarpé un poquito? Puede ser… Igual comprobalo vos mismo cuando la leas, a ver cómo te pega…
La segunda historieta, la del “Profe” Roberto Von Sprecher (habitual lector del blog) y Nacha Vollenweider arranca bárbaro y se cae un poco en la última página, a la que le falta orden y le sobran las tres viñetas finales. El dibujo, de aspecto esquemático y desprolijo, refleja muy bien el caos y la imprevisibilidad de lo que nos cuenta el guión, así que no es un punto en contra. Lástima esa última página…
La tercera historia tiene un planteo muy original (vampiros curdas!), buenos diálogos y un final redondito y sorpresivo. Gran labor de Federico Massei, un guionista de la más reciente camada. El dibujo de Ariel Hoch todavía está un poquito crudo (muy bueno en algunas cosas, bastante torpe en otras, con algunos problemas en la narrativa) y eso desluce un poco a la historieta que –repito- está muy bien desarrollada desde el guión.
…A Donde Ir es la típica borrachera triste, que termina en tragedia. Abel Sberna es el guionista que nos sirve este trago amargo, que incluye el buceo en la mente de un personaje gris, resignado, entregado y su forma de ver la vida, o algo así. El dibujo de Juan Carlos Aguirre le pone la cuota justa de expresionismo para mostrarnos los paisajes de la mente de este tipo y una realidad deformada por la extraña percepción de un borracho en las diez de última. Otra historia emotiva, de gran belleza plástica, aunque demasiado bajonera.
Una dupla a la que ya vimos romperla en La Fábrica es la de Alejando Farías y Leo Sandler. Acá nos hacen sentir en carne viva la angustia, la asfixia, la tensión que siente un borracho consuetudinario que lleva ya dos días sin chupar, y descubre lo insoportable que es su realidad cotidiana cuando trata de afrontarla sin alcohol de por medio. Una historia fuerte, impactante y muy bien resuelta.
Las dos historietas siguientes (la de Juanfranco y la de Pablo Guaymasi) son básicamente en joda, y apelan a un humor de brocha gruesa. Graciosas, sí, pero un poco precarias en la ejecución. Son historietas que entran perfecto (y hasta se lucen) en cualquier publicación amateur, pero que acá hacen un poquito de ruido.
Y el cierre también va para el lado del humor: Diego Cortés (otro gran guionista argento más reconocido fuera del país que dentro) y Nicolás Brondo (dibujante muy power y en constante ascenso) nos hacen vibrar al ritmo de una pantomima sin textos, en la que presenciamos un desopilante festival de excesos etílicos, condimentados con sexo, droga y rockanroll. Y lo mejor: las consecuencias imprevisibles e hilarantes de tanto abuso del escabio. Como siempre, narrar sin palabras es MUY difícil y acá Cortés y Brondo tuvieron que pelar un arsenal de recursos muy amplio para sacar adelante la historia. Pero sale y se disfruta a full, porque son tipos que tienen el arsenal muy bien provisto, sin pólvora mojada.
Se impone el brindis, entonces, por una antología bien lograda, con un tema atractivo (incluso para mí, que no tomo bebidas alcohólicas) y unas cuantas historietas de muy buena calidad. Salud!

viernes, 19 de noviembre de 2010

19/ 11: SPIDER-MAN: FEVER


¿Se puede hacer comic de autor dentro de una mega-editorial y con los personajes que todo el mundo conoce? Sería algo así como lo mejor de ambos mundos, no? Digo, excepto porque si usás a los personajes conocidos no retenés los derechos sobre tu obra… Pero la respuesta es: a veces. A veces aparecen proyectos limados en donde las editoriales dejan jugar a los artistas con total libertad, y no siempre tienen que ser antologías tipo Bizarro Comics o Strange Tales. En una miniserie de Spider-Man también se puede combinar a personajes emblemáticos y a autores de primera línea con rienda suelta para zarparse y contar lo que tengan ganas.
Esta vez, el afortunado fue el genio inglés Brendan McCarthy, un autor siempre arriesgado, siempre experimental y cuyos primeros coqueteos con el guión los habíamos visto en ese glorioso número de Solo que le publicó hace unos años DC. Ahí McCarthy demostró que, además de holocaustos oculares, puede producir holocaustos mentales, con guiones complejos, sorpredentes, en un punto perturbadores, en una línea no muy apartada de sus mejores trabajos junto a quien durante décadas fuera su guionista de cabecera, el zarpadísimo Peter Milligan. Era obvio que ese Solo iba a traer consecuencias, y acá están: Marvel lo invitó a jugar con sus chiches, con una sóla condición: que apareciera como co-protagonista un héroe de primera línea. Milligan le quería poner todas las fichas al Doctor Strange (porque es un cebado incondicional de Steve Ditko y sus mundos místico-lisérgicos) pero tuvo que reformular la historia para que Spider-Man (el otro hijo de Ditko) compartiera el spotlight con el Doc.
Y si bien se nota que McCarthy no está tan cómodo dibujando a Spidey como al Hechicero Supremo, la historia recontra-funciona. Es simple, es lineal, está apenitas estirada, pero tiene todo para que se lea en forma satisfactoria y –lo más importante- para que se luzca a full el arte de este torbellino de talento, este Amo de las Artes Dibujísticas que pela un conjuro atrás de otro y te hechiza de principio a fin. Básicamente, Spidey cae prisionero de unas arañas-brujas de otra dimensión y Strange va a tratar de rescatarlo. Con ese planteo básico, hay muy buenas secuencias de Peter (no creas que es la típica “chica en peligro que espera que venga el héroe a salvarla”), hay un muy buen trabajo de construcción de los villanos y su mundo, hay personajes secundarios graciosos, y una nueva hechicera (con acento australiano y un dominio notable de la magia de los aborígenes del continente oceánico) que bien podría integrarse al elenco estable del Dr. Strange, si el Doc volviera a tener serie propia y si algún guionista de Marvel se tomara el laburo de leer esta saga. O sea que si te aguantás los diálogos pomposos y faltos de onda que profiere Strange entre conjuro y conjuro, esto se lee con gran placer.
Y la pulenta, por supuesto, es el dibujo. McCarthy siempre fue un Ditko posmoderno, un Ditko que leyó demasiado la Métal Hurlant, y acá lo termina de demostrar. Y no se queda en el homenaje al maestro, sino que se va al carajo y más allá. McCarthy ya era infernal en blanco y negro, o cuando coloreaba con marcadores, lápices y acuarelas. Ahora, desde que descubrió la computadora, se convirtió en una criatura quintaescencial, incomprensible para el ser humano. La diferencia entre el McCarthy pre-photoshop y el actual es más o menos la misma que entre Alec Holland y el Swamp Thing de Rick Veitch. Ahora sí, el genio explota, hace lo que realmente quiere y todo se ve perfecto.
Ojalá Marvel publicara aunque sea UN comic por mes con la calidad y la originalidad de esta obra que termina de consagrar a Brendan McCarthy como un monstruo con voz propia, que sabe limar, que sabe impactar, pero también se banca contar una historia más lineal, más accesible, sin escatimar nada de su fascinante y delirante impronta personal. Y además, cualquier comic en el que el Doctor Strange trata de dialogar con fósforos vivientes, es lo más.

jueves, 18 de noviembre de 2010

18/ 11: VALERIAN: LES HEROS DE L’EQUINOXE


Insisto en la gilada de leer en desorden (en realidad, en el orden en que consigo los tomos) la serie que redefinió por completo al comic de ciencia-ficción y a la ciencia-ficción en general. Esta vez me toca entrarle al octavo tomo (que en España se editó como Vol.7, porque Grijalbo le cambió el orden a los tomos de Dargaud), otra aventura prácticamente perfecta. En este álbum, Pierre Christin y Jean-Claude Mézieres se las ingenian para 1) contar una gran epopeya de sci-fi, 2) invitarnos a reflexionar acerca del envejecimiento de las sociedades contemporáneas y sus consecuencias, 3) darle muuuucha chapa a Valérian y 4) mofarse un poquito de los superhéroes norteamericanos.
La historia es sencilla, lineal, casi obvia, pero está llevada con mano maestra por dos narradores increíbles. De la mano de Meziéres, las locaciones de la misteriosa “isla de los niños” cobran vida. De la mano de Christin, estos tres “superhéroes” (clones bien maquillados de Thor, Iron Man y el Dr. Strange) se convierten en personajes muy bien trabajados, a pesar de los rasgos paródicos. Y cuando la aventura se fractura en cuatro para seguir por separado a Valérian y cada uno de sus tres rivales, estalla la magia, la puesta en página muta y vemos en esta historia muchas cosas que para 1978 nadie había intentado hacer en este medio. La alquimia entre los autores (para esta etapa, ya íntimos amigos) es incomparable, es una simbiosis perfecta.
Y lo más loco: en todo momento sabés que Valérian (a priori el más débil de los cuatro héroes) va a ganar la competencia y va a ser el encargado de fecundar a esa especie de diosa-madre-actriz porno para dar vida a una nueva generación de niños en el envejecido mundo de Simlane. Y sin embargo, no sabés cómo va a suceder eso. El desenlace sorprende, la tensión es heavy, la emoción se sostiene hasta el final. Sufrimos junto a Laureline ante la muy palpable posibilidad de que Valérian muera (como tantos) en el intento por alcanzar la meta, o de que llegue y todo resulte una trampa mortal. Y nos cagamos de risa al final, cuando los celos por imaginar a su novio en brazos de la diosa-madre-actriz porno le ganan a las ganas que tenía Laureline de reencontrarlo sano y salvo y en vez de los besos vienen los pases de factura.
Por el lado del guión, hay que destacar cómo Christin les da voces propias y bien diferenciadas a cada uno de los campeones cósmicos, y cómo integra –sin desvirtuar la trama- una dosis de violencia mucho mayor que la que solemos ver en los álbumes de Valérian. Acá hay mucha machaca, y es electrizante. Por el lado del dibujo, hay un tributo a Moebius (el mejor amigo de Mézieres) cuando el falso Dr. Strange monta un pájaro muy parecido al de Arzak. Y hay un laburo infernal, demoledor, en la arquitectura del planeta Simlane. Los palacios, templos y edificios que se ven acá desafían a los más hermosos que te puedas imaginar y les rompen el culo. Realmente cuesta creer la complejidad y la belleza que Mézieres logró plasmar en cada una de esas vistas panorámicas.
Cuando un comic es así, fundamental, cuando sienta las bases de tantos comics (y películas) que vendrán después, suele cosechar una cierta pátina de impunidad, como para poder tener uno o dos episodios chotos sin que los fans los puteen demasiado. Pero a Valérian no le hace falta. No hay forma de que nadie en su sano juicio putee después de leer estas maravillas con las que Christin y Mézieres nos deleitaron durante 40 años.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

17/ 11: POPGUN Vol.1


Y acá ya me terminé de zarpar con una antología de casi 450 páginas. Una guarangada. En Popgun hay de todo, pero posta: terror, gangsters, cowboys, superhéroes, slice of life, romance, humor, ciencia-ficción y limaduras psicotrópicas varias. Me aventuré sin esperar grandes hallazgos en materia de guiones y efectivamente, pocos guiones superan la mediocridad general. Y además me zambullí convencido de que me iba a encontrar con muy buenos dibujantes a los que no conocía, y efectivamente, me topé con un montón de dibujantes muy grossos. El balance general es bueno, pero vamos paso a paso, como dijo Mostaza…
Gran guión el de Jaime S. Rich, muy bien dibujado por la grossa Joëlle Jones. Toby Cypress, excelente dibujante que combina influencias de Paul Pope y Bruce Timm. Gran laburo de Nick Derington, ya conocido por los fans de Madman. Hablando de Madman, acá se republica la primera historieta de Frank Einstein (antes de llamarse Madman), un hito inconseguible para los fans de Mike Allred (y Bernie Mireault). Interesante lo de Matthew Weldon, dibujante a tomar en cuenta.
Cuando repasaba Strange Tales flashié con el dibujo de Corey Lewis. Acá está de nuevo, en una historieta anterior, de cuando todavía no narraba tan bien y afanaba demasiado a Brendan McCarthy. Igual el dibujo es fastuoso. Otro pibe prometedor: Joe Suitor, interesante de verdad. Brasil dice presente con una muy buena historieta, digna de la Metal Hurlant, escrita por R.G. Llarena y dibujada por Milton Sobreiro. Otro autor integral más que correcto: Joe Flood.
Un dibujante bastante junado por los fieles a Image, Andy Khun, aporta una linda sátira al mundo del catch. Uno de los guionistas-pulpo del momento, Rick Remender, acá se zarpa con una historia atípica y cautivante, dibujada como los dioses por el ignoto (pero muy grosso) Josh Hoye. Otro nuevo ídolo: Chuck B.B., maestro en dos estilos distintos (uno muy cercano al de David Rubín). James Stokoe, abonado infaltable en las antologías de Image, dibuja que no se puede creer. Ya me llegarán sus novelas gráficas para ver cómo narra en espacios largos…
Sheldon Vella tiene muy buenas ideas y dibuja como los dioses, pero le falta ajustar tuercas por el lado de la narrativa para que el dibujo, además de impactar, se ponga al servicio del relato. Otro brazuca, Marcelo Di Chiara, me sorprendió con su dibujo limpio y su estructura clásica, al servicio de una especie de parodia al viejo comic superheroico. Muito bonito! Lo de Erik Larsen es un experimento y está muy bien. No se puede criticar a Larsen. Larsen es religión. Atenti también con Kris Anka, dibujante del re-carajo, una mezcla entre Calvi, Nine y Guy Davis.
Una historieta grossa de punta a punta es la co-escrita por Leah Moore (la hija del Mago) y John Reppion y dibujada por Matt Timson. Otros dibujantes atractivos: Kevin Myers, Graham Corcoran y Johann Leroux (este último tirando a clásico, pero de gran solidez narrativa). Sigo sumando: el alemán Anjin Anhut, el mignolesco Brian Churilla y el increíble Moritat, un yanki con muchísima onda europea. Y cierro con dos excelentes: Ed Tadem (gran narrador, con influencias de Pope y David Lloyd) y Robert Love, muy pegado a la línea de Jamie Hewlett pero con todo para despegar y romperla.
El resto va de lo digno a lo medio pelo, con muchos dibujantes que clonan a algún mangaka, o a Pope, Timm, Mignola, Bryan Lee O´Malley o Jhonen Vasquez, o algún descolgado que leyó demasiado a Michael Avon Oeming… Pero en general la antología respira vitalidad, ganas de hacer cosas distintas y un nivel –repito- altísimo en los dibujantes y no tanto en los guionistas. Se soluciona fácil: cazás a ocho o diez de estos animalitos del lápiz y los ponés a laburar en Vertigo…

martes, 16 de noviembre de 2010

16/ 11: MEMORIAS


Cómo estamos con las antologías este mes! Esta por lo menos está armada con historias cortas de un sólo autor, nada menos que el maestro Katsuhiro Otomo, que hace ya muchos años que no dibuja manga, pero que dejó una huella imborrable tanto en Japón como en Occidente. Por ahí los pibes que hoy consumen Bleach y Naruto no tienen idea, pero allá por fines de los ´80, cuando se produjo el primer embate serio en la penetración del manga en Occidente, la movida tuvo un abanderado, un líder indiscutido, y ese fue Otomo, que venía a prenderle fuego a todo con su Akira. Lo cual es casi lógico, porque en esa época no había muchos mangakas con estilos tan occidentalizados como el de Otomo.
Y si Akira parecía medio western-friendly, o fácil de adaptarse al gusto occidental, las historias cortas, ni hablar. El material de este libro parece europeo, se lee como cualquier recopilatorio de historias cortas de cualquier autor europeo de los ´70 para acá. No sólo porque La Cúpula lo publica en sentido de lectura occidental. También por las temáticas, por la forma de abordar la ciencia-ficción (que en los ´80 era bastante parecida en los distintos continentes), y hasta por la narrativa que (como suele suceder en los tomos de historias cortas) no se ajusta para nada a lo que normalmente se asocia con “narrativa japonesa”.
Acá tenemos cinco historias inconexas entre sí, y todas van para adelante, todas tienen el énfasis puesto en el guión. No esperes el grosso desarrollo de personajes, porque no hay espacio. Acá la onda es el pase cortito y al pie, toco y me voy. Pelo una idea, la hago avanzar mientras se define la ambientación (casi siempre futurista) y la defino en un final lo menos predecible posible. Y a otra cosa. La primera historieta, de 29 páginas, es la más extensa, la más ambiciosa y además la mejor. Hay una situación ganchera, un misterio bien llevado, una ambientación atrapante, un clima de tensión perfectamente construído, bastante acción y un final casi imposible de adivinar. Si leíste Akira hasta el final (en cuyo caso te podés postular a la canonización) sabés que a Otomo le cuesta un huevo rematar, que los finales no son lo suyo. Pero acá todo cierra perfecto, con lujo, poesía y moñito.
La segunda y la tercera historia tienen estructuras parecidas: una ciudad futurista, limpia, ordenada y vigilada como les gusta a los fachos, y un grupúsculo de inadaptados que representan “lo viejo”, lo que hay que eliminar, barrer debajo de la alfombra o –como mucho- corregir a cachetazos. Las dos están buenas: la segunda porque la idea básica es muy ingeniosa y la tercera porque tiene muchísima acción, mucho vértigo y un ritmo alucinante. La cuarta es la única que se hace un poquito larga: son 23 páginas, pero la misma historia se podría haber contado en 16 ó 18. Además es la que le da más protagonismo a la bajada de línea social, que también está presente en las dos anteriores. Y la quinta es 100% política, una alegoría apenas disfrazada de las atrocidades y sinsentidos de la guerra fría entre EEUU y la ex URSS, esa que tanta tela daba para cortar en los ´80 y de la que hoy se habla tan poco. Otomo arranca por ahí, pero enseguida sube la apuesta para bajar línea también en contra de las monarquías y a favor de las democracias y las repúblicas. Y además lo hace con el humor como principal herramienta: esta es la única historieta escrita 100% en joda. Otro lujo.
Y del dibujo ¿qué querés que te diga? Otomo como dibujante es un GENIO. Así, liso y llano. Se nota que leyó a Moebius, se nota que logró integrar varios yeites del maestro francés al estilo japonés, mete unas tramas mecánicas y unas líneas cinéticas que te parten el cerebro en 148 gajos, narra como los dioses, logra equilibrios alquímicos entre las masas negras y los espacios blancos, tiene un repertorio de expresiones faciales que es la envidia de cualquier mangaka de Tezuka para adelante… Creo que ya se dijo todo acerca de las virtudes de Otomo a la hora de dibujar. Lo grosso de este tomo (y lo que me da ganas de comprarme el Vol.2 que es más grueso y bastante más caro) son los guiones. Sin esperar demasiado por ese lado, me encontré con papa muy fina. Y eso se agradece a full.

lunes, 15 de noviembre de 2010

15/ 11: SCALPED Vol.4


Un tomito más y ya me dejo de joder con Scalped hasta el año que viene...
Esto ya es tremendo, ya te asfixia. Las tramas se van poniendo tan pero tan densas, que no se puede respirar hasta que no cerrás el libro. No sé si alguna vez alguien va a poder escribir un comic que supere a Scalped en cuanto a sordidez, crueldad y desesperanza. Nunca me había pasado que una historieta tan buena me dejara un sabor tan asqueroso en la boca, que me hiciera sentir realmente mal, triste, como cagado a trompadas, pero por alguien a quien querés mucho, como para que cada golpe duela de verdad. Tampoco sé si Jason Aaron alguna vez va a recibir el reconocimiento que se merece por este trabajo, o si una vez que Scalped llegue a su fin la vamos a recordar apenas 15 boludos. Pero esto, amigo viñetófilo, es un verdadero Antes y Después, un hachazo sangriento en la historia del comic. Si hace... seis años alguien me decía que Vertigo (filial de DC, filial de la Warner) iba a publicar un comic así, mi respuesta habría sido “Nah, flaco, te vieron la cara... eso es imposible”. Pero acá está.
Este tomo tiene dos arcos: en el primero (y más breve), Aaron recupera al personaje de Carol Red Crow y dedica dos episodios a profundizar en su relación con Dash Bad Horse (lo más parecido a un “héroe” que tiene para ofrecernos Scalped) y a revelar secretos jodidos de su pasado. Para que no baje el nivel de sordidez, hay drogas duras, sexo sin amor y gente que le dispara a una mujer embarazada. Acá, en reemplazo del titular R.M. Guéra, tenemos a un italiano, Davide Furnó, que enseguida se revela como un gran dibujante. Más orgánico y menos pegado a la referencia fotográfica que Guéra, Furnó mete tramas mecánicas, deja a la vista los trazos muy sueltos de su lápiz, se luce en algunas secuencias en las que la narrativa presenta desafíos bravos y se ve muy integrado, muy bien complementado con la colorista Giulia Brusco, que a veces tiene algún cortocircuito con Guéra. Un hallazgo, este tano. Ojalá reaparezca en otros comics de Vertigo, o en este, si Guéra vuelve a ausentarse.
Y en los cuatro episodios restantes (dibujados al gran nivel de siempre por Guéra), de nuevo Dash se va al banco de suplentes para que se luzca el que hasta acá es el verdadero protagonista de Scalped: Lincoln Red Crow, el cacique capo-mafia que controla con mano de hierro la Reservación. Nuevos flashbacks nos agregan un montón de info acerca de la relación entre Red Crow y Gina, la finada mamá de Dash, mientras la acción del presente hace crecer el conflicto entre el cacique y el maligno Sr. Brass, enviado de la familia mafiosa (y china) que le puso al aborigen buena parte de la guita que hizo falta para abrir el casino. Aaron la hace bien: Brass es tan, pero tan hijo de puta, que al confrontarlo, Red Crow nos empieza a parecer menos malo. Eso, más el amor genuino por Gina, realzan la figura de este abanderado de la runfla y la corrupción y hace que –por un minuto- nos olvidemos de que tiene las manos manchadas con mucha, mucha sangre. Ya habíamos subrayado el impecable trabajo que hace Aaron con Red Crow y en esta saguita eso llega a niveles realmente insuperables.
Y acá se sube al elenco protagónico un personaje hasta ahora menor: Dino Poor Bear, que pasa de loser consumado a transa exitoso, hasta que... bueno, ya sabés que va a terminar para el orto. El tema es cómo y por supuesto no te lo voy a spoilear. Pero tiene que ver con drogas, armas, tiros, puñaladas y esas cosas lindas a las que nos acostumbró Scalped. También hay una muy buena construcción de Dino por el lado del dilema moral, o sea que de a poco, Aaron está armando otro personaje sustancioso, interesante y complejo, por si faltara alguno.
Las cosas se siguen complicando en la Reservación y todo indica que la violencia y el derramamiento de sangre van a ser cada vez más heavies. Veremos con qué nuevas atrocidades nos impacta Aaron en el próximo tomo. Ah, y seguimos sin saber quién carajo mató a Gina!

domingo, 14 de noviembre de 2010

14/ 11: DEMO


Brillante es poco. De verdad, lo que hacen Brian Wood y Becky Cloonan en este tomo está más allá de las exégesis. Demo es un nombre genérico que no dice demasiado acerca del contenido del libro. Pero una vez que lo abrís, te encontrás con 12 historietas autoconclusivas protagonizadas por chicos y chicas de 15 a treinta y pocos años, algunos de los cuales tienen habilidades paranormales, lo que vulgarmente llamamos “superpoderes”. Seguro te estás imaginando a los X-Men, o a los Titans, o algo así. Bueno, nada que ver. En Demo no hay héroes, ni villanos, ni nadie se disfraza, y rara vez vuela una trompada. Las 12 historias nos muestran a estos jóvenes “especiales” en situaciones ordinarias, cotidianas, pero cruciales y definitivas en sus vidas muchas veces manchadas (cuando no saboteadas) por estas mismas habilidades que los distinguen del resto.
La clave es la anti-estridencia. Hay poderes, a veces hay acción, otras veces hay romance, muchas veces hay tragedias jodidas, y otras veces hay gente que habla frente a una taza de café, lo más tranqui. Pero siempre dentro de la intimidad de los personajes, al más puro estilo Adrian Tomine. Nada de lo que se sucede es público, ni trasciende, ni se cubre en los medios. Estos son seres 100% anónimos, algo así como lo que serían los X-Men si en vez de Stan Lee y Jack Kirby los hubiese creado Tomine. Y una referencia más a este genio: como en las historias de Tomine, las de Demo terminan en lugares medio raros, medio impredecibles de las tramas. Antes de que pase Lo Grosso, mucho después, o cuando el conflicto recién se empieza a vislumbrar. Hay algunas que sí, que se “cocinan” hacia un climax, este se produce y enseguida le sigue el final. Pero hay un montón que no, que así como arrancan en cualquier parte, terminan también donde menos te lo esperás.
Si leíste las reseñas de DMZ, ya sabés de las crueldades que se pueden esperar de Brian Wood. Acá también, hay unas cuantas MUY heavies, muy desgarradoras y conmovedoras. Y además excelentes diálogos (seguramente Wood es el guionista que mejor “escucha” la forma de hablar de los jóvenes yankis) y climas que van de la máxima tensión a la rutina más pachorra e intrascendente y que a veces son sórdidos o amenzantes y otras veces tiernos, o provocativos. Las 12 historias se parecen poco entre sí y Wood (inteligentemente) no te da el gusto de juntar o crossoverear a los distintos personajes que presenta en cada historia.
Lo cual, además de predecible, sería casi impracticable, porque Becky Cloonan cambia brutalmente de estilo de una historieta a la otra y nunca te imaginás a los personajes de la primera historia dibujados en el estilo de la segunda, ni de la tercera, y así. Cloonan (la nombré el otro día y recomendé que memorizaras su nombre) no se decide: tiene historias donde se quiere parecer a Paul Pope (y le sale muy bien), historias en las que calca descaradamente a Inio Asano (especialmente la segunda) e historias en las que se acerca mucho al estilo que tenía Wood cuando dibujaba sus propios guiones (cosa que –por suerte- ya casi no hace). Ya cerca del final, aparece una cuarta vertiente de Cloonan: la influencia aplastante de Bryan Lee O´Malley. Por supuesto, las historias más interesantes de mirar son esas en las que Cloonan mezcla estilos: a la impronta pseudo-Pope le mete las tramas mecánicas típicas de Asano, y así. El estilo más Wood es difícil de combinar, porque se basa en un claroscuro muy marcado, muy power, pero en la novena historia lo ensambla perfecto con el de Pope. Ya volveremos a hablar de esta interesantísima dibujante, que acá buscaba un estilo y encontró cuatro.
Demo es maravilloso, innovador, en un punto perturbador y muy, muy humano. No te voy a decir que los 12 guiones son perfectos, porque sería chamuyo. Pero hay un nivel altísimo y un montón de hallazgos que –a priori- parecían improbables, porque cualquiera que se propusiera fusionar el comic de jóvenes con superpoderes y el slice of life con jóvenes a la deriva, seguro iba al muere. Wood y Cloonan no sólo no se inmolaron, sino que se consagraron con una obra absolutamente fundamental.

sábado, 13 de noviembre de 2010

13/ 11: EL ESCORPION Vol.6


Stephen Desberg el belga y Enrico Marini el suizo, trabajan juntos desde 1996. Y trabajan mucho. A diferencia de la mayoría de los consagrados en el mercado francés, Marini no suele dibujar menos de 100 páginas al año. Y Desberg no escribe menos de cuatro series simultáneas. Con Le Scorpion (iniciada en 2000), Marini realizó su primera incursión en un género fundamental en el mercado francés: la aventura histórica. Y no le fue nada mal.
Le Scorpion es una serie 100% aventurera, ambientada en la Europa del Siglo XVIII, que combina lo mejor de Indiana Jones, El Zorro y El Péndulo de Foucault: tesoros ocultos, ladrones enmascarados, secretos que hacen temblar a los poderosos enquistados en la cúpula del Vaticano, trampas imposibles, escapes aún más imposibles, cierta tensión sexual, espadas, puñales, sectas… No se puede pedir mucho más, realmente.
Con este coctel explosivo, Le Scorpion cambió la forma en que se lee la historieta de aventura en Francia. Marini acostumbró al lector a varias “cosas raras”, como caras que nos recuerdan a las de Alan Davis o Carlos Pacheco, poses típicas de Katsuhiro Otomo, pocos cuadros por página, o primeros planos de cabezas. Y Desberg se jugó todo a otra rareza para el lector franco-belga: los finales con cliffhangers. Los primeros cinco álbumes de Le Scorpion no cierran en algo así como un final de episodio. Cierran con el protagonista al borde de una muerte segura, en el peor momento, donde uno menos quiere que se acabe el tomo. Y después, a esperar un año (con suerte) para leer cómo sigue la historia, cómo zafa el Escorpión, cómo se desenvuelve la trama de intrigas y traiciones más trepidante y apasionante de los últimos tiempos.
En este sexto tomo, por primera vez, hay una sensación de final. Quedan asuntos pendientes en la tremenda pica entre el protagonista y el cardenal (ya casi papa) Trebaldi, pero todo el primer arco, el del tesoro de los templarios, llega a su resolución definitiva. Que es apenitas predecible, pero inteligente y sugestiva. Por ahí se podría haber tomado un atajo, llegar a este mismo final sin pasar por algunas de las peripecias por las que galopamos en estos seis tomos junto al Escorpión y sus aliados, pero el galope estuvo muy divertido; fue trepidante, ganchero, entretenido y sexy. Y le dio margen a Desberg para explicar las motivaciones de todos los personajes y revelar un montón de secretos ancestrales, que en algún punto intersectan con los que nos revela Arvid Nelson en Rex Mundi, otra saga llena de misterios de la época de los templarios.
El dibujo de Marini, siempre impecable, ajustado al relato y de gran impacto visual, acá está en su mejor momento. Se juega a unas tomas panorámicas de ciudades, templos y fortalezas que te ponen los pelos de punta, maneja la acción con precisión de relojero (por algo es suizo) y te asesta el golpe de gracia con un trabajo de color absolutamente consagratorio. Posta, el color de Marini podría hacer que se viera bien el trabajo de cualquier dibujante del montón, o incluso malo. Pero al servicio de un dibujante espectacular, como el propio Enrico, es resultado es delicioso de verdad.
El Escorpión sigue su camino y ya tiene nueve tomos editados en Francia. Sin duda, es una de las series más importantes que nos dio el inicio del milenio y si te gusta la aventura, seguro te va a resultar irresistible, en más de un sentido. Entregate.

viernes, 12 de noviembre de 2010

12/ 11: BIZARRO WORLD


Y ayer me cebé tanto con Strange Tales, que hoy le entré al “hermano”, al otro libro que existe gracias al éxito de Bizarro Comics. Bizarro World es mucho más ambicioso que Strange Tales, no sólo por la cantidad de páginas; también porque no es una reedición de material previamente publicado en formato comic-book sino que fue pensado originalmente como un hardcover de 200 páginas, y eso requiere unos huevos mayúsculos.
El resto, va por los mismos carriles, e incluso el elenco tiene muchísimos nombres en común. Por ahí la diferencia más notoria es que ninguno de los autores que conocí gracias a esta antología me quemó demasiado el cerebro, pero tampoco eran tantos los que no tenía junados de antes… Y la otra es que no hay historietas de 22 páginas, como las de Peter Bagge en Strange Tales. Acá la más larga tiene 11 páginas. O sea que casi todos los autores se manejan en espacios muy acotados para armar sus historias. Así y todo, unos cuantos la descosen, mal.
La secuencia inicial de Chris Duffy y el genial Scott Morse es brillante. Al toque arranca la de Batman y Robin de Tony Millionaire, que es demoledora. Y pegadita, una de Superman de Roger Langridge, con un guión digno y un dibujo del hiper-carajo. James Kochalka y Bob Fingerman tienen guiones medio pavos, pero con ingenio, y después viene una de las mejores historias del libro: la del Spectre de Duffy y Craig Thompson (otro monstruo). La primera sorpresa grata es John Kerschbaum, excelente dibujante al que descubrimos en una muy buena deconstrucción de Batman. Mike Doughty (ignoto guonista) y Danny Hellman (gran dibujante) se cargan la hombro la historia más larga, una hermosa y melancólica slice of life de Aquaman. Y después, otro clásico inmediato: la de Superman y Wonder Woman escrita por Johnny Ryan y dibujada por el impresionante Dave Cooper.
Otras tres devastadoras son la de Bizarro por Harvey Pekar y Dean Haspiel (equipazo), la de Flash de Dylan Horrocks y Farel Darlymple y la desopilante parodia de Red Bee, por Bagge y Beto Hernández (fijate cómo en apenas una frase te nombré a seis ICONOS del palo alternativo). Evan Dorkin dibuja otra de las mejores historias del libro (la de Kamandi), pero también escribe varias para que dibujen otros. La de la Legión, dibujada por Andi Watson, es un joya inolvidable de apenas dos paginitas. También están buenos los aportes de Michael Kupperman (acá también con su extraña impronta retro), los capos del comic israelí Tomer y Asaf Hanuka (con un gran comic de Batman), Carol Lay, Paul Dini, Ariel Bordeaux, el siempre grosso Brian Ralph y Derek Kirk Kim.
Pero hay más joyas: la de Flash de Eddie Campbell y Paul Grist (con ese equipo no podía fallar), la de Grist con los dibujazos de Hunt Emerson, la magnífica Lantern Sentai (cátedra-parodia de Ben Dunn y su equipo), la increíble Monsieur Batman (de los próceres franceses Dupuy y Berberian) y la de Alfred realizada por otro genio, Kyle Baker, que no se guarda absolutamente nada. Y después, algunos trabajos menores, donde el guión o el dibujo no se lucen demasiado. Pero claro, al lado de las BESTIAS que nombré, no cualquiera se luce…
Y bueno, otra vez los creadores del mundo indie, o alternativo, vinieron a jugar un rato con los chiches de una editorial grande, se cagaron de risa y nos deleitaron a los fans que desconfiamos un poco de que la división entre las dos formas de producir comics sea tan tajante. Existir existe, por supuesto, pero no genera (por lo menos entre la mayoría de los autores) una antinomia tan jodida como la que propone un sector del periodismo especializado. Si todo fuera tan extremo como lo pintan algunos, ningún capo del indie aceptaría dibujar ni dos viñetas para DC o Marvel (íconos de los “corporate comics”), y ningún fan de Batman o Hulk se compraría una antología en la que sus personajes favoritos aparecen dibujados por esos crotos impresentables que nunca leyeron comics de David Finch o de Matt Fraction… Ojalá salgan muchos más libros en este estilo, o en este bizarro amalgam de estilos.

jueves, 11 de noviembre de 2010

11/ 11: STRANGE TALES


A veces DC llega tarde a las movidas que se le ocurren a Marvel, y a veces Marvel se cuelga de las tetas de algún hit medio impredecible de DC. Esta vez, claramente, se aplica lo segundo: DC la pegó MAL con Bizarro Comics y, mucho más tarde, Marvel copió la fórmula (con comic archivado hacía años y todo) y pergeñó esta maravillosa antología, en la que autores del palo alternativo (o indie), o lejanos a la forma habitual de producir comics de Marvel, tuvieron la chance de reinterpretar como se les diera la gana a los personajes icónicos de la editorial. Veamos cómo les fue…
Paul Pope la rompió con los Inhumans. La de Laevitt y Crabapple (protagonizada por She-Hulk) es rara, pero no mala. La de Junko Mizuno es bizarra e inquietante, una de las tantas deconstrucciones de Spider-Man que veremos en el tomo. Dash Shaw se mete con el Dr. Strange y no aporta demasiado. James Kochalka brilla en sus tres historietas de Hulk (otro de los MUY reversionados). Johnny Ryan impacta y hace reir con sus chistes. Jim Rugg y Brian Maruca meten dos muy buenos pastiches: uno con Machine Man y Garrett, y el otro con Brother Voodoo. Michael Kupperman aporta (en su estilo pseudo-retro) parodias de Namor, los Avengers y Marvex the Super Robot, un personaje que no sé si es posta, o si lo inventó este demente. Nick Bertozzi la gasta en una de MODOK. Los grossos de la Perry Bible Fellowship aportan apenas dos páginas, con excelentes dibujos. Y el prócer noruego Jason narra un combate totalmente atípico entre Spidey y el Doc Octopus.
El abanderado de la bizarreada zarpada, Tony Millionaire, la descose en una de Iron Man. Kikuo Johnson (un autor al que no conocía) se mete con The Thing en una muy buena comedia. Uno de los más grandes historietistas de todos los tiempos, Jhonen Vasquez, también se mofa del pobre MODOK. Max Cannon (otro al que no conocía) reversiona los orígenes de Spidey y los Fantastic Four con una exquisita mala leche. Lo de Jacob Chabot en FF es modesto, casi prescindible. La versión de Black Widow que propone Matt Kindt, en cambio, cierra por todos lados, más que la “oficial”. Gran guión, además.
El maestro Stan Sakai mete medio de prepo a Hulk en una buena aventura en el Japón medieval (donde juega de local hace 25 años). Corey Lewis es –lejos- el más impactante e interesante de los autores a los que conocí gracias a esta antología. A este pibe hay que seguirlo a sol y sombra. Lo de Jeffrey Brown en FF zafa más que nada por el dibujo. La de Beast vs. Morbius es una pequeña joya, creada por otro monstruo al que se le dio mucha más bola en la animación que en el comic: el gran Jay Stephens. Otro pibe al que no conocía, Jonathan Jay Lee, propone una nueva y atractiva versión de Punisher. Paul Hornscheimer aburre con su historia de Nightcrawler vs. Molecule Man, y Becky Cloonan (recordá ese nombre!) acierta con su aventura de Namor y Reed Richards.
Para el final, la paponga más fina: 48 páginas escritas y dibujadas por el mega-maestro Peter Bagge. Son dos historietas, una de Spidey y una de Hulk, en las que el creador de Hate hace jueguito con la psicología de los personajes y los pone en situaciones totalmente extremas y bizarras, aunque no más extremas y bizarras que tener que pelear con tipos disfrazados de rinoceronte. The Megalomaniacal Spider-Man se había publicado en un one-shot de 2003 y The Incorrigible Hulk fue realizada en esa misma época, pero en su momento, Marvel se fue al mazo y decidió no publicarla, porque podía embarrarle la cancha al film de Ang Lee. Siete años después, se hizo justicia y todos pudimos descubrir esa verdadera maravilla que nos obsequió Peter Bagge.
Esto hay que tenerlo, de una. Hay merca excelente para todos los gustos, autores consagrados, varias revelaciones y un aire fresco, de libertad, de feliz reencuentro entre personajes mainstream y autores indies. Aguante.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

10/ 11: CHICKEN WITH PLUMS


La autora es iraní, vive en Francia y detesta a los yankis. Y acá estoy yo, leyendo su obra en inglés, editada por la multinacional Random House. Milagros de las ofertas online…
Pollo con Ciruelas (así entendemos todos) es una novela gráfica de Marjane Satrapi, realizada en 2004, que nos narra los últimos días en la vida de un gran músico que pierde las ganas de vivir y, a falta de huevos para suicidarse, decide esperar que la muerte se lo venga a llevar. Es un relato triste, crepuscular, melancólico, en el que todo pasa por el fuero íntimo de Nasser Ali (que existió de verdad y fue pariente de Satrapi) y el afuera importa poco. Se menciona un golpe de estado años atrás (la historia transcurre en 1958 y el golpe fue en el ´51), pero acá la coyuntura política no tiene ni a palos la importancia que tenía en Persépolis (la obra de Satrapi que seguro leíste o escuchaste nombrar mil veces).También a diferencia de Persépolis, no hay lugar para el humor. Nada alivia la pesadumbre, nada le gana a las ganas de morirse del protagonista.
¿Cómo llenás 84 páginas de “un tipo decide que no quiere vivir más y se tira en la cama a esperar a la muerte”? Y, primero con recuerdos, con varios pasajes de varias épocas en la vida de Nasser Ali. Así nos enteramos por qué se hizo músico, por qué se casó con una mujer a la que jamás quiso, cómo se relacionaba con su hermano y con sus hijos… un montón de aspectos que nos ayudan a entender (un poco) la decisión de Nasser Ali. Y un hallazgo por parte de Satrapi: además de los flashbacks, mecha secuencias del futuro, escenas protagonizadas por los hijos de Nasser que transcurren varios años después de su muerte. En estas secuencias se ven algunos de los tramos más interesantes de la obra, o por lo menos los menos lúgubres, los más vitales. Y ya cerca del final de la novela, la vida de Nasser Ali se termina de reconstruir, de poner en orden. Satrapi arma el rompecabezas prolijito y diáfano y si para ese momento no tenías muy claro por qué el músico no quería seguir vivo, la dudas se terminan de despejar.
¿Me gustó Pollo con Ciruelas? No sé. Me pareció bien llevado, pero no me terminó de emocionar. No me dejó pensando nada nuevo, no compré la nostalgia medio emo del protagonista, no me conmovieron sus desencuentros con la mina a la que realmente amaba… No me termino de decidir. No está mal, y tampoco es una joya. Como comic de slice of life es bueno, porque innova tanto en lo que narra como en la forma de narrarlo. Pero le falta algo, onda, impacto, desarrollo en los secundarios… no logro definirlo.
Por ahí pegaría más fuerte con un dibujo como la gente, porque (acá seguro va a saltar más de uno a putearme), Marjane Satrapi como dibujante es HORRIBLE. No tiene idea de anatomía, ni de fondos, ni de perspectiva, ni de expresiones faciales, ni de nada. A lo sumo le concedo que sabe balancear las masas negras y blancas en las páginas y que a veces, miradas de lejos, le quedan lindas. Pero no descolla a la hora de narrar y el dibujo en sí es choto. Si nadie le pasa factura es porque a partir de sus (inmensas) limitaciones, Satrapi construyó un estilo y la gente lo compró. Por ahí porque asocian lo “raro” del dibujo con el exotismo de las locaciones (porque la historia transcurre en Teherán, en los años ´50) y en ese paquete, ese dibujo crudo, básico, aniñado, esa onda “David B del Nacional ídem”, tiene cabida. Obvio: en el ámbito indie yanki hay dibujantes de slice of life bastante peores, pero a ninguno lo han manijeado y expuesto tanto como a Satrapi.
Así que sigo sin decidirme. No puedo decir que me encantó y que lo recontra-recomiendo, ni que no me gustó para nada. Pero bueno, a mí no me gustó la hiper-consagrada y archi-galardonada Persépolis (el comic, la peli no la vi), así que seguro es un problema mío, no de Satrapi.

martes, 9 de noviembre de 2010

09/ 11: THE LOSERS Vol.2


Hollywood al rescate! Gracias a la película que se estrenó hace unos meses, Vertigo relanzó en dos tomos de muchísimas páginas esta colección, que originalmente tuvo 32 números, luego recopilados en cinco TPBs. Ahora son sólo dos mega-brolis y el que hoy nos ocupa contiene lo que antes venía en los TPBs 3 al 5, o en los números 13 al 32 de la impresionante serie creada por Andy Diggle.
The Losers tiene algo de pochoclo hollywoodero, es cierto. Hay explosiones, conspiraciones, persecuciones… pero por suerte no se queda en eso. La serie se trata, básicamente, de cómo el poder político permite generar y mover con total impunidad millones y millones de dólares fruto (y motor) de negocios turbios vinculados con el terrorismo, el narcotráfico, la venta ilegal de armas y demás curros perpetrados no sólo por “los sospechosos de siempre” (la mafia rusa, Al Khaeda, los narcos colombianos) sino también por los servicios de inteligencia yankis. La aventura está y te agarra de las bolas y te quita el aliento, pero el trasfondo de denuncia por momentos se roba el protagonismo, y esto que parece un comic de espionaje y machaca, se convierte en un comic para reflexionar acerca del poder tras las sombras, de la corrupción que atraviesa fronteras y que se limpia el orto con las religiones y las ideologías, que a la larga son apenas un engaña-pichanga para revolver el avispero y que unos pocos hagan negocio a partir de la tensión, la confrontación y la probable muerte de millones de inocentes.
A lo largo de la serie, el Coronel Clay y su equipito de perdedores tratarán de exponer y derrotar al villano entre las sombras más jodido y más poderoso de los últimos 60 años, sin poder confiar en nadie, ni siquiera en ellos mismos. Habrá traidores, muertos y heridos y los autores lograrán que nos compenetremos a fondo con ellos, que suframos cuando ellos sufren y que se nos retuerzan el cerebro y el alma ante cada dilema moral que deberán resolver en pos de cumplir con su objetivo y hacer mierda al tipo más peligroso del planeta (que acá no era George W. Bush). Los personajes están muy, pero muy bien trabajados, cada uno con su personalidad, su forma de hablar, de moverse, de relacionarse con los compañeros, con los adversarios y con la atmósfera de violencia y sordidez que se respira (y que no deja respirar).
Como en toda trama con espías, enigmas y conspiraciones siniestras, cuanto menos ahondemos en el argumento, menos serán las chances de que se deslice un spoiler que te cague la vida el día que decidas leer los comics. Pero lo importante ya está dicho. Diggle orquesta una trama compleja, donde ni siquiera los buenos son demasiado buenos, la lleva hasta las últimas consecuencias, y hasta tiene tiempo de contarnos hechos importantes en el pasado de Clay, Pooch, Cougar, Jensen, Aisha y Roque. Las peripecias están bien llevadas, los diálogos la rompen, el ritmo no decae, la verosimilitud se sostiene hasta el final y todo el paquete te deja la incomparable sensación de haber leído un gran comic de autor.
Por el lado de los dibujantes, el “titular” vendría a ser Jock, un derivado con bastante onda de Sean Phillips, especialista en escenas crudas, jodidas e impactantes. Pero en este tomo también vemos episodios dibujados por Nick Dragotta (un tipo raro, con muchos estilos distintos, que acá parece una especie de Daniel Torres under y desprolijo), Alé Garza (en un trabajo bastante por encima de lo que solía hacer en WildStorm), el correctísimo inglés Ben Oliver y un lujo: 67 páginas del maestro neozelandés Colin Wilson, que elevan groseramente el puntaje promedio en materia de dibujo.
No sé si la peli apesta, o si se deja mirar sin causar mayor daño cerebral. Pero tampoco me importa. Lo grosso es que el comic de The Losers se suma a la lista del GRAN material que viene apareciendo en Vertigo en lo que va del nuevo milenio y lo confirma a Andy Diggle como a un autor al que hay que seguir hasta el fuckin´fin del mundo.